martes, 30 de octubre de 2018

RELATO CRIMINAL (1949), de Joseph H. Lewis

Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla alrededor de "El rey del juego", de Norman Jewison, podéis hacerlo pinchando aquí.

Mucho se ha hablado sobre aquellos grandes jefes de la Mafia que fueron encarcelados por evasión de impuestos y fraude fiscal, pero muy poco de los hombres que hicieron posible la acusación y posterior encarcelamiento. Ahí tenemos el ejemplo de Los intocables, de Brian de Palma, que pone en el epicentro de la investigación a Eliot Ness y a sus hombres de confianza. En esta ocasión, Joseph H. Lewis nos lleva hacia esos oscuros oficinistas de la Oficina del Tesoro que tuvieron que sacrificar sus vidas privadas para conseguir su objetivo. No había lugar para un fin de semana en el campo y que sus esposas pudieran disfrutar de su compañía, no había horarios, ni días libres. Sólo trabajo y la búsqueda incesante de algún confidente que estuviera dentro de la organización y les diera los libros de contabilidad que fueran elementos claves para formular la acusación. Algunas veces lo hicieron con la persuasión, otras con la presión y otras, incluso, con la vida.
Así que ahí tenemos a una pequeña brigada de tres hombres, ratones de biblioteca que hunden sus narices en cifras y partidas de debe y haber para probar que hay conexión en esos pagos con el jefe de todos los jefes. Por supuesto, el nombre del individuo nunca se nombra. Se refieren a él como “El Gran Jefe”. Un tipo al que ni siquiera se le ve la cara. Sólo su inmaculado sombrero claro y un puro en la mano. Mientras tanto, los que iban detrás de él lucían trajes arrugados, ojeras extendidas y decepciones a millares. Las pistas falsas se sucedían y, por supuesto, en más de una ocasión, acababa con la sangre del incauto que se atrevía a hablar. Y todo esto, con un ritmo trepidante, sin dar pausa al espectador, propio de la serie B en la que se mueve la película, sin conceder ni un minuto de respiro a los protagonistas. Es difícil hacer todo esto cuando la acción se mueve entre un montón de ceros.
Es cierto que Lewis introduce alguna trama más sentimental que otra, pero nunca es más evidente que, cuando un hombre se decide a ser valiente, siempre hay una mujer especial que está ahí detrás, aguantando en silencio, apoyando con sus miradas, comprendiendo sus elecciones, con la certeza de que ese hombre al que ama por encima de todo, está haciendo algo importante por los demás. Si ellos se juegan la vida y el bien que pretenden hacer sobre un libro de cuentas, ellas lo hacen sobre un pañuelo de lágrimas que nadie podrá tocar.

Una hora y veinte minutos de relato criminal bien contado, tratando de cazar al tipo que nunca tenía nada que ver con ningún asunto y, aún así, compraba abogados corruptos, matones a sueldo que ejecutaban a cualquier enemigo que se acercase demasiado, coches caros para sus amigos, residencias impresionantes de prados y habitaciones interminables. No dejaron de ser héroes que, además de dominar al aparato burócrata, también supieron ser duros cuando incluso la opinión pública consideraba al “Gran Jefe” como un individuo simpático, popular, dicharachero y saludable para la comunidad. Ahí es donde se puede comprobar de qué madera están hechos algunos hombres.

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