martes, 19 de diciembre de 2023

LA SOMBRA DEL ZAR AMARILLO (1967), de Jack Lee Thompson

 

El doctor John Hathaway ha colaborado varias veces con el gobierno de los Estados Unidos en sus estudios sobre nuevas formas de cultivo agrario y nutrición. Ahora ese mismo gobierno le reclama porque tiene que robar una fórmula que parecen haber obtenido los chinos sobre una enzima modificada que hace que cultivos que parecían imposibles, como piñas en ambientes gélidos, sean posibles. Los chinos han obtenido resultados a través de los trabajos de un antiguo profesor del doctor Hathaway, al que han aislado y torturado moralmente para que trabajase para ellos. Así que el doctor Hathaway es el único capaz de descifrar esa fórmula que podría acabar con el hambre en el mundo siempre que esté en las manos adecuadas.

Todo eso está muy bien. No deja de ser una historia de espías propia de la guerra fría que puede entrar dentro de lo convencional, con toda la gama de estereotipos en juego. Sin embargo, hay varios elementos que hacen de esta historia algo diferente. Uno es que a los rusos no les hace mucha gracia que los chinos posean esa fórmula y se avienen a colaborar de una forma un tanto secundaria. La otra es que el atrevimiento y valentía que demuestra el doctor John Hathaway no es la consecuencia directa de un sentimiento de patriotismo sino de servir a la Humanidad. Y así se lo hará saber a los que controlan la misión.

Por otro lado, lo difícil, lo que es casi imposible es que Hathaway va a estar permanentemente vigilado desde el mismo instante en que traspase la frontera china y eso hace que la huida sea enormemente complicada. Más aún si el eminente científico tiene que intercambiar impresiones con el mismísimo Mao. A partir de ahí, incluso, Hathaway se convierte en una marioneta a la que quieren manejar los chinos, los americanos y, lateralmente, los rusos. Sí, porque los americanos, en su afán perfeccionista para tener todas las posibilidades controladas, han instalado un diabólico transmisor en la base cerebral del doctor Hathaway con el fin de escuchar todas sus conversaciones. No obstante, tiene una siniestra doble utilidad…

No cabe duda de que La sombra del zar amarillo no está en la línea de las películas de James Bond, como tampoco lo está en los dominios de las adaptaciones de John Le Carré. En esta ocasión, podría moverse dentro de la moda de coger las ideas de best-sellers para recoger una apasionante trama que está discutiblemente dirigida por Jack Lee Thompson, con resoluciones de planos trasnochadas como el uso del zoom inverso, o con un montaje extraño que ahorra tiempo y dinero con escenas de transición. El resultado es una película de trama eficaz, que esconde durante todo el rato sus verdaderas intenciones, y que acaba por resultar apasionante en su desarrollo y bastante deficiente en su realización. Gregory Peck,  por su parte, es eficaz en el papel del doctor Hathaway porque, a pesar de ser un científico especializado en alimentación, sin aparentar grandes seguridades, está bastante convencido de lo que hace y huye, en un acierto de composición, de las vacilaciones propias de un agente que debería tenerlas por hallarse en un terreno que no es el suyo. En cualquier caso, hay que correr, jugársela, seducir, traducir y estar en el tablero de una diplomacia que se sostiene por pulgadas enzimáticas. Un complicado rompecabezas que, en algún pasaje, hasta regala algo de humor. Entretenida. No es poco.

No hay comentarios: