“Una
unidad en Vietnam imprimió unas tarjetas en las que decía: “Nuestro negocio es matar, y
el negocio va bien”. Aquí, nuestro negocio es enterrar, y el negocio va
mejor.”
Demasiado dolor
acumulado en esos jardines de piedra que contienen a tantos jóvenes que fueron
a combatir y no volvieron. El Sargento Hazard lo sabe bien porque, después de
combatir en el frente, está destinado en la unidad de enterramiento del
cementerio de Arlington. Muchos nombres anónimos y muchos años sin vivir. Ya
todo está dicho y, sin embargo, algo queda por decir. Sobre todo, cuando la
tragedia está tan cerca y esos jóvenes han dado más de lo que podían por algo
que nadie comprende, ni siquiera el Sargento Hazard. Ya se ha ido, ya se ha
combatido, ya se ha estado allí. Es hora de volver y dejar atrás tantas
lágrimas. Quizá sea el momento de rehacer su vida al lado de una mujer que
también sabe lo que es el dolor, o compartir unas cuantas cervezas entre
servicio y servicio con su viejo amigo, el Sargento Nelson. Con él ha derramado
su sangre, su sudor y su pena y no hay nada que pueda unir más. Aún así, habrá
que derramar más llanto porque seguirá habiendo algún nombre más que conocido
en la lista de bajas. Y los jardines de piedra permanecerán como un monumento para
aquellos que nunca debieron estar allí.
En la retaguardia,
parece que todo se sumerge en una especie de líquido anestesiante porque no se
ve sangre, no hay disparos. Sólo ataúdes y la emoción desbordada. También hay
sitio para algo de culpabilidad porque se removieron algunos palos para que ese
chico, Jackie Willow, fuera a la Academia militar y tuviese plaza asegurada
para el Sudeste asiático. Todo es real y, sin embargo, las despedidas son
brillantes, impecables, realistas, arrasadoras.
Francis Ford Coppola
dirigió esta película con una enorme sensibilidad, haciendo que se intuyera la
tristeza en el rostro de esos dos veteranos sargentos interpretados con calma y
sabiduría por James Caan y James Earl Jones maravillosamente secundados por un
reparto de enorme categoría que incluía nombres como Anjelica Huston, Mary
Stuart Masterson, Dean Stockwell, Lonette McKee, Sam Bottoms, Elias Koteas, D.
B. Sweeney (quizá el más flojo de todos ellos) y Laurence Fishburne. La última
despedida a cientos de soldados que llegan a Arlington no es la forma de vida
más adecuada para unos tipos que lo han dado todo por su país, incluso en una
guerra en la que no creían. Con suavidad en las imágenes, llevando un pulso de
terciopelo en todo momento, Coppola articula una cinta de notable calado. Sin
preciosismos, sin impactantes imágenes de virtuosismo fílmico. Sólo con la
sencillez en la cámara.
Así que es tiempo de
guardar silencio y montar guardia. Ser conscientes de todas las vidas que se
perdieron en una guerra injusta y maldita. Sacar brillo al uniforme de gala y
desfilar ante las tumbas con precisión matemática. Ellos merecen el honor. Y
sus familias deben recibir todos los homenajes. Será en esos jardines de piedra
de lápidas gemelas.
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