martes, 14 de diciembre de 2021

DE MIEDO TAMBIÉN SE MUERE (1978), de Burt Reynolds

 

Wendell Lawson no es el primero que recibe la noticia de que no le queda mucho tiempo de vida y que decide que lo mejor es acabar cuanto antes. El plan es perfecto, pero tiene sus carencias. Hay que tener redaños para hacerlo y Lawson tiene más bien pocos. Así que lo mejor es agenciarse a alguien para que haga el trabajo y así no tiene que enfrentarse a la meditación del cómo y del cuándo. La muerte le pillará de improviso y así será bienvenida. Lawson, además, es un poco infantil. La hipocondría y los complejos han anidado en él y se comporta como un niño en algunas cosas, pero sin llegar a ser ridículo. En el fondo, cualquiera se puede ver identificado en sus temores y traumas. Es egoísta y es incapaz de mantener una relación madura, pero su decisión es todo un tratado de la muerte y de la forma de morir. Quizá la ética se quede arrinconada en algún lugar, pero eso, en las horas desesperadas de un hombre que quiere acabar con todo y no sabe cómo, tiene muy poca importancia. Al fin y al cabo, la muerte no es ningún orgullo y, en cambio, es un negocio muy serio.

Lawson, después de todo, tiene una relación casi comercial con su ex esposa, posee unos padres algo débiles e, incluso, sale con una chica que es aún más débil. Por el contrario, su hija es más madura que él, su abogado es un poco pesado y, para completar el cuadro, se confiesa con un novicio bastante ingenuo y ha decidido que un esquizofrénico mental sea el encargado de buscarle el final. Las cosas no cuadran demasiado en su vida. Hallarse al final de la cuerda no es una situación deseable. Mejor acabar y hacer borrón y cuenta nueva.

No cabe duda de que Burt Reynolds realiza un espléndido trabajo de dirección en esta comedia negra que llega a arrancar carcajadas, pero el que lleva la responsabilidad de la mayor parte de ellas es un Dom deLuise en estado de risa. Incluso está decidido a tirar a la víctima desde lo alto de una torre, pero no está seguro de que sea suficientemente alta. Por si eso fuera poco, el reparto es de auténtico lujo con Joanne Woodward, Sally Field, Carl Reiner y Myrna Loy. Y lo más terrible de todo es que muy pocas personas conozcan esta estupenda película, realizada con brillantez, con unos diálogos llenos de dobles y triples sentidos y con situaciones realmente hilarantes. Todo para decir que, en efecto, el miedo también es una razón para morir.

Por supuesto, estoy de acuerdo. El suicidio no es para tomarlo a broma, pero aquí hay ingenio como para pensárselo dos veces porque, en el fondo, es una película que habla sobre la vida y sobre la oportunidad de hacer las cosas mientras se tenga la oportunidad de hacerlas. Puede que ésta sea una historia que haga que amemos un poco más nuestra existencia…y pensárselo dos veces antes de que venga un tipo más pirado que una cabra sin cuernos para quitarnos todo lo que somos, seremos y hemos sido. Quizá sea mejor tener una larga charla…o monólogo con el de ahí arriba. Puede que nos sintamos más a gusto.

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