Es
necesario relajar esos ceños fruncidos. A eso se aplica esta historia aunque
juegue con cosas que no dejan de ser serias. Por ejemplo, la revolución de la
clase obrera que, al ejercer el poder, se niega a perderlo aunque ello
signifique la supervivencia y el regreso a una aparente normalidad de ricos y
pobres. O, también, el estúpido afán por complacer a los que tienen el bolsillo
repleto dándoles la razón hasta cuando no la tienen. O, incluso, esa absurda
ambición masculina por plantear una polémica que no va a ser entendida por la
pareja ni en sueños. Sueños…eso sí puede ser serio. Sobre todo, si residen en
la cartera llena y en la total falta de escrúpulos del ser humano, sea de
arriba o de abajo.
Así que ahí se mueven
una serie de personajes a bordo de un yate de lujo que tienen que sufrir una
noche de aúpa porque coincide la tradicional cena del capitán con una marejada que hace que se remuevan los hígados hasta ver la luz. Están tan ocupados con
sus cosas del correr hacia arriba y hacia abajo tratando de encontrar un
momento de paz para el estómago que apenas pueden darse cuenta de que la
desgracia va a ocurrir muy en serio y que la estupidez congénita hace que pasen
necesidades cuando están en un lugar que tiene de todo. Mientras tanto, pues
derivamos un poco desde Titanic a El señor de las moscas, y de este modo,
llegamos a la seguridad de que no hay remedio para tanta estulticia y que, a
pesar de todo, sólo nos queda relajar ese ceñito fruncido que se ha instalado
de forma permanente en nuestras actitudes y nuestras reacciones.
Difícil y extraña
película de Ruben Östlund que oscila entre el rechazo y la carcajada gamberra.
Más que nada porque toca esos temas delicados con el fin de reírse de todos
ellos (“la diferencia entre un comunista
y un capitalista es que un comunista lee a Marx y a Engels y un capitalista
comprende a Marx y a Engels”), le añade una pizca de instinto destructivo,
le pone a todo unas cuantas copas de escatología supuestamente graciosa y ya
tenemos la película incómoda, procedente de lugares muy fríos, que
encantará a unos cuantos críticos de cine, agradará a los que están deseando
prender una mecha para que todo se vaya al fondo del mar y espantará a los que
creen que van a ver una película bonita y con sentido del humor tradicional. Lo
cierto es que, si entras en el juego que propone Östlund, no se pasa mal,
aunque tiene un trecho bastante largo que no hace más que subrayar lo que
quiere decir y que se lo podría haber ahorrado para hacer una película algo más
corta que esos 159 minutos que pesan como si fuera un venerable traficante de
armas.
Dentro de su originalidad, también hay instantes de vomitiva simpleza, algo que suele afectar a bastantes creadores que creen haber descubierto las ostras con caviar ruso e, incluso, a su favor hay que señalar que Östlund reparte leña hacia todos porque, al fin y al cabo, nuestra condición humana, corrupta, fiera y de ventaja, nos une. Y, por supuesto, también se guarda un par de carcajadas crueles hacia aquellos burgueses que tratan de bajar escalones para hacer lo que sí sabe llevar a cabo un proletario. En este crucero de la revolución, hay petardos hasta para las supuestas charlas motivacionales de cualquier equipo, la bobada continua del mundo de la moda (deslizando que, en ese terreno, no hay igualdad salarial con las mujeres) y la erótica del poder que es más sensual que cualquier otra cosa que podamos imaginar. No todo se puede comprar con dinero, pero sí es mucho más fácil si se tiene. Y eso sí que encrespa esos ceños fruncidos que tanto gritan cuando quieren, sencillamente, porque es ser parte de aquello mismo que critican.
1 comentario:
Yo creo que el hecho de que la califiques como una película difícil y extraña ya es un acicate para acercarse al cine y pagar la entrada. Lo único que puede tirar un poco de espaldas es su metraje (¿por qué las hacen ahora todas tan largas?). Y más tratándose de un realizador como Östund que suele partir de ideas brillantes, pero acaba estirando, estirando y se termina pidiendo la hora. Me pasó con "The square" que incluso llegó a arranca un par de buenas carcajadas, y hasta con "Fuerza mayor" que aunque es más cortita se me hizo más bien pesada de tanto darle vueltas a lo mismo.
En este caso hablo de oídas porque todavía no he visto la película. Lo cierto es que las críticas del sueco a la moderna burguesía y a los nuevos ricos siempre me parece que tienen un punto ( en este sentido "Puñales por la espalda 2" se me quedó muy corta aunque ya sé que son otras sus pretensiones). Nada que ver con Chabrol y Buñuel, directores de los cuales el director de "El triángulo" se declara fan. Por cierto que hace poco hablando hace poco con un conocido de Don Luis me soltó de repente " es que Buñuel era un pijo". Y yo le dije, "bueno, si lo quieres ver de esa manera", es que en el fondo el cine es el arte más burgués que hay, en tanto que no sólo es arte sino también industria y dinero, requiere un apoyo financiero previo que no requiere escribir un libro o pintar un cuadro. Por supuesto, Buñuel no hubiera podido hacer "Un perro andaluz" sin las famosas 25.000 pesetas que le prestó su madre, ni hubiera podido hacer "Las hurdes" sin el famoso billete premiado en la lotería de Ramón Acín. Es difícil mantener el equilibrio entre el concepto de cine como arte y como industria, lo complicado está, creo yo, en mantener la honestidad. No sé si Östund lo consigue.
Abrazos a estribor
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