martes, 11 de enero de 2022

EL CRIMEN DE MONSIEUR LANGE (1932), de Jean Renoir

 

Puede que haya personas que merezcan morir. Y, tal vez, Batala sea una de ellas. Es un granuja, un maldito empresario que posee una imprenta y una publicación y no duda en explotar a todos sus trabajadores y acosar a las empleadas. La vida puede ser muy dura, muy fea, si todos los días tienes que cumplir tu obligación con un individuo que no respeta a las personas. Por el contrario, Amedee Lange es un obediente subalterno que, de vez en cuando, se lanza a escribir alguna historia. Es una buena persona, que guarda una considerable cantidad de bondad en su corazón y cree que lo que hace el señor Batala está muy mal. Sin embargo, cuando no se le pone freno a alguien que no tiene la más mínima idea de lo que es el respeto y la dignidad, se pueden cruzar muchas líneas que cualquier persona de ley no puede permitir. Y eso es lo que hace Amedee. No puede soportar que ese tipo se ría de todo el mundo, se aproveche de la debilidad de unos tiempos difíciles y trate de vivir como si no hubiera nadie más que él. Cuando las deudas sean inasumibles, Batala huirá como el perro que es en realidad. Amedee y sus compañeros se unen en una cooperativa para sacar adelante el negocio. Quizá haya una esperanza siempre y cuando los esfuerzos vayan en la misma dirección. Las personas que luchan pueden perder, pero casi siempre obtienen alguna recompensa, aunque sea pequeña.

Los conflictos de clase y la opresión de los trabajadores parecen estar en el ambiente de aquellos años en los que se avecinaba el frentepopulismo de Leon Blum. La utopía de un nuevo orden social parece hasta posible en ese horizonte gris y triste de una Francia que comienza a perder el rumbo. Sin embargo, los aprovechados siempre vuelven porque quieren recoger los frutos que no les corresponde y eso es lo que va a ocurrir. Arizona Jim nunca lo permitiría. Eso lo sabe muy bien el ínfimo Amedee. Ya sólo quedará recoger a la chica y dirigirse a la frontera, allí donde se pone el sol, bajo el lento cabalgar de unos tiempos que pasarán de largo y de una nueva oportunidad perdida. Ya habrá más papel en alguna que otra parte. Amedee ya será el creador de otro puñado de buenas historias sobre el Oeste con su héroe desenfundando para hacer justicia. Es tiempo de mirar a otra parte y no volver la vista atrás.

Jean Renoir dirige esta película que, bajo la apariencia de un crimen merecido, también expone alguna de sus ideas políticas. Como sólo se le podía ocurrir a él, lo hace con una puesta en escena algo caótica, sin deslizar ningún mensaje de forma evidente, sólo con la razón y la cámara en una historia en la que todo el mundo simpatizará con Amedee, ese hombrecillo que duda que se pueda hacer una película del Oeste en Francia y que sólo quiere escribir sus modestas páginas al lado de la chica de sus sueños. No es pedir mucho, aunque quizá la época diga todo lo contrario. La guerra estará a la vuelta de la esquina y Arizona Jim será sólo un puñado de letras sepultadas en el olvido.

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