Dixon Steele nació
cuando te conoció. Se hallaba perdido, sin rumbo, a muchas millas de cualquier
lugar, tratando de encontrar su sitio en una vida que siempre ha despreciado.
Tal vez porque su profesión de guionista le condenaba a adaptar obras mediocres
de otros o, tal vez, porque estaba demasiado solo. Y esa soledad le ha forjado
un carácter difícil, errático, algo bipolar. Llegaste tú y todo cambió. El sol
le volvió a dar en la cara y, de repente, la sonrisa hizo visitas inesperadas.
La inspiración regresó de un largo viaje y comenzó a escribir febrilmente,
haciendo de un libro olvidable, un guión para una película que se recordará.
Volvió a nacer, sí. Porque supo que había una razón para seguir adelante, para
vivir y para permanecer en la vida saboreando cada instante. Tenía todos los
espectadores que deseaba. Solo tú.
Dixon Steele vivió unas
semanas mientras te amó. Aunque no consiguió quitar de sí mismo la parte más
oscura de su personalidad. Esa misma que salta como una fiera rabiosa cuando se
le arrebata algo que cree de su propiedad. Pero ahí estuvo, con su máquina de
escribir echando humo, deseando volver sus ojos hacia ti para que las palabras
brotaran solas y los sentimientos brincaran por la habitación. Dixon tiene
prisa para ser feliz porque ya se ha olvidado de lo que eso significa. Y comete
errores. Cree que lo tiene todo ganado y alguien debería susurrarle al oído que
una mujer tiene que ser conquistada todos los días. No basta con las
sensaciones que llaman insistentemente con intención de quedarse. Hay que
mantenerlas. El amor es insaciable y esas semanas fueron generosas. Vivió unas
semanas. Supo lo que era vivir porque estabas a su lado. Y quiso perderse entre
tus miradas, tus besos, tus presencias…
Dixon Steele murió
cuando le abandonaste. Tal vez porque supo que lo había hecho rematadamente
mal, que había dejado salir a esa bestia que siempre le ha roído las entrañas y
que impide poner límites a la furia, a esa rabia que sale cuando las cosas no
son lo que deberían ser, como su amor, como su vida. Sí, murió porque pasó del
cielo a la soledad, volvió a ese lugar solitario del que, tal vez, nunca debió
salir, ese lugar en el que nadie, nunca más, volverá a acordarse de él. Ese
lugar del que nadie volverá a rescatarle. A partir de aquí, la única compañera
será la tristeza, el desánimo y el tremendo dolor que también acabará por
dormir definitivamente a la bestia.
4 comentarios:
Obra maestra,solo saludarte Cesar ,siempre los escucho por cinema la gran evasion .Abrazos desde Chile
Encantado de devolverte el saludo, Leonardo. Perdona la tardanza en contestar pero se me perdió el comentario y ahora lo he vuelto a recuperar. Gracias por escucharnos (por cierto, muy halagado de tu comparación con Torres Dulce pero ya quisiera yo). Abrazos desde España.
Me encanta tu reseña. Y cómo has utilizado ese “poema” que Bogart le pide a Gloria Grahame que repita , para escucharlo con otra voz. La he visto hoy y me parece una obra maestra. Veo conexiones claras con Hitchcock en Sospecha o Falso Culpable. Un final que no gustaría en su época, pero de los que nunca se olvidan. Gran película
Gracias por tus palabras. Quizá más con "Sospecha" que con "Falso culpable" que, yo creo, en estilo e intenciones va por otros lados igualmente geniales. La película, efectivamente, en su época,fue un fracaso y es que,ojo, estamos ante la historia de un maltratador. Y lo peor es que siente muchas de las simpatías del público. En cuanto al poema...bueno, es una de esas grandes líneas que no se olvidan cuando las escuchas.
Gracias de nuevo.
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