Wendell Lawson no es el
primero que recibe la noticia de que no le queda mucho tiempo de vida y que
decide que lo mejor es acabar cuanto antes. El plan es perfecto, pero tiene sus
carencias. Hay que tener redaños para hacerlo y Lawson tiene más bien pocos.
Así que lo mejor es agenciarse a alguien para que haga el trabajo y así no
tiene que enfrentarse a la meditación del cómo y del cuándo. La muerte le
pillará de improviso y así será bienvenida. Lawson, además, es un poco
infantil. La hipocondría y los complejos han anidado en él y se comporta como
un niño en algunas cosas, pero sin llegar a ser ridículo. En el fondo,
cualquiera se puede ver identificado en sus temores y traumas. Es egoísta y es
incapaz de mantener una relación madura, pero su decisión es todo un tratado de
la muerte y de la forma de morir. Quizá la ética se quede arrinconada en algún
lugar, pero eso, en las horas desesperadas de un hombre que quiere acabar con
todo y no sabe cómo, tiene muy poca importancia. Al fin y al cabo, la muerte no
es ningún orgullo y, en cambio, es un negocio muy serio.
Lawson, después de
todo, tiene una relación casi comercial con su ex esposa, posee unos padres
algo débiles e, incluso, sale con una chica que es aún más débil. Por el
contrario, su hija es más madura que él, su abogado es un poco pesado y, para
completar el cuadro, se confiesa con un novicio bastante ingenuo y ha decidido
que un esquizofrénico mental sea el encargado de buscarle el final. Las cosas
no cuadran demasiado en su vida. Hallarse al final de la cuerda no es una
situación deseable. Mejor acabar y hacer borrón y cuenta nueva.
No cabe duda de que
Burt Reynolds realiza un espléndido trabajo de dirección en esta comedia negra
que llega a arrancar carcajadas, pero el que lleva la responsabilidad de la
mayor parte de ellas es un Dom deLuise en estado de risa. Incluso está decidido
a tirar a la víctima desde lo alto de una torre, pero no está seguro de que sea
suficientemente alta. Por si eso fuera poco, el reparto es de auténtico lujo
con Joanne Woodward, Sally Field, Carl Reiner y Myrna Loy. Y lo más terrible de
todo es que muy pocas personas conozcan esta estupenda película, realizada con
brillantez, con unos diálogos llenos de dobles y triples sentidos y con
situaciones realmente hilarantes. Todo para decir que, en efecto, el miedo
también es una razón para morir.
Por supuesto, estoy de acuerdo. El suicidio no es para tomarlo a broma, pero aquí hay ingenio como para pensárselo dos veces porque, en el fondo, es una película que habla sobre la vida y sobre la oportunidad de hacer las cosas mientras se tenga la oportunidad de hacerlas. Puede que ésta sea una historia que haga que amemos un poco más nuestra existencia…y pensárselo dos veces antes de que venga un tipo más pirado que una cabra sin cuernos para quitarnos todo lo que somos, seremos y hemos sido. Quizá sea mejor tener una larga charla…o monólogo con el de ahí arriba. Puede que nos sintamos más a gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario