Las guerras deben
acabar. Y el señalamiento, también. A un chico le crece el pelo de color verde
cuando se entera de que sus padres han fallecido por culpa de un bombardeo
alemán sobre Londres. La estúpida sociedad comienza a marginarlo. Solamente
porque es diferente y él no tiene ni idea de por qué le crecen los cabellos de
ese color. Es sólo un niño y no entiende a la gente. No le cabe en la verde
cabeza la incomprensión que se genera y todo el desprecio que levanta el hecho
de que él tenga el pelo de otro color. ¿Es eso tan importante? ¿Eso es lo que
califica a una persona? Tú tienes el pelo verde. No sirves. Aquel tiene la piel
negra. Tampoco sirve. Dentro de poco así será con los que tienen un brazo
menos, o dos dedos cortados, o un ojo cegado, o un grano en la cara. Da igual.
El ser humano sólo quiere odiar. Y no importa si es a un niño o a un animal. El
odio, el desprecio, la indiferencia. Sólo por tener los cabellos verdes.
Todas las razones y
movimientos del niño son escrutados por un psiquiatra que comprende el fenómeno
psicosomático que mueve al chaval. De aquí al desprecio por pensar diferente
queda muy poco. El nazismo lo puso blanco sobre negro y, sin duda, la postura
más cómoda de las sociedades pasa por no hacer nada por sus semejantes. Es más
fácil pasar de largo ante el que es diferente. Es más sencillo no acudir al
amor. Es más simple obedecer al instinto primario del miedo, porque eso es lo
que está en el fondo de todas las actitudes. Pánico ante lo distinto. Desidia
ante lo que se distingue por cualquier razón. Lo vemos todos los días. Incluso
los que destacan por su inteligencia son vilipendiados con actitudes de
soberbia. Esto es así. Por eso, las guerras deben acabar. Y el señalamiento,
también.
Joseph Losey dirigió
esta película en Estados Unidos antes de emprender su exilio británico con
formas de cuento infantil y mensaje de narración adulta. Sus intenciones eran
muy claras en una época en la que el maccarthysmo comenzaba a planear sobre la
sociedad americana y la persecución de las ideas era el santo y seña de una
sociedad secuestrada por el miedo. El trabajo de Dean Stockwell como ese niño
de pelo verde, que no quiere tenerlo y que investiga las razones del color, es
excelente y Robert Ryan se muestra comprensivo como el psiquiatra que quiere,
ante todo, saber y también conocer los motivos de tanta actitud de
incomprensión hacia él. El cuento es eficaz, es tierno, sin duda, y también es
demoledor.
De paso, también se da un par de lecciones sobre la utilidad de ayudar a los demás, de aliviar el sufrimiento que padecen. En este caso, la búsqueda de su identidad se vuelve fundamental y única porque, como dijo alguien, el nombre es lo último que le queda al hombre cuando va a enfrentarse con la muerte. Y la solución es bien sencilla. Se trata de comunicarse. De verdad. Sin posturas. Sin fingimientos. Con la preocupación de escuchar. Con el deseo de hablar.
2 comentarios:
Pues es muy curioso porque el otro día me acordé mucho de esta película viendo la serie de Bob Pop en Movistar + (con el amigo Rellán también dando un par de clases de saber estar). Tampoco hemos cambiado tanto, y lo peor es que ya ni cambiaremos. Esto lo sabía muy bien un tipo como Losey que sabía hacer buen cine y que sabía reinventarse para incomodar y hacer pensar con su cine acorde con los tiempos y los recursos que tenía. Da la impresión de que Losey siempre fue también un perro verde. "El sirviente" y "Rey y patria" están por supuesto en la cima, pero en su obra hay un montón de joyas a reivindicar.
Me sorprendió mucho la primera vez comprobar que el niño protagonista era Dean Sotckwell.
Abrazos verdes
Sí fue un poco perro verde, sí. Incluso cuando se adentra en el cine negro, el tipo se marca una película tan extrañamente atípica como es "El merodeador", con Van Heflin de protagonista en una historia de perdición y callejones sin salida. Quizá esa sea su mejor película de la etapa americana y la peor el innecesario y muy fallido "remake" de "M". En cuanto a la etapa inglesa, por supuesto, las que citas, pero también "El criminal" está muy bien, "Eva", con una fascinante Jeanne Moreau, y "Caza humana", con Robert Shaw y Malcolm McDowell me ha atraído siempre mucho. "Galileo" es curiosísima en su puesta en escena, intentando respetar no sólo el original de Brecht, sino también la adaptación teatral de Charles Laughton, interesante es "Una inglesa romántica", con Michael Caine, Glenda Jackson y Helmut Berger y fascinante llega a ser "El otro señor Klein", con Alain Delon y, por supuesto, esa rareza de argumento resbaladizo y moral ambigua que es "Accidente" también con Dirk Bogarde. Eso sí, yo pienso que su gran obra, su gran película, es "El sirviente".
Era un cineasta muy raro, una especie de isla en medio del panorama general, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Bastante fascinante. Y, a veces, incluso, fascinantemente irregular (lo que hizo con "Modesty Blaise", con Monica Vitti en plan James Bond, aparte de inadecuado, es que era directamente malo).
Abrazos psiquiátricos.
Publicar un comentario