No
cabe duda que hubo un tiempo en que el periodismo cumplía un valioso servicio
como el instrumento más incisivo para el ejercicio de la libertad de expresión.
Y que ese ejercicio se entendía como una expresión más de la democracia de una
sociedad que tenía derecho de acceso a la información, por encima de intereses
económicos, políticos o puntuales. Ese periodismo, buscador de la verdad,
militante en su concepción, extraordinario en su rigor, ya no existe. Sólo es
un recuerdo, más o menos utópico, que se estudia en algún código deontológico
que ya está anticuado, superado por el canibalismo informativo que nunca se
para en cuestiones éticas, morales o de rigor en beneficio de la conveniencia
del momento.
Hubo un tiempo en que
una mujer, ninguneada sistemáticamente por un entorno de hombres, decidió
elegir la opción más arriesgada y anteponer el servicio de un periódico a
cualquier otra consideración. Más aún cuando poseía las pruebas necesarias para
demostrar que el gobierno había mentido a la sociedad de forma reiterada y
traicionera para vender la idea de que una guerra se estaba ganando cuando, en
realidad, se estaba perdiendo de forma inapelable. Demasiada sangre sacrificada
como para decir lo contrario. Demasiados jóvenes muertos en el suelo de una
jungla sin nombre como para difundir una idea pesimista que sólo daba alas a
los escépticos. Demasiado negocio como para despreciar el gasto militar. Y al
lado de esa mujer, un equipo de profesionales comprometidos quiso seguir
adelante con ese derecho a la libertad de expresión que debe estar al servicio
de los gobernados y no de los gobernantes. Así es cómo se construyen las
democracias que, más allá de los secretos confidenciales, deben obrar con
honestidad y transparencia superando cuestiones ideológicas o electoralistas.
No es fácil encontrar algo así. Tal vez porque ahora los periodistas sólo son
voceros de la tendencia de turno o porque los políticos son auténticas
mediocridades sin más altura que la de un perro oteando su presa.
También hay que tomar
en cuenta que ya no existen lectores como los de antes, ávidos devoradores de
noticias con la verdad como objetivo. La sociedad cambia y, con ella, los
héroes que la han construido. Ahora ya casi no se leen los titulares en el
papel y la contaminación informativa ha inundado casi todos los medios,
contribuyendo a la desinformación, a la duda y al aumento, en progresión
geométrica, de la mediocridad democrática.
Eficaz película que
Steven Spielberg ha dirigido decidiendo prescindir más del hecho periodístico
para centrarse en el mensaje feminista de una mujer que decide tomar el timón
de un periódico para dar un portazo a todos los hombres de su entorno. Meryl
Streep resulta más que notable en el papel de la editora del Washington Post
Katharine Graham y, a su lado, Tom Hanks sabe luchar con discreción para
incorporar a Ben Bradlee con el recuerdo alargado de Jason Robards que ya lo
interpretó en la estupenda Todos los
hombres del presidente, de Alan J. Pakula, que ahora se erige,
prácticamente, en una continuación de ésta. Spielberg, como siempre, domina
escenarios y planificación como un verdadero maestro aunque, si no se va
versado en la época, es posible que no todo el mundo consiga darse cuenta de lo
que la película está contando. Y es muy conveniente saberlo porque, si no es
así… ¿cómo podremos tener la certeza de que lo que se nos dice es la verdad?
Puede que no baste con el sueño de la libertad en la cabecera de un buen puñado
de periódicos que ya, prácticamente, no existen.
6 comentarios:
Sinceramente a mi me parece una película redonda. No será la mejor de Spielberg, quizá no sea la mejor del año (aun queda mucho por ver para llegar a esa conclusión), ni una de las mejores de la década, pero es una película que cuenta lo que quiere contar, que logra que el espectador comprenda y empatice con los personajes, que está magníficamente interpretada, que está fantásticamente rodada (incuestionable en el tito Steven), que tiene un ritmo muy adecuado y ajustado (ni una sola secuencia de media acción y la película se desliza en el tiempo sin que te des cuenta) y finalmente que lanza su mensaje de forma que cala en el espectador. Nada más difícil y sin embargo Spielberg hace que parezca sencillo.
Los dos mensajes están clarísimos.
La defensa de la mujer sin alardes de empoderamiento, espectacular esa Meryl que está donde no debería estar según los cánones sociales y que sin embargo e incluso a su pesar es capaz de tomar decisiones tan bien o mejor que cualquier hombre. Algo demasiado explicito en alguna escena (la de la escalera a la salida del juicio) pero incluso eso se ha hecho a conciencia, buscando subrayar de forma descarada.
La defensa del buen periodismo como antídoto eficaz contra la mentira. Afortunadamente estamos ante un hecho real si no fuera así, a estas alturas de siglo, nos parecería que lo que nos cuentan es casi ciencia ficción. No es difícil recordar momentos, aun hoy día, en los que el poder se empeña en negar a la manera de Sandoval en "El secreto de sus ojos" : "Yo no fui, no estuve, no sabía". En España tenemos casos así como Felipe con los Gal, Aznar, aun hoy, con Irak o con el 11-M, y hasta Rajoy con la Gurtel y la corrupción. Incluso ahora se va más lejos, no sólo se miente abiertamente sino que cuando se publica la verdad se niega como si fuera mentira y ahí está Mister Trump con su repetido fake-news para demostrarlo.
Que hubiese pasado ante un caso similar hoy día. Creo que aciertas en tu diagnostico, aunque se hubiesen mantenido los preceptos éticos de los buenos periodistas, el problema sería del público. No es que no lean, es que no se creen lo que leen o no les importa demasiado o les fastidia porque perjudica a su elegido. Parafraseando a Nicholson y su Coronel jessep: "No pueden soportar la verdad". Por eso desgraciadamente en estos tiempos el público en general son la antitésis de loq ue representaba Cruise en esa película. No hace falta que nadioe les pregunte "¿quiere la verdad?"...directamente prefieren no conocerla.
Una película francamente magnífica.
Abrazos secretos
Pues estoy, de nuevo, básicamente de acuerdo en todo lo que dices. La dirección de Spielberg es medida, magnífica, con unos planos extraordinarios (ese plano final con Hanks y Streep alejándose en la rotativa mientras los periódicos se deslizan verticalmente es alucinante) y muy clara en lo que quiere contar. Tanto en el mensaje de la mujer como en el de la defensa del buen periodismo (recordemos que fue una época en la que el periodista era el verdadero héroe de la sociedad, cosa que no en todas las épocas ha sido así si exceptuamos ésta en la que vivimos) da en el blanco y lo hace de una manera rotunda, con profunda admiración por los profesionales de verdad que hacían todo lo que estaba en su mano para sacar a la luz la verdad. Y lo hacían con pruebas suficientes como para que no cupiese ninguna duda en el lector.
Aún yo añadiría otro mensaje más puesto que no solo es profesionalidad y feminismo lo que pone en el tapete la película. También la justicia como instrumento para que los gobiernos no se escuden en el secreto oficial o en el mal menor.
En cualquier caso, no es una película que la ves y ya está. Pasas un gran rato viéndola (gracias al ritmo que sabe imprimir Spielberg) y además te planteas un buen puñado de cosas sobre cómo y por qué hemos derivado en esta situación donde el periodismo es poco más que un panfleto propagandístico, donde la noticia se da con un cariz o con otro según el color, la preferencia o la moneda y, por supuesto, el desinterés de un público que, cada vez más adocenado, no exige la calidad que se le tendría que exigir al periodista porque, sencillamente, prefieren no saber la verdad.
Gran comentario.
Abrazos con tinta.
Además de ser una película muy bien hecha, con esa sobriedad típica de Spielberg, magníficamente interpretada como no podía ser de otra forma estando por ahí Mrs Hanks y Mrs Streep (esperemos que el cambio de dobladora sea puntual porque a punto estuvo de sacarme de la historia), es que es una película que transmite un arsenal de emoción. Porque Steven nos habla de un mundo que ya no existe, no sólo en el campo del periodismo ni en el de la justicia ni en el de los derechos. Y fíjate, pensábamos que en el terreno de la igualdad la mujer habíamos avanzado mucho, y mira donde estamos.
"El periodismo no debe servir a los gobernantes sino a los gobernados"
Abrazos vendiendo limonada
Cierto lo del contrapeso de la justicia, quizá vivimos tiempos en que sólo nos queda confiar en eso y aun así tenemos motivos para tener nuestras reservas.
De todas formas yo creo que si que podría debatir un poco sobre si el periodismo actual está tan alejado de aquel. A lo mejor no tanto. Se explicita en la película, y eso honra a Spielberg, que el Washington Post era un partido claramente aliado con los demócratas (Hanks muy amigo de Kennedy y la Streep en el yate de Lyndon B Johnson) e incluso que eso les plantea sus dudas sobre lo que acaban de conocer ya que sus dos amigos habían formado parte de la mentira oficial. No se podía por tanto condenar al periódico por partidista y su intención de hacer daño a los Republicanos y a Nixon, aunque este se lo tomase como un ataque personal.
Yo creo que hoy día es fácil denostar al periodista si lo que denuncia hace daño a un partido o a otro interpretando intereses políticos en la difusión de la noticia, en su valoración, en su reflexión o en su motivación. No importa si lo que dice es verdad, ni para el público, para los políticos, ni para otros compañeros periodistas, lo importante es contra quien dispara esa verdad.
Un caso típico es el tema de los papeles de Barcenas publicados por El Pais, fueron ninguneados (incluso desde otros medios de comunicación) porque todos tenían claro que el periódico lo único que quería era hacer daño al gobierno Rajoy. Yo pensaba cuando acabó la película que tal vez se pudiese hacer un film similar sobre aquel caso. Como le llegó aquella contabilidad B al periódico, como se analizó, como y cuando decidieron publicarla..¿Estaríamos muy lejos de lo que muestra la película? Tal vez no tanto. En lo que si estaríamos a años luz es en lo que pasó después, que no fue más que el intento de descrédito, la negación de la autenticidad y las acusaciones de partidismo y de caza de brujas por parte de los adversarios políticos ante una gran e importante noticia. ¿Contribuyó aquello a aumentar el prestigio del periódico? Pues más bien a todo lo contrario, para sus detractores fue un arma más en la acusación de actuación poco objetiva.
Un ejemplo similar, desde el otro sentido, podríamos comentar en el caso de El Mundo y sus revelaciones sobre los Gal, Roldán y el uso de los fondos reservados. Aunque aquí y lo sé de forma directa hubo algún ramalazo de amarillismo que cargó injustamente contra determinadas personas mediante insinuaciones no probadas que se dieron como rigurosamente ciertas. No obstante algún borrón no empaña el hecho de que la verdad estaba ahí y que se había hecho un gran trabajo.
Hoy, como he dicho antes, no importa ya la ética periodista, no porque no exista (yo creo que si en su mayoría) sino porque es fácil invalidarla acusando (incluso falsamente) de subjetividad política en todo lo que se cuenta.
Y sobre la película una cosa más. Sinceramente y creo que ya lo comenté también en algún momento, se me quedó corta, me hubiese encantado revivir el watergate con Hanks y Meryl sin tener que prestar tanta atención a lo que iban averiguando Redford y Hofman. Ver como se fueron desarrollando aquellos días y meses desde la perspectiva de los que se están jugando mucho más que un buen artículo.
Abrazos en la sala de juntas
Y lo último (o penúltimo). El otro día seleccionábamos escenas con "Tres anuncios...".
El Lobo ha señalado muy certeramente el impresionante final con las rotativas.
Yo, la de las escaleras al final del juicio y su remarcado mensaje (me pareció magnífico con todas esas miradas femeninas admirando a la Streep.
Pero añadiría alguna más. La casi Fordiana con la mujer de Hanks repartiendo sandwich entre todos los que ocupan el salón de su casa con el suelo lleno de papeles a analizar.
La reunión en casa de Meryl cuando hay que tomar la decisión definitiva, un prodigio de planos, contraplanos, movimientos de cámara en lugar cerrado e incluso un plano cenital para el cierre de la escena : "Y ahora señores...me voy a dormir" que aligera de pronto toda la tensión del momento.
Espectacular.
Abrazos ocultos
Bueno, esa frase que dice Dex, para mí es el leit-motiv de toda la película. Además de ser un momento muy, muy emocionante, en el que se da primordial importancia a lo que dice un juez del Tribunal Supremo (hacemos paralelismos con lo que pueda decir un juez del Tribunal Supremo de España hoy en día? Y eso que allí también tienen su designación política directa, no se eligen por sufragio ni nada de eso, se eligen a dedo y de acuerdo al partido que esté en el gobierno y con mayoría parlamentaria en el Congreso y en el Senado).
Citas varias ejemplos, Carpet, para justificar que, quizás, el periodismo actual no está tan alejado de aquel. Ya te digo yo que sí. De esos casos que citas, que, por supuesto, los hay, hay otros mil por cada uno de los que dices en los que no se ha contrastado la información, se dice por decir, solamente para hacer un daño que se antoja totalmente partidista aparte de que toma al público como un niño que se tiene que creer lo que se dice por el mero hecho de que "su" periódico lo dice. Y sabes que eso es así.
Como sabéis tengo varios amigos y amigas periodistas y están de acuerdo con mi pensamiento. No hay ninguna ética, se dan las consignas claras de acoso y derribo al personaje que sea y demás. Y lo peor de todo es que luego surgen personajes como Pablo Iglesias que dicen (algo peligrosísimo en una democracia) que los medios de comunicación deberían estar sometidos a control estatal. Me da igual cómo se haga, como si la apariencia de imparcialidad de esa especie de "comité de control de prensa" sea probada...prefiero tener una prensa que me diga mentiras a uno y otro lado del espectro político a tener una prensa sometida a cualquier clase de control estatal. El público es el que tiene que decidir y entresacar qué es verdad y qué no y debería (aunque rara vez lo hace) sobreponerse a sus creencias. Ejemplar es eso en la película que deja bien claro que el "Post" aunque es un periódico demócrata, no duda en meter en el saco a los personajes demócratas más próximos a los protagonistas...simplemente porque el ciudadano tiene derecho a estar informado con la verdad...no con "su" verdad. Y eso es tremendamente admirable y algo que no hemos sabido importar aquí. Por supuesto, con las excepciones que citas y algunas más.
Tengamos en cuenta también que la revelación de los GAL y Roldán y uso de fondos reservados y demás ya es de unos cuantos años atrás en los que sí se notaba una mayor ética periodística y un mayor deseo de conocer la verdad. No así con el tema Bárcenas y demás que, desde luego, fue un buen trabajo que trató de tapar de mala manera desde otros medios que sirven al partidismo de nuevo.
Por otro lado, habría que recordar que el personaje de Tom Hanks, Ben Bradlee, una leyenda del periodismo estadounidense, sale en "Todos los hombres del Presidente" bajo el rostro de Jason Robards (parece ser que lo de los pies encima de la mesa era un sello bastante personal) y que es el padre del jefe del periódico interpretado por Liev Schreiber en "Spotlight". De hecho, hay una mención por parte de uno de los interrogados por teléfono por Hoffman y Redford en la que dice textualmente: "Si publica usted eso, le muerdo una teta a Katharine Graham", se lo cuentan a Bradlee/Robards y con una cara muy seria dice: "¿Ha dicho eso de la señora Graham?". Ahora bien. Sí, es cierto, dan ganas de saber cuáles son sus puntos de vista en la investigación que el "Post" lleva a cabo con el Watergate.
En cuanto a planos, a mí me gustaron muchísimo los planos de la cámara recorriendo los pasillos de la redacción del "Post" (creo que un recuerdo a su amigo Martin Scorsese), me priva la conversación telefónica en la que ella toma la decisión de publicar, todo el tema de las limonadas de la hija de Bradlee, y cómo está descrita la entrega de esos periodistas capaces de leerse treinta mil folios como si nada.
Abrazos desde el artículo.
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