viernes, 14 de mayo de 2021

LA ESCALERA (1969), de Stanley Donen

 

Charles y Harry llevan veinte años viviendo juntos. Son peluqueros y, por tanto, son profundos conocedores de la naturaleza humana. Aún así, siempre han dado preferencia a sus sentimientos porque saben que el otro es el hombre de su vida. Han cuidado con dedicación de sus madres y, cuando una de ellas no se puede valer, ya comienzan los problemas. No todo el mundo es capaz de asumir que dos hombres se pueden amar exactamente igual que cualquier otra pareja. Además, existe otro problema. Comienzan a hacerse mayores y, en su afán por gustar siempre al otro, piensan que van a dejar de ser atractivos. Harry, además, se está quedando calvo y eso conlleva un buen puñado de complejos. Cree que Charlie le inspecciona y le juzga. Y está muy lejos de la verdad.

La felicidad, a veces, se esconde en sitios tan distantes que es muy difícil salir a buscarla. Ya han pasado demasiados años y ninguno de los dos es capaz de partir. En el fondo, ambos, sólo quieren pasar el resto de sus días con el otro aunque Charlie, tal vez, lo esconde un poco más. Apoyar la cabeza en el hombro y dejar que el mundo se vaya al garete porque, en su interior, saben que el mejor lugar está en los brazos del otro. Harry tiene obligaciones que cumplir y puede que tenga que declarar en una comisaría. Y no quiere ir con la sensación de que no es querido. Charlie no lo ve. También está entrando en una edad difícil y el velo de los años tapa su visión, a menudo, preclara. Londres no está preparado aún para ellos a pesar de que está vendiendo lo contrario. Y Harry, al final, tendrá la certeza de que Charlie no quiere estar con nadie más.

Muchos, muchos años antes de que Brokeback Mountain apareciera por las carteleras, Stanley Donen dirigió esta película con dos gigantescos actores como Rex Harrison y Richard Burton incorporando a Charlie y Harry. A pesar de que la película lleva un peso teatral que no siempre la beneficia, todo funciona porque están ellos al frente. Son dos intérpretes de enorme calidad, con fama de conquistadores en sus vidas privadas, que sacan adelante sendos papeles difíciles y, en algún momento, algo estereotipados. Sin embargo, para los objetivos de la película, son necesarios porque enseña que no todos los homosexuales están cortados por el mismo patrón. No olvidemos que estamos en 1969 y nadie estaba preparado para asumir con normalidad la relación amorosa de dos hombres.

Y es que uno de ellos, de alguna manera, sabe que para integrarse con normalidad en la sociedad, no hace falta llamar tanto la atención. Basta con comportarse con naturalidad, sin caer en el fácil ridículo de querer ser algo que no se es. Y ambos demuestran su amor por el otro con enorme cariño, conociendo las fobias y defectos de su pareja, expresando el amor que se profesan y llegando a la conclusión de que no hay nadie más como aquel que le coge del hombro y le acompaña en una dolorosa mañana de confesión.

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