miércoles, 12 de enero de 2022

PETER BOGDANOVICH: EL HOMBRE QUE SOLÍAS SER

 

En ocasiones, cuando se comunica el fallecimiento de alguien que te ha acompañado durante toda tu vida aunque no hayas llegado a conocerle, lo sientes como si hubieras perdido a un amigo. Y eso es lo que me ha pasado con Peter Bogdanovich. Creci con sus películas y siempre admiré esa capacidad para rendir homenaje al mismo cine sin importar demasiado cuál era la historia. El cine fue su vida desde el principio. Como espectador, vio todo, analizó todo, descifró todo y, más tarde, intentó hacerlo. Tuvo su momento de gloria porque era poseedor de una ironía y de un sentido del humor muy fino. Después, encadenó varios fracasos consecutivos cuando ya estaba en la cima. Y, por último, su relación con la muerte de la modelo de Playboy Dorothy Stratten acabó por despertar todas las desconfianzas. El hombre que solía ser sinónimo de calidad pasó a convertirse en el tipo que tuvo una vida privada en franco desequilibrio y que era incapaz de hacer otra película de éxito.

Pocas veces he conseguido reírme tanto en un cine como lo hice en ¿Qué me pasa, doctor? Aquella historia de tres maletas, de unas piedras sonoras, de una alocada persecución en bicicleta y de un pánfilo atrapado en las redes de una chica que era un seísmo arrancó carcajadas a primeros de los setenta bajo la sombra de la calidad de Howard Hawks y de las screwball comedies más clásicas de los años treinta. Peter Bogdanovich era tan bueno, que era capaz de hacer revivir al espectador de esos años de desorientación y decepciones el júbilo de una comedia que no reparaba en lógicas y que trataba de hacer reír en cada secuencia con unos diálogos vertiginosos, unas situaciones tronchantes y unos actores entregados.

Por supuesto, fue el anzuelo perfecto. Eso hizo que quisiera más películas de ese individuo de apellido algo impronunciable. Me sumergí en la tristeza que emana de La última sesión, considerada por muchos como su mejor película y supe que la vida también podía ser en blanco y negro y estar recubierta de una melancolía juvenil llena de polvo y derrota. Luego quise ver ese tratado sobre la picaresca que es Luna de papel y reírme con las ocurrencias de Ryan y Tatum O´Neal, perdidos en las carreteras de los años veinte, tratando de sacar unos pocos dólares. Y ese tal Bogdanovich consiguió sacarme una sonrisa mezclada con una mirada sabia. A veces, el cine tiene estas cosas. Y ese director conseguía esa extraña mezcla de sentimientos con sabiduría, y sin dejar la ironía de lado.

Fue Chicho Ibáñez Serrador quien me descubrió una película suya en su mítico Mis terrores favoritos y esa no fue otra que El héroe anda suelto, un acercamiento a la violencia psicópata y a una declaración llena de tristeza en la que se aseguraba que el cine de terror ya no tenía ningún sentido porque el pánico estaba suelto por las calles. Con Boris Karloff como protagonista y héroe, Bogdanovich hizo una película con trazas de cineasta muy independiente y, a la vez, enormemente efectiva. Sin demasiadas concesiones y con la certeza de que el cine es capaz de cambiar la vida y, también, de salvarla.

Después de tantos éxitos seguidos, comenzó la cuesta abajo. Abandonó a su esposa y colaboradora, Polly Platt, para iniciar un romance de larga duración con la actriz Cybill Shepherd. Se empeñó en realizar un vehículo para el lucimiento de su pareja y Una señorita rebelde, una comedia sobre el choque de los modos y maneras de conducirse en la rígida Europa de finales del siglo XIX fue una película cara y un fracaso aún más caro. No contento con eso, intentó rendir homenaje a Cole Porter y su música a través de un musical de gran formato como es Un largo y definitivo amor en el que trató de convertir en estrellas del género a intérpretes que se hallaban muy alejados de él como la propia Cybill Shepherd o Burt Reynolds. Con una producción lujosa y con todos los medios a su alcance, la película es mucho mejor de lo que la crítica de la época quiso otorgarle y la masacró sin conmiseración. Bogdanovich ya no era un realizador tan brillante, sólo era un tipo que quería homenajear al cine, al mejor cine, y no sabía cómo hacerlo. A pesar de todo, estaban muy equivocados.

Aún intentó una última gran producción con Nickelodeon: Así empezó Hollywood todo un homenaje a los pioneros del cine a través del slapstick y de la comedia más loca. Naufragó totalmente y, en esta ocasión, con motivo. Bogdanovich quiso ser gracioso y se volvió pesado, sucediendo los gags en una película que navegó sin control, excesiva en todas sus facetas. Probablemente hundido porque la separación de Cybill Shepherd era un hecho y tuvo que sustituirla a toda prisa, el director intentó revivir viejos tiempos juntando en el reparto a Ryan O´Neal con su hija Tatum, con Burt Reynolds, con Brian Keith, con Stella Stevens y con el siempre efectivo John Ritter. Todo fue en vano. Provocó pérdidas millonarias y perdió toda la confianza de la industria. Bogdanovich estaba en punto muerto.

Le costó casi tres años poner en pie una película modesta, de muy bajo presupuesto, que no fue ningún éxito de público, pero que llamó la atención de la crítica. Saint Jack, con Ben Gazzara en el papel protagonista, habla sobre un jugador de ventaja que quiere hacer un último negocio para poder regresar a los Estados Unidos desde Singapur. La película, aún así, se advierte deslavazada, algo aburrida, pero abrió algún que otro interrogante que no sirvió de mucho a Bogdanovich.

Con enormes dificultades financieras, puso en pie una excelente película que no tuvo ninguna repercusión. Todos rieron es una comedia detectivesca marcada por la presencia de una madura Audrey Hepburn, antiguo amor de un investigador privado encarnado por Ben Gazzara. El escándalo perjudicó notablemente la distribución de esta película porque Bogdanovich se enamoró de la modelo de Playboy Dorothy Stratten y fue asesinada por su marido cuando le hizo saber su intención de abandonarle para irse a vivir con el director. La historia fue contada, pocos años después, en la que fue la última película de Bob Fosse, Star 80 en la que el papel del personaje que, supuestamente, es el de Peter Bogdanovich, no sale muy bien parado. El director denunció a Fosse y a los guionistas y perdió. Y el sensacionalismo hizo el resto. Peter Bogdanovich ha quedado como un manipulador que fue, en parte, culpable de la muerte de la modelo. Todo esto hizo que Todos rieron tuviera un estreno muy limitado y, aún hoy, es difícil de conseguir. En compensación y, en un giro digno del Vértigo, de Hitchcock, Bogdanovich se casó con la hermana de Dorothy, Louise Stratten, en un matrimonio que duró trece años.

Cuatro años sin rodar y, cuando volvió a ponerse tras las cámaras, lo hizo con un proyecto ajeno como Máscara, la historia de un joven con un rostro deforme que, a pesar de todo, consigue algo de felicidad en un mundo que ya está demasiado pendiente de la imagen. Un excelente drama que reportó la primera nominación al Oscar para Cher.

A pesar de ser una película inocuamente divertida, Infielmente tuyo fue otro vehículo pensado para el fugaz estrellato de Rob Lowe. Con momentos divertidos dentro de una comedia de intriga, la película también tuvo un estreno reducido y pasó con rapidez al mercado del vídeo donde consiguió algo más de dinero.

Intenta reverdecer viejos laureles con una especie de segunda parte de La última sesión con Texasville, pero había pasado ya demasiado tiempo. Nadie parecía acordarse de esa película que revolucionó a los jóvenes de principios de los setenta con una mirada triste y nostálgica y fue otro completo fracaso.

