A Paul Rusesabagina,
gerente del hotel Mille Colline de Kigali, le gusta imprimir un toque de estilo
al negocio. Quiere que la gente se marche satisfecha de ese país que llegó a
ser calificado como “la Suiza africana” por su belleza y su tranquilidad. Sin
embargo, los blancos y sus colonizaciones estúpidas dejaron una herencia que
acabó por estallar en la cara de todos los que vivían allí. Los belgas
clasificaron a la población entre hutus y tutsis. Los hutus eran más guapos,
con más clase, más europeos. Los tutsis eran africanos, atrasados, se
encargaban de los oficios más bajos. Ni siquiera se atendieron a criterios de
raza. Al final, el poder, que tiene demasiado de erótico, se encargó de
comenzar la siempre despreciable limpieza étnica que, en este caso, ni siquiera
era por raza, sino por clase y condición. Una guerra civil increíble que se
origina por la ceguera asesina de los blancos.
Rusesabagina, casi sin
quererlo, convierte a su hotel en un asilo para todos los tutsis, hutus y
blancos que desean refugio. Llegará a los mil huéspedes en un establecimiento
pensado para doscientos, se encargará de la intendencia, hará gestiones con los
militares destacados de las Naciones Unidas, paupérrima representación de un
Occidente que creía que esa guerra jamás le daría votos, acudirá al contrabando
para contar con suministros suficientes, negociará con militares hutus, siempre
al filo, en el mismo borde de perderlo todo, incluso la propia vida. El hotel
Mille Colline se convertirá en un oasis para refugiados, en casi un fuerte a
salvo de las brutales embestidas de una guerra que costó casi un millón de
muertos mientras los blancos, como siempre, miraban hacia otro lado. Con
ingenio, con decisión, con energía, creyendo en lo que se hace. Sólo en un momento
parece que se rinde porque no puede luchar ya contra la sinrazón más extrema,
sólo rendirse y pedir que le disparen de una vez porque es incapaz de cuidar de
todos. Eso se cree él.
Don Cheadle realiza una interpretación espectacular en la piel de ese gerente que sobrepasa todas sus obligaciones y antepone el humanismo a cualquier otra creencia con tal de salvar vidas. Incluso implicando a la misma propiedad del hotel en una lucha política que no hace más que evidenciar lo despreciable de las potencias europeas mientras la gente agoniza y muere. Con escenas terribles y una psicología extraordinaria, Paul Rusesabagina llevó al máximo su capacidad de negociación, su increíble entrega por la raza humana, su mano izquierda para hablar con unos y con otros y atacar su punto más débil. Siempre habrá sitio para el débil en su corazón y, por supuesto, eso incluirá el amor más entregado hacia su familia a la que quiere salvar a toda costa. Pasen ustedes al hotel Mille Colline. Allí encontrarán algo más que una cama y un lugar donde mirar al futuro con esperanza. Encontrarán el estilo de un hombre que lo arriesgó todo por aportar algo a la gente, a la más cercana, fueran hutus o tutsis, fueran blancos o negros. Firmen en el registro. No quedará constancia.
2 comentarios:
El momento en el que Paul Rusesabagina y un ayudante viajan en Jeep hacia el almacén de un proveedor para comprar productos básicos. Aún no ha amanecido. El Jeep avanza por una carretera, plagada de obstáculos. Las primeras luces del alba, iluminan un paisaje de pesadilla. Los obstáculos no son socavones o piedras. Son cadáveres mutilados.
Sobrecogedora.
Cierto. Es una escena que se te queda grabada en la mente. Terrible. Gracias por la aportación.
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