Ayudar a los demás es
algo que debe nacer del corazón. No importa que se hayan tenido experiencias
previas que impulsan ese sentimiento. Trabajar en medio de familias que se van
desflecando con el paso del tiempo no es nada fácil porque, a menudo, hay que
toparse con la hostilidad de los padres, con ese deseo, no siempre cumplido, de
preservar la intimidad de una casa. Las contestaciones injustas, las salidas de
tono, el fingimiento desconsiderado, son cosas que están a la orden del día en la vigilancia social de los menores. Emily
Jenkins sufre mucho por todos los casos que se le encomiendan porque sabe que
los débiles suelen ser los niños. El trabajo la agobia porque no da abasto,
apenas tiene vida personal. Quizá haya algo por ahí, pero no tiene tiempo de
iniciar una relación seria. Sin embargo, además de los treinta y ocho casos que
debe llevar, tiene otro muy especial.
Las apariencias pueden
llegar a engañar totalmente. Los padres parecen desquiciados y hay indicios de
maltrato hacia su hija. Una llamada inesperada, Emily convence a un amigo
policía y salvan a la niña de una muerte espantosa. Ella cree que la chiquilla
merece una segunda oportunidad y se ofrece como madre de acogida. No sabe que
está cometiendo el mayor error de su vida. Tal vez porque Emily ha querido
sembrar tanto amor y conciliación que no ha reparado en que el diablo también
anda metido entre sus expedientes.
Esta es una película
que fue condenada desde el mismo momento en que se hicieron sus pases previos.
La crítica la machacó insistentemente, se hicieron cambios en el final y no
llegó a estrenarse en cines hasta tres años después de finalizado el rodaje.
Hoy, escondida en cualquier sitio, está ahí esperando su oportunidad porque,
sin llegar a ser una absoluta obra maestra, es una película de terror que, en
algunos momentos, llega a ser escalofriante, con momentos sobrecogedores. Quizá
no contenga las mejores interpretaciones posibles y el personaje del amigo
policía de la psicóloga interpretada por Renée Zellwegger no está demasiado
bien dibujado, pero está por encima de muchos subproductos del género que han
tenido cierto éxito entre el público. También la cercanía en el tiempo de una
película como La huérfana debió de
influir mucho a la hora de pensarse su estreno, pero no deja de ser un
ejercicio aceptable, que no huye de los tópicos que siempre han funcionado y,
además, introduce alguna que otra situación de cierta originalidad.
Y es que acoger a alguien extraño es algo que no deja de tener riesgo porque es posible que la niña en cuestión tenga una mirada especial hacia ciertas cosas. Al fin y al cabo, mucha gente ha criado monstruos basándose en dar todos los caprichos y accediendo a todas las peticiones. Y, en ocasiones, no somos lo que parecemos, por mucho ángel que pongamos en la cara y mucha voz delicada que intentemos grabar en las conciencias ajenas. Es difícil acabar con el mal en sí mismo. Es posible que sea porque nunca acaba. Siempre está ahí esperando que alguien lo adopte.
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