jueves, 13 de enero de 2022

MUNICH EN VÍSPERAS DE LA GUERRA (2021), de Christian Schwochow

 

A pesar de ser una película de producción anglo-germana, no cabe duda de que forma parte de ese lavado de imagen que ha emprendido el cine británico para mejorar su prestigio frente al trauma que supuso el Brexit. En esta ocasión, no hay ninguna duda de que se pretende hacer pasar el efímero acuerdo de paz de Munich entre Neville Chamberlain y Adolf Hitler como una oportunidad para que Inglaterra y los aliados se preparasen para la guerra cuando, en realidad, fue justo al revés. Sirvió para que la más poderosa maquinaria de guerra que ha conocido el mundo tuviese muchos más medios y fuera aún más temible.

Así que asistimos al retrato del Primer Ministro inglés como si fuera el de un estratega que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener la paz en el continente europeo y que sus cesiones y concesiones eran meras tácticas para hacer frente convenientemente a un contrincante al que se iba a enfrentar más pronto que tarde. A pesar de esta tergiversación interpretativa de la Historia, no cabe duda de que la película guarda algunas virtudes como es la interpretación de Jeremy Irons en la piel de Neville Chamberlain y la evidencia del cuidado en la producción, con un diseño exhaustivo y atrayente de aquellos días de septiembre de 1938.

Por otro lado, dejando de lado la parte más apasionante de la trama que es, sin duda, la astucia que ponen en juego los contendientes en el tablero de ajedrez político, también se introduce una narración más íntima tejida con pequeñas conspiraciones, historias de amistad y frustraciones desde la perspectiva de unos personajes que apenas pudieron ser poco más que espectadores de toda esa esperanza en entredicho. El resultado es una película que se deja ver, con momentos de tensión muy logrados, a la vez que se describen otros con diálogos infantiles para justificar motivaciones diversas, además de un actor totalmente inadecuado como Ulrich Matthes para encarnar a Adolf Hitler, al que se parece aproximadamente con la misma similitud que un huevo alemán a una castaña escocesa.

El mundo contenía el aliento cuando, de hecho, se sabía perfectamente cuál iba a ser el desenlace. Celebrar una conferencia de paz para ganar algo de tiempo y conceder la región de los Suretes a Alemania sin el concurso de los checoslovacos no era más que un teatro mal llevado porque, en el fondo, no se deseaba el enfrentamiento contra el que era la mayor de las garantías contra las potenciales ambiciones soviéticas. Todo eso se obvia porque es mejor parecer tonto que serlo y es difícil llevar la cara limpia cuando se tiene muy sucia. Aún así, un día más de paz, en aquellos días, era un triunfo, efímero y pequeño, pero triunfo, al fin y al cabo. Munich fue el escenario del asesinato de la tranquilidad para medio mundo. Y la debilidad y los intereses supranacionales fueron los autores. Sólo se pudo parar aquello cuando aparecieron hombres con determinación, capaces de parar los pies a un loco sediento de venganza y de poder que creía en un Reich que duraría mil años.

La conferencia para una paz breve fue una crónica anunciada de una declaración de guerra. El espionaje no sirvió de nada porque, ni siquiera, pudo prever el siguiente movimiento del diablo. Y el infierno duró seis años mientras todos se desangraban en el terrible y desolado campo de batalla.

No hay comentarios: