El
saltamontes es un insecto que no establece nido ni marca ningún territorio.
Salen a cazar en solitario salvo que deseen aparearse. Quizá, por eso, cuando
son encerrados en un tarro de cristal con algunos de sus congéneres comienzan a
preferir la quietud, estudiando a todos y cada uno de los especímenes que le
acompañan, permaneciendo en un estado que oscila entre la alerta y la
posibilidad de formar una comunidad. En ese encierro no deseado, deben tomar decisiones
que, a menudo, están penosamente combinadas con el dolor. Ya no pueden saltar y
puede, incluso, que lleguen al sacrificio porque la libertad es sólo un
espejismo que sólo se puede atisbar a través de un cristal separador.
Puede que, en algún
momento de los últimos años, algunos hayan creído que se desataron las siete
plagas del Apocalipsis debido a los acontecimientos catastróficos que nos han
ido golpeando en la moral y en la lógica. Erupciones de volcanes, pandemias,
guerras y, en el fondo, es posible que todo ello haya sido un aviso sobre la
falta de amor que vacía nuestras inútiles vidas. Inútiles porque, sin amor, el
ser humano puede que no tenga demasiado sentido en su propia existencia. Tal
vez algún sacrificio procedente de personas que saben lo que es el amor, que
viven lo que es el amor y que sienten todos y cada uno de los días de su vida
lo que es el amor sea el tributo a pagar para que haya una tregua entre la
Naturaleza y el ser humano. La pregunta sobre ese sacrificio se repetirá una y
otra vez, desafiando todas las leyes de la lógica, clavando en la cabeza la
sensación de que no hay nada que merezca la pena salvar si no demostramos
nuestra capacidad para hacer algo por los demás.
Y los saltamontes se
defienden, se revuelven, se niegan, aceptan su destino de insecto, y cantan
canciones que no van a tener un momento igual en medio del verano, en algún
bosque perdido, cerca de un lago paradisíaco, a la espera de que un milagro se
produzca cuando el verdadero milagro, el único milagro, somos nosotros mismos.
Mientras tanto, tendrán que soportar la trampa de las manos de algún humano, el
encierro en tarros y botes de cristal, mientras preparan el salto nervioso para
que todo vuelva a la ansiada normalidad de un mundo que se ha declarado, en demasiadas
ocasiones, como eminentemente hostil. Incluso para ellos cuando, en solitario,
sólo son unos bichos pintorescos que saltan de hoja en rama buscando el
alimento de todos los días.
Hay que reconocer que ésta es una de las películas mejor dirigidas por M. Night Shyamalan aunque carezca de la sorpresa final que tanto caracteriza la mayoría de sus obras anteriores. Con un dominio de la tensión extraordinario y precisando al máximo lo que quiere contar, la historia conserva muchísima fuerza en sus patas traseras, haciendo, de paso, más por el colectivo gay que muchas películas pretendidamente reivindicativas. Sólo en un instante de la trama parece que no hay una reacción demasiado certera, pero se disculpa con facilidad en ese mundo cargado de errores que debe ser salvado a toda costa desde una cabaña en medio del bosque. La película está bien llevada, muy mesurada, con violencia algo desgarrada en algún que otro pasaje y, sobre todo y ante todo, formula un par de preguntas que siempre son incómodas de contestar para cualquiera que tenga corazón, alma y sentimientos. ¿Estaría usted dispuesto a matar por amor? Y aún más allá… ¿estaría usted dispuesto a morir por amor? Intenten responder a esas preguntas y, tal vez, comprendan todo lo que ocurre cuando unos extraños llaman a una puerta con los ojos llenos de lágrimas y el temor sobrecogido en el pensamiento.
2 comentarios:
Yo he de reconocer que buena parte de mi relación con Eme se ha basado en el puro prejuicio. Después del subidón de "El sexto sentido", "El protegido" o "Señales" llegó con aquella de "La joven del agua" y me bajé del tren en marcha. Aún así he intentado subir, y por ejemplo "El bosque" me pareció un peliculón, quizá mi segunda favorita de Eme después de la de aquel niño que en ocasiones veía a Bruce Willis. Después vino el videojuego aquel con el hijo de Will "el Yoyas" y ya decidí perderle la pista.
"Time" me devolvió hace un par de temporadas la fe en Eme. Me parece una película ejemplar en cuanto al uso de la puesta en escena para manejar la tensión y el suspense. Y fue creo bastante masacrada (a ver si no voy a ser yo el único que tiene prejuicios). El caso es que después de ver la pinta y los comentarios de esta nueva película le pienso dar una oportunidad. Y desoír gansadas como la que oí hace no mucho diciendo que la mejor película de Eme al año pasado la había dirigido Jordan Peele y se llamaba "Nope"
Abrazos tras la puerta
Yo creo que, efectivamente, sus mejores películas son las tres primeras. Luego tiene cosas que son llamativas o aceptables y algún que otro fiasco.
Me dices que "El bosque" te parece un peliculón. A mí no me lo parece. Me dices que aborreces "La joven del agua" y a mí me parece una peliculita, sí, pero de lo más aceptable. Yo aborrezco el Shyamalan del guión poco cerrado y "El bosque" me parece que es una historia que no está nada de bien cerrada. Por supuesto, lo de "Airbender" lo dejamos aparte (eso marcó el principio de su declive) y, desde luego, "After Earth" me parece que es una película que, directamente no es suya. "Tiempo" me parece que tiene momentos estupendos (no digas que se llama "Time" porque no se llama así, se llama en original "Old") y alguno que otro que tampoco me pega nada.
Y ésta...bueno, pues ésta me parece que está inteligentemente planteada y dirigida. Creo que es la película en la que le he visto con la dirección más precisa a Shyamalan. No tiene elemento de "plot twist", no deja de ser una película de suspense psicológico (más que de terror) de desarrollo normal y con un grandísimo manejo de la tensión. Aquí es donde veo al Shyamalan más cineasta. Aunque, sí, sigo pensando que sus tres primeras películas son lo mejor que ha hecho y, posiblemente, que hará.
No me meto con "Múltiple" y con "Glass" porque ya sabéis lo que pienso de la una y de la otra. La primera, prometedora, la segunda, una decepción del quince y medio y cierta tomadura de pelo por parte de Shyamalan.
Abrazos con el hacha.
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