Este es un internado de
señoritas. Aquí sólo existen las buenas conductas y la educación para hacer
mujeres hechas y derechas para el día de mañana. Las edades oscilan entre los
quince y los veintiún años. Y no se permite la más mínima rebelión. El dictado
al pie de la letra, señoritas. Los rezos, que no falten. La comida será escasa,
pero ya se sabe, la moderación es una virtud. La residencia es una gran casa
con muchos rincones oscuros y una damisela debe comportarse en todo momento.
Incluso cuando la tiniebla se abre con todas sus tentaciones.
Por supuesto, hay
alumnas que están mejor consideradas que otras. El castigo debe llevarse a
cabo, pero de forma discreta. Demasiadas mujeres juntas despiertan también
algunos deseos. El sadismo se debe aplicar con mesura. Y las cicatrices deben
lavarse con cuidado. Así y sólo así podréis ser damas en el día de mañana. La
dureza forma parte del día a día y debéis probarla de vez en cuando. Aunque sea
en medio de un dictado sobre Virgilio. Aunque sea para dar satisfacción a la
parte más oculta del espíritu femenino.
Chicho Ibáñez Serrador
dirigió con maestría esta historia agobiante y algo desatada sobre los
terribles secretos que puede esconder la convivencia de un internado endogámico
y aislado. Aunque algunos de los recursos han quedado irremediablemente
desfasados, el ritmo es constante y la atmósfera de inquietud se siente a cada
momento gracias a la contrastada y notable fotografía del gran Manolo
Berenguer. Al frente del reparto, Lilli Palmer, que, desde una palpable
distancia, esconde más de lo que muestra para acabar siendo presa de sus
propios vicios. El horror se instala en los aledaños del deseo y eso es algo en
lo que se insiste a lo largo de todo el metraje. No cabe duda del homenaje que
Ibáñez Serrador tributa a Suspense,
de Jack Clayton, o a El joven Törless,
de Volker Schlöndorff y, además, aporta secuencias de tensión mantenida que, si
bien se ven perjudicadas por una banda sonora anticuada, aún permanecen en el
ánimo con eficacia. El miedo, ya se sabe, es adictivo y parece que en esta
residencia de señoritas, con un reparto casi exclusivamente femenino salvo tres
personajes meramente episódicos, es una asignatura más.
Así que afilen las plumas y traten de escribir con una caligrafía elegante. El giallo italiano también aparece por ahí, pero, quizá, de forma mucho más sugerida. No se adentren por habitaciones solitarias y quédense en su sofá. La clase va a empezar y el silencio debe predominar en el aula. Esto no es un cuartel, pero no tiene nada que envidiar a otras instituciones que también emplean la crueldad como recurso didáctico. Las noches serán muy largas y la hora de tomar el té se volverá una amenaza que coquetea juguetonamente con la humillación. Ni siquiera se pasará un aviso a las familias si alguien desaparece misteriosamente. Al fin y al cabo, estas jovencitas son impetuosas y traviesas y puede pasar cualquier cosa. Incluso si la búsqueda es la de una chica ideal.
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