Con ¡Qué ruina de función!, Bogdanovich se marca un par de lecciones sobre cómo filmar una obra de teatro descubriendo lo que ocurre entre bambalinas. Con un reparto extraordinario que incluía a Michael Caine, Carol Burnett, Christopher Reeve, John Ritter, Denholm Elliott y Julie Hagerty, el director imprime el ritmo necesario a una obra trepidante, divertida y sin respiro (estrenada en España con el título desafortunado de Por delante y por detrás) que, sin embargo, vuelve a estrellarse en taquilla. Con el tiempo, la película ha ido ganando adeptos y, hoy en día, es un pequeño clásico. Otro más que nos dejó este viejo amigo que puso todos sus conocimientos de arte dramático a nuestra disposición.

No acierta con el tono de Esa cosa llamada amor, con River Phoenix como protagonista, entre otras cosas porque Bogdanovich no sabe moverse en los ambientes de la música country, no pertenecía a esa generación y su mirada es distante aunque la película es aceptable. Aún así, fue otro fracaso sin paliativos. Tampoco tuvo éxito El maullido del gato, la historia del asesinato del cineasta Thomas Ince en el yate del magnate multimillonario William Randolph Hearst con Kirsten Dunst y Cary Elwes de protagonistas. Las fórmulas habituales de Peter Bogdanovich parecían estar agotadas.

Sin embargo, aún nos tenía preparada una pequeña joya que, como es habitual, tampoco tuvo ningún éxito y es una película más que notable, testimonio de amor por el mundo del teatro, con aroma a comedia clásica y sofisticada titulada Lío en Broadway. Aquí es como si Bogdanovich nos dijera que una comedia se hace así, con elegancia, con buenas situaciones, sin buscar la risa del espectador a cualquier precio, con mesura, con un gusto exquisito y con un reparto tan solvente que incluye nombres como Owen Wilson, Jennifer Aniston, Rhys Ifans, Cybill Shepherd o Austin Pendleton. Con un guión escrito por él mismo y por su ya ex mujer Louise Stratten, la película es una auténtica delicia que merece ser vista desde los ojos de un hombre que sabía que ya le quedaba muy poco cine por hacer y que, a pesar de todo, a pesar de todos, quiso seguir siendo el hombre que solía ser. Un director independiente, criado y educado en las salas de cine, al que se debe una impagable labor como historiador y crítico con libros fundamentales como sus estudios sobre Orson Welles o varios documentales entre los que destaca su retrato insustituible sobre John Ford.

Todos reiremos, Peter. Gracias por buscar tantas fórmulas para hacer que el cine estuviera más cerca, como un buen amigo, como tú.  

3 comentarios:

dexterzgz dijo...

Tuve la misma sensación que tú al enterarme de la muerte de este director. No cabe duda de que era un tipo especial que te hacía sentir especial como cinéfilo, te hacía pensar si el mundo no se divide entre quienes amamos realmente las películas y quienes no (que no se entienda un matiz de mensaje supremacista, por favor). No mencionas su labor como documentalista que es extensa, tanto en la producción de material propio (no he visto casi nada pero su documental sobre Ford se considera una referencia) como de ajeno ya que no hay docu sobre cine en el que no aparezca embelesándonos por su sabiduría. Yo siempre lo he considerado una especie de "Truffaut americano". Es posible que la nouvelle vague pusiera en su lugar y reivindicara el papel de los directores del Hollywood clásico que posteriormente también tendrían un gran valedor en la figura de Mr. Peter.

Y sientes que el mundo se te escapa de las manos cada vez que se nos va uno de los nuestros. Nos quedan unos cuantos (todos los tenemos en la cabeza) a los que va a ser especialmente duro despedir.

Yo este fin de semana volví a ver - por enésima vez- "La última película" y enlacé al día siguiente con "Texasville" - esta creo que sólo la vi en su estreno, por cierto en un programa doble con "El silencio de los corderos". Por supuesto, "La última película" me parece maravillosa y no me canso de verla, y la considero, entre tantos padrinos, tiburones, cabarets y taxistas neoyorkinos, una de las grandísimas películas de los setenta. De "Texasville" me quedé con un detalle maravilloso, la escena en la que el personaje de Bottons, más p´aquí que p´allá, se sienta en una butaca del cine de su juventud ya derruido, con la vista clavada en el horizonte e imaginado su última película, en una pantalla con vistas al cielo. Creo que Bogdanovich nos retrató a muchos en esa escena, el mundo va hacia un lado, y hay algunos que vamos hacia otro.

Estoy realmente triste, que además se me marchitaron los lirios del valle ¿me pasa algo, doctor?

Abrazos desde el manillar de una bici, bajando a toda leche por una calle de San Francisco a punto de esmorrarme contra un espejo.

CARPET_WALLY dijo...

"Pues estamos juntos en esto", que diría cualquier manido guion de cualquier película de serie B o incluso peor.

Y si, es una buena forma de decir que nos solidarizamos cada vez que se va alguno de estos referentes que tenemos los que amamos el cine y los que hemos crecido viendo algunos films que nos parece inolvidables.

Hay un relato de Mario Benedetti (os pego el enlace por si lo queréis leer, es maravilloso - https://www.literatura.us/benedetti/viudos.html ) que habla de forma maravillosa de esa fraternidad y vacío que sentimos al unísono cuando se va una de estas figuras.

Yo sin embargo, no aprecio tanto "The last picture show", nunca me enganchó demasiado y me sentía muy lejos de los personajes y de sus peripecias. Demasiado americanas tal vez (me pasa algo muy similar con "American Graffiti").

Pero con las comedias, me pasa como al lobo, me entra la risa floja tanto como en los clásicos de Hawks o más. "Que ruina de función" me parece una maravilla por su precisión y porque su primera media hora es de carcajada continua. Me parece tremenda también la clase de "Lio en Broadway" que encontré hace poquito y ya comenté aquí. Y "¿que me pasa doctor?" es una fiera de mi niña actualizada trepidante, divertida e irrepetible.

Y al poco el que vino a cenar...Será ley de vida, pero a veces estaría bien que la vida cambiara un poco la legislación.

Abrazos echando ardillas a las nueces

César Bardés dijo...

Menciono de pasada su documental sobre John Ford que, probablemente, es el mejor que se haya hecho nunca sobre el tuerto genial. Está bien visto eso de considerarle como el "Truffaut americano". Por rebeldía, por inmenso amor al cine y por su labor extra cinematográfica como estudioso y autor de varios libros (por mucho que "Ciudadano Welles" siga al pie de la letra el esquema fijado por Truffaut en su libro de Hitchcock), es muy asimilable esa figura.
No sé, era un tío que sabía dar con la tecla en el momento adecuado. No merecía tanto fracaso a su alrededor. La crítica ensañada con "Un largo y definitivo amor" cuando es una película estupenda, o pasándole por encima, como si no existiera, con "Lío en Broadway" es una de las grandes injusticias que ha tenido la prensa y el público. Así como con esa estupenda película que era "Todos rieron" (yo la he visto sólo una vez, en los Roxy de la calle Fuencarral, hoy un supermercado Lidl) que tuvo tantos problemas de distribución que no se editó en vídeo ni en ningún formato físico condenándola a la condición de "película rara" y que nadie conoce cuando está Audrey Hepburn de protagonista...No sé. Se ensañaron con él, probablemente, porque sabía más que los demás.
No te preocupes, Dex. El viernes hablamos sobre lirios del valle.
Estupendo el relato de Benedetti, Carpet. Gracias por la aportación tan buena.
Fíjate que a mí sí me gusta "La última sesión", pero entiende perfectamente tu sensación. Más aún si la pones al lado de "American Graffiti" que, también me gusta, pero que también comprendo a la perfección la valoración que haces de ella.
Creo, sinceramente, que yéndose Bogdanovich el cine, hoy, ríe bastante menos.
Abrazos con rocas sonoras.