Lydia
Tár es una mujer que ha alcanzado la élite a base de trabajo, de esfuerzo, de
dar calidad en cada una de sus interpretaciones, fruto de un estudio continuo
que ha hecho de ella una de las figuras más reconocidas dentro del mundo de la
música clásica. Sin embargo, no está a salvo del fracaso. Entre los
pentagramas, los ensayos, la pasión por la mejor melodía, su agenda, la
escritura de un libro, la grabación de la Quinta de Mahler y la selección de
algún nuevo miembro de la Filarmónica de Berlín, se cuela algún error, casi
ínfimo. Una tontería, en realidad. Algo que se va haciendo más grande hasta que
es imposible de controlar. Ya no es matemática musical, ahora es improvisación
vital.
Tár ha intentado tener
todo su mundo en orden. Su pareja, su hija, sus innumerables compromisos, sus
clases magistrales, sus idas y venidas, su avión, sus entrevistas…es una
profesional de pies a cabeza y da lo mejor en cada una de sus representaciones.
La vida es la que pone la nota disonante. Y, poco a poco, se empieza a caer
todo el edificio de su existencia. Ella no puede hacer nada. Sólo asistir a la
enorme extorsión de sonido en la que se convierten cada uno de sus pasos. Y
así, comienza la huida, la lágrima, el punto sin retorno y la asunción del
atril más bajo de todo el escalafón musical.
La película, sin
ninguna duda, pertenece a Cate Blanchett. Ella está presente en todo momento y
consigue ofrecer todas las caras de una artista completa que comienza a perder
el control de todos sus actos. En ella reside ese punto de arrogancia que se
instala en todos aquellos que acarician la cúspide, también la incredulidad de
algo que es tan resbaladizo como vivir en unos tiempos tan políticamente
correctos que han instalado su propia dictadura moral que casi es peor que la
oficial. Y, en algún rincón de su alma de actriz impresionante, se halla el
deseo irrefrenable de sus propias pasiones que, por otra parte, tampoco
consigue controlar del todo. Tanto es así que sus propios descensos hacia la
tentación influyen en la vida de los que han compartido con ella los espejos del
deseo. El resultado es una película lenta, dirigida por Todd Field con una
evidente estructura de largas secuencias, llena de referencias al mundo de la
música, desde Fürtwangler a Dudamel, que no todos los espectadores son capaces
de distinguir, pero que se mantiene honestamente en pie porque al frente se
halla una mujer con unos recursos interpretativos escalofriantes, que va más
allá de la naturalidad sin caer nunca en el exceso y que es capaz de transmitir
sus pensamientos con un leve gesto de sus labios.
Así que, atentos señores, desde el primer compás tenemos la dinámica de una partitura que nos va a ofrecer todo tipo de matices. Desde el tierno al más áspero. Desde el fuerte hasta el más desamparado. El primer impulso a la hora de dirigir una orquesta, ese movimiento que el director o directora de orquesta marca el inicio de la pieza, se denomina anacrusa. Y Cate Blanchett lo ejecuta a la perfección, como si lo hubiera hecho desde que tenía seis años. El resto son pasiones mundanas en la que destaca esa maravillosa escena en su clase magistral contestando como es debido a un alumno que es prisionero del pensamiento políticamente correcto y es incapaz de interpretar a Bach por el tipo de hombre que era. A esto hemos llegado. Deberíamos avergonzarnos. Deberíamos cortarnos las venas sobre las partituras, sobre las películas, sobre las pinturas, sobre cualquier forma de arte y proferir nuestro arrepentimiento eterno porque estamos cercenando la parte más bella del ser humano. Esa bestia salvaje, inútil, corrupta que, desde luego, es capaz de lo peor, pero que, por otro lado, también es fabricante de belleza. Y en lugar de quedarnos con lo bueno, preferimos lo malo. Felices notas.
4 comentarios:
Gran película
Notable, sí.
Eres capaz de hacer tuya la atmósfera de una película y darle tu impronta narrativa en tus críticas. Transmites pasión en cada párrafo y desnudas el alma de la protagonista, hilvanando ideas, imágenes, sentimientos y palabras, con ese hilo invisible pero impagable de tu prosa. Eres grande César! Lo supe mucho antes de convertirte en “el hombre anécdotas de Twitter”. Sólo espero y deseo, escuchar y leer tu prodigiosa melodía narrativa en un gran periódico algún día. Mereces el lugar que te corresponde. Y ese día, me podré en pie desde el patio de butacas para aplaudirte.
Bueno, qué decir ante un comentario así. Muchísimas gracias por apreciar en tanto el trabajo que realizo. Ojalá alguna cabecera desee en algún momento que trabaje para ellos (aunque si te digo la verdad, no me quita el sueño, es un círculo muy cerrado que está reservado a unos pocos. De todas formas, estaremos atentos a la próxima jubilación de Boyero, a ver si "El País" se anima a tenerme entre sus filas). Espero y deseo que ese aplauso me llegue con claridad y que sepa corresponderlo poniendo lo mejor de mí en cada cosa que hago por y para el cine. Mil gracias y un saludo.
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