Ya es hora de vivir la
vida que le hubiera correspondido a Edith. Hace años, cuando las arrugas y la
amargura no habían aparecido, ella lo tenía todo para triunfar. Había conocido
al hombre de sus sueños. Coronel del ejército, de familia adinerada, de modales
caballerescos, con amor de por medio…Sin embargo, su hermana gemela se cruzó
por el camino y, a través de una mentira, todo se fue al garete. El destino de
Edith, desde ese momento, se torció por caminos oscuros hasta parar a un club de
mala muerte en algún lugar de Los Ángeles. Y mientras, esa arpía de Maggie
viviendo como una reina, en una casa de ensueño, rodeada de sirvientes y de sus
estúpidos amigos de la alta sociedad, preocupándose tan sólo de elegir la
próxima piel en su armario, perder el tiempo en alguna que otra peluquería de
lujo y vestir a la última moda. Ya está bien.
No obstante, ocupar el
lugar de otro de un día para otro, no es tarea fácil. Hay hábitos con el
cigarrillo, bebidas espantosas, antiguos compromisos pendientes, costumbres
religiosas y la indiscreta mirada de los criados. Incluso un amante más joven.
Puede que tenga aspecto de gigoló algo estúpido, pero el fulano se da cuenta
enseguida y lo que quiere, suele conseguirlo. Además, hay un policía que sentía
algo por Edith y anda merodeando por ahí, haciendo preguntas que van de la nada
más absoluta al algo más peligroso. ¿Y cuál será la combinación de la caja
fuerte? ¿Cómo va a firmar los ansiados papeles de la herencia del marido de
Maggie? Ni la propia Edith se cree cómo todos han sucumbido al engaño. Sólo
está ese maldito conquistador que, por si fuera poco, también guardaba algún
secreto inconfesable con Maggie. Al final, Edith será Maggie. Hasta las últimas
consecuencias.
No cabe duda de que
gran parte del atractivo de esta película se centra en el enorme doble papel
que realiza Bette Davis, matizando a cada una de estas hermanas gemelas que
intercambian sus propias vidas. La dirección de Paul Henreid, inolvidable
Viktor Laszlo de Casablanca, es
precisa y austera, sin grandes movimientos de cámara, más atento a la narración
que a las formas. Karl Malden y Peter Lawford secundan con eficacia, haciéndose
cargo de unos papeles que no tienen demasiada profundidad, pero que resultan
fundamentales en la trama. El resultado es una película que se toma su tiempo
para contar la intriga y eso aumenta, con acierto, la sensación de angustia a
través de los ojos de una mujer que no tuvo suerte y ya está harta de no
tenerla.
Así que es la hora de
diferenciar entre dos gotas de agua y de acompañar en el trayecto a una dama
que se encamina hacia el final sin reparación posible. La mentira sobre la
mentira se acumula y ya no hay demasiado tiempo para dar marcha atrás. Aunque,
tal vez, más vale ser reina por unos pocos meses que una vulgaridad
prescindible durante toda la vida. Edith Philips lo va a intentar. Al fin y al
cabo, no tiene mucho que perder. Sólo el cariño de un hombre.
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