martes, 21 de diciembre de 2021

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE (1962), de John Ford

 

Los años pasan y los recuerdos quedan. Cuando se trata de elegir entre leyenda y realidad, siempre se imprime la leyenda porque la realidad, demasiado a menudo, es más fea, más prosaica y hace menos por formar mentes. Eso no es lo que pensaba Ransom Stoddard cuando se desplazó al Oeste siguiendo el consejo de Horace Greeley. Allí encontró violencia y amistad, amor y hostilidad. Todo muy mezclado como corresponde al cambio de época. Incluso tuvo la oportunidad de escribir en un periódico a las órdenes del propietario, editor y único redactor del Shinbone Star. Así, piedra a piedra, Stoddard intentó cambiar la mentalidad de un país que se movía en los límites de la ley del más fuerte por los cimientos de una democracia que creyó que no le correspondía porque había matado a un hombre. Y, quizá, no fue sólo una vida la que acabó muriendo.

El Oeste, la tierra sin gobierno, necesitaba hombres como el abogado Stoddard. Son carne de despacho y de teoría, apóstatas de la acción que no comprenden que se pueda desenfundar un arma por un simple filete tirado por el suelo. Inténtalo, Liberty, sólo inténtalo. Puede que el plomo esté deseando entrar en tus entrañas y devorar de una vez esa fuerza impuesta que no tiene más salida que a través del cañón de un revólver. Vamos, Liberty… ¿no eres tan valiente? Eres capaz de poner la zancadilla a un camarero, pero no tienes redaños para enfrentarte a un tipo que sabe apretar el gatillo con destreza. Es tu propia trampa la que acaba aniquilándote. Es tu propia saña la que abre los agujeros en tu carne.

Desde un callejón, con un simple disparo, es donde se planifica el intercambio de destinos. El que debía ser héroe, acaba olvidado, con el simple recuerdo de una flor de cactus en la tapa de su ataúd. El que debía morir es enaltecido como máximo representante del nuevo Oeste, del nuevo país que abre sus fronteras al progreso y a la civilización. Y el amor, bien lo saben los que esperan, siempre acaba con los triunfadores, a pesar de que no les pertenece. Y nadie se dará cuenta hasta que la capa de olvido sea demasiado gruesa, demasiado importante y demasiado insalvable. Es posible que haya una diligencia destartalada en algún cobertizo, esperando un último recuerdo. Al igual que ese hombre que disparó una bala de justicia y se sumió en el ostracismo y la amargura. No tendrá nada más que sus botas y un trozo de terreno que se quedó muy solitario desde el mismo momento en que apuntó con su rifle. El destino, esta vez, cambió de propietario y la felicidad se fue para siempre con el que nunca hubiera sobrevivido.

John Wayne, James Stewart, Vera Miles, Edmond O´Brien, Lee Marvin, Woody Strode, Andy Devine, Jeanette Nolan, Lee Van Cleef…y John Ford entonando lo que, en realidad, no es más que un último adiós a la leyenda porque la realidad no es tan bonita. Él lo hizo durante toda su vida mirando a través de una cámara. Y, más tarde, lo celebraba con un trago de whisky.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen comentario, y que maravilla de película.

César Bardés dijo...

Gracias por tus palabras. Lo es. Una gran maravilla.

El jinete polaco dijo...

La película que yo salvaría si sólo pudiese hacerlo con una.
La película en la que Ford hace ver al espectador que la realidad es siempre más prosaica y en la que, a la vez, construye la delicadísima metáfora de la flor de cactus sobre el ataúd (¡cómo transmite Vera Miles la sensación de duda en relación con su elección!).
La película que te hace reflexionar sobre el tiempo nuevo que llega y que terminará por enterrar la sociedad que conocemos, sobre la preeminencia de la ley