miércoles, 20 de diciembre de 2023

A LA MAÑANA SIGUIENTE (1986), de Sidney Lumet

 

Alex se despierta una mañana y no recuerda nada. Sólo tiene una pista bien grande. El tipo que está muerto a su lado en la cama. ¿Un cliente? ¿Un ligue? Está muerto. ¿Lo ha matado ella? ¿Demasiado alcohol? ¿Demasiado fuerte como para recordar lo que ha pasado? Alex no lo sabe. Todo es un enigma que no sabe resolver porque ella sólo es una prostituta de cierta categoría que ha ido con todo aquel que ha puesto el dinero por delante. Sólo hay un fulano, un ex policía ahogado en alcohol que puede ayudarla. Está de vuelta de todo y quizá posea unas facultades un tanto mermadas, pero algo del instinto del viejo sabueso puede conservar. Y todo apunta hacia un chantaje cuidadosamente planeado en el que Alex puede desempeñar un papel fundamental. La sensación de atontamiento va pasando según transcurre la mañana. El asesinato debe ser resuelto. La prostituta tendrá que tomar cartas en el asunto. Y quizá sea el peón más débil de la partida de ajedrez que se ha planteado.

Sidney Lumet dirigió con buen tino esta película que brilla por sus dos intérpretes principales como son Jane Fonda y Jeff Bridges. Dentro de un misterio, subyace un drama porque la prostituta que encarna Fonda, en realidad, está dando sus últimas bocanadas dentro del negocio. Ya empieza a dejar de ser atractiva para pasar con ella una noche loca y las preguntas sin respuesta la asolan por doquier. Demasiados ceros teñidos de verde, demasiadas copas, demasiado todo. Es la hora de ir pensando en la retirada y el único espejo que tiene para verse es ese antiguo policía que tiene la vida hundida y el pensamiento brumoso por el alcohol. La chica va a tener que luchar contra cosas que desconoce. Tal vez escuchó lo que no debía en algún lugar. Tal vez estuvo con el hombre equivocado. Tal vez, después de todo, ella sí tenía algo que ver con el asesinato. Todo son interrogantes de difícil respuesta. Y la noche se cierne sobre ella para que el silencio sea su próximo cliente.

Y es que las profesiones de riesgo entrañan cierta dificultad porque, en cualquier momento, te puedes encontrar con cosas que no habías buscado, ni querías escuchar. Que parezca todo un crimen casual de una tipa de la calle que se ha pasado con las rayitas de coca. Así no habrá duda de que ella no era trigo limpio y que el fulano que estiró la pata a su lado tampoco podía ser nada bueno. A la mañana siguiente, en los pesados márgenes de los párpados macilentos, el pensamiento avanza despacio, sin ninguna claridad, sin más objetivo que alcanzar el segundo siguiente con las luces dadas. Y sólo se quiere un escondite hasta la noche, hasta ese momento en que la penumbra disfraza todos los miedos, todos los errores, todos los caminos y todas las vueltas. El amigo, entre las sombras, no se sabe de qué lado está hasta que no desvela sus actitudes. A partir de ahí, todo entra en el viejo juego de las ambiciones que no deben ser truncadas porque la chica de todos esté en el momento menos adecuado en el lugar menos indicado.

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