Una de las teorías más
llamativas de esta guía es que, para ser feliz en el matrimonio, es
imprescindible ser infiel. Al menos, es lo que Ed Stander le cuenta a su amigo
Paul Manning. Todo por que éste le ha confesado de que es tan feliz con su
mujer, que teme perder todo lo que ha conseguido, que ya está cerca de tocar
techo. Bien es cierto que esta guía está algo anticuada. Ya saben, es sobre esa
época en que el signo más preclaro de sofisticación radicaba en los tres
martinis de aperitivo antes de comer, esos mismos días en que las tendencias
femeninas se marcaban entre las páginas del Playboy
y, por supuesto, en aquellos años en los que las guerras entre hombres y
mujeres se libraban en los suburbios acomodados de clase media y no en los
juzgados y tribunales. En esos tiempos, se pensaba que el adulterio era un
deporte y no un obstáculo y, eso hay que decirlo a favor de esta guía algo
insidiosa, se avisaba de que tenía muchos riesgos, de que no todo era como lo
pintaban y que la felicidad, sin duda, no estaba en la infidelidad.
Y es que, si buscamos
dentro de las mismas entrañas de esta comedia convertida en guía, lo cierto es
que lo único que le pasa al bueno de Paul Manning es que está con la picazón
del séptimo año. Ya saben. Ese momento en el que los hombres se dan cuenta de
que hay vida más allá del rellano de su casa y que un mundo entero de
posibilidades se abre y se ofrece y que el único freno para disfrutar de todo
eso se halla en el interior de la vivienda. Lo que se ha venido en llamar por
nuestros lares “la crisis de los cuarenta”. Más de uno ha caído, que lo sé yo.
Más que nada porque en todas estas consideraciones hay un componente de
ligereza, de disfrutar sin pensar demasiado en las consecuencias y, a pesar de
esa vida idealizada que contiene esta guía, también hay un momento para pensar
sobre ello aunque sin dejar de disfrutar de la actuación del atribulado Walter
Matthau, que va y viene y llega un momento en que no sabe si va o viene porque,
en contra de lo que pudiera parecer, hay hombres que tienen un resquicio de
ética o de conciencia en su interior y no es tan fácil cerrar completamente la
puerta a esos valores de clase media.
Así que, bajo la dirección de Gene Kelly, esta guía resulta atacada por el tiempo, con ambientes estéticamente irreprochables y elegancias trasnochadas, pero terriblemente entretenida, con algún que otro momento brillante, siempre desde una perspectiva dispuesta a reírse de los hombres y, también, a ponerles en valor, porque, seamos sinceros, para algo valen. No para mucho, desde luego, pero, en algún instante, tienen su utilidad y se hacen a sí mismos dos o tres preguntas. No todos piensan en lo mismo aunque, para muchos, sea lo más importante. Esos seguros que no necesitan una guía. La tienen algunos centímetros por debajo de la cintura.
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