jueves, 25 de octubre de 2018

LA BUENA ESPOSA (2018), de Björn Runge

Siempre se ha dicho que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer, pero no es así en esta historia. Ni siquiera se puede decir en sentido inverso. Aquí, detrás de una gran mujer, sólo está ella. Sí, porque ella es la que se ha encargado de sonreír cuando no había razones, de decir la palabra justa cuando todo era silencio, de compartir todas las inquietudes cuando el ánimo flaqueaba con intensidad. Incluso se podría decir que también se encargó de escribir en las vidas de todos los que la rodeaban cuando sólo había mediocridad. Todo ello junta unas cuantas migajas de rencor.
Sin embargo, cuando se llega a la cima, se suelen tener muchas ganas de disfrutar de un pedazo de gloria. O, también, de aparecer relajada y brillante en esas agudas conversaciones entre intelectuales que suelen ser patrimonio exclusivo del éxito aparente. La hoja en blanco suele burlarse mucho del escritor y se necesita un impulso especial para rellenarla, para derrotarla en todos sus rincones, de imprimir una hilera interminable de hormigas que caminan hacia algún sentido que no es fácil de encontrar. Y eso, desde luego, no es un terreno vedado a las mujeres porque poseen una vida interior mucho más rica, mucho más apasionante, mucho más sincera y mucho más visceral.
Así que es tiempo de recoger premios y de guardar silencios. Lo peor de todo es que esos momentos de abismo existencial suelen ser unas barreras muy endebles cuando existen determinadas sospechas y se atisba, con cierta temeridad, la elegancia detrás de la negación. Por otro lado, son necesarias las palabras justas en el instante adecuado porque siempre se causan demasiados problemas cuando el equívoco llega mucho más allá de lo permisible. El talento es algo que se debe trabajar si se quiere mantener y es necesario saciar su hambre de contar historias, de crear universos o de narrar experiencias de ficción que, al fin y al cabo, están inspiradas en lo que somos, sentimos y amamos. Y eso, no cabe ninguna duda, sólo lo puede hacer una mujer.
Se echaba de menos ese talento maravilloso que siempre hemos intuido en el rostro, las expresiones y las maneras de Glenn Close y, de nuevo, está de vuelta. Volvemos a disfrutar de una actriz máxima, que nos revela libros enteros en la piel de una mujer de regreso cuando, en realidad, ni siquiera ha tenido la oportunidad de ir. Ella es el centro y la merecedora de todos los premios. Su mirada se ilumina, se oscurece, se eclipsa y renace. Su rostro se contrae, se distiende, se expande y se tensa. Nos habla sin necesidad de decir nada, y eso está al alcance de pocas actrices. Es hora de ponerse en pie y aplaudirla hasta que el día se vuelva noche y entendamos lo difícil que es hacer lo que ella consigue.

Por lo demás, la dirección de Björn Runge es sobria, pausada, sin alardes, casi escondida detrás de la excelente banda sonora de Jocelyn Pook, como deseando que todos los copos de nieve caigan por igual sobre todos los vivos y todos los muertos. Y ansiamos que todas aquellas féminas que ocultaron su nombre por el mero hecho de ser mujer salgan a la luz para que quedemos, una vez más, maravillados porque no sólo merecen reconocimiento, sino también toda la admiración que, cicateros, nos empeñamos en negar.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Pues sí, en esta película detrás de Glenn Close solo está Glenn Close. Ella es la única razón para ver la película y es más que suficiente. La dirección es bastante plana, así como el guión que plantea cosas interesantes para después olvidarse de ellas. Eso por no hablar del cliché de algunos personajes (el de Christian Slater supongo que quiere representar un montón de cosas pero resulta un poco esperpéntico). Es en general, una película con pocos matices, ni el flasback me parece bien resuelto, ni la descripción del personaje de Pryce (y sus relaciones con el hijo) ni el precipitado final aunque da pie a una escena en la que los dos protagonistas se lucen a base de bien.

Pero, claro, está Glenn, y eso justifica la entrada. Sus silencios, sus miradas, lo que dice, lo que calla. La señora está sublime Este año cae nominación y quién sabe si por fin se lleva el muñequito a casa (me sorprende porque en todos lados pone que la peli es de 2017 e incluso clausuró el año pasado San Sebastián, y en cambio compite en esta edición). Bien por ella, aunque, claro el Oscar se lo hubiesen tenido que dar hace 30 años por su papel de Condesa de Merteuil (¿quién se acuerda de Jodie Foster en "Acusados?). Ha tenido la suerte de estar en la película adecuada en el momento adecuado, en cualquier caso no es una película a la altura de su leyenda. Es lo que le pasó hace años a Julianne Moore o incluso lo que pasó con el tercero de Meryl por "La dama de hierro".

Abrazos académicos

César Bardés dijo...

Pues sí, estoy bastante de acuerdo con lo que dices. Creo que Jonathan Pryce también hace un buen trabajo, pero lo de Close es sideral. Estoy de acuerdo en que la dirección es bastante plana, muy llena de tópicos (el personaje del hijo, aparte del hecho de que está interpretada por alguien tan poco expresivo como Max Irons, es un estereotipo demasiado evidente) y, desde luego, la interpretación de Christian Slater deja mucho que desear y es un ejemplo preclaro de lo que es un personaje mal enfocado (me temo que más por culpa del actor que del director).
El flashback no está bien resuelto, no. Sin demasiada continuidad y, además, también concluido con precipitación. La descripción del personaje de Pryce no me chirría demasiado porque está claro que es un mediocre (yo eché en falta, por ejemplo, el momento clave en el que él abandona a la esposa y decide marcharse con ella) y es un tipo cuya profundidad es la justa o, incluso, un poco menos.
Lo de Glenn Close es dar en el blanco. Después del despropósito que es "Albert Nobbs", en la que buscaba descaradamente la nominación y me pareció más falsa que un billete de 25 euros, aquí es donde vuelve a dar muestra de lo que es capaz con sus miradas, con sus saberes estar, con su modulación, su expresión que, al fin y al cabo, dice mucho más de lo que suelta por la boca. Yo tendré que ver todavía quiénes van a ser sus contrincantes para asegurar que se lleve el muñequito, lo que sí me aventuro a decir es que le caerá nominación por esta película y, además, va a ser una nominación solitaria, porque ni uno sólo del resto de apartados merece nada más.
Lo que está claro es que esta película es un ejemplo de cómo la interpretación de una de sus actrices justifica el decir que la película es aceptable. Sin ella, la peliculita no sería nada, menos que nada.
Abrazos saltando en la cama.