viernes, 19 de noviembre de 2021

INTRIGA EXTRANJERA (1956), de Sheldon Reynolds

 

Un multimillonario muere y hay demasiadas preguntas sin responder. Sobre todo, una. ¿Dijo algo antes de morir? Eso es lo que pone a Bishop, su asistente personal, sobre la pista. Quizá Víctor Dannemore no era el hombre que decía ser. Quizá había más secretos de los que parecía. Quizá su matrimonio fue una farsa. Quizá su vida fue un chantaje permanente. Lo cierto es que Bishop se queda muy intrigado con un asunto que nadie conoce y que todo el mundo quiere. El hombre rico murió en sus brazos sin decir ni una sola palabra, pero parece que hay demasiados intereses en juego. Bishop se mueve rápido desde la Riviera hacia Viena y Estocolmo. Va a probar en sus propias carnes el precio de la vida acomodada que llevaba su jefe, la madera de la que está hecha su mujer y, de paso, cuál es el aspecto del amor.

Ocurre algo curioso con esta película. Tiene un planteamiento interesante, a Robert Mitchum se le ve cómodo y dando lo mejor con un buen puñado de miradas colocadas con sabiduría. La dirección, aunque un tanto bisoña en algunos momentos, resulta efectiva, disfrazando las localizaciones y dando al ambiente un aire muy europeo. Sin embargo, cuando se conoce cuáles eran los propósitos del millonario, la historia comienza una cuesta abajo sin frenos que, además, deja inacabado el argumento, abandonando al espectador con la apasionante trama que, en teoría, empieza por el final. El proyecto, escrito, producido y dirigido por Sheldon Reynolds, un oscuro realizador fascinado por la figura de Sherlock Holmes, toma partes prestadas de El tercer hombre, de Carol Reed y de Míster Arkadin, de Orson Welles, tiene una puesta en escena elegante, con ese color que sólo los años cincuenta fueron capaces de dar y, no obstante, no acaba de funcionar. El misterio se resuelve, parece que empieza una nueva intriga y ahí termina todo. La interpretación de Ingrid Thulin es excesivamente ingenua y ella no está bien maquillada y fotografiada siendo una mujer de una belleza excepcional. Demasiados elementos confluyen en esta película para hacer de ella algo contradictorio, que denota preparación, pero no todos los elementos encajan debido, principalmente, a la decepción que supone en su último tercio.

Y es que no cabe duda de que ninguna fortuna ha sido construida a base de mucho trabajo. Las trampas y la asociación con algunos personajes muy poco recomendables suelen ser bastante frecuentes en las altas finanzas que, por otra parte, es otra forma de llamar al chantaje. El espionaje es el nexo de unión entre la élite empresarial y el poder político y Europa acaba de salir de una guerra casi innombrable. La noche en Europa se cierne de nuevo porque siempre habrá intereses que traten de volver a dominar el panorama internacional. Y, a veces, evitarlo es cuestión de un solo hombre que decidió investigar ese universo de presiones alrededor de un multimillonario que, aparentemente, ha sufrido un ataque al corazón. Todos quieren saber si dijo algo. Más que nada porque, cuando eso sucede, cuando un hombre rico muere, todos quieren sacar algo más que el falso luto por su memoria.

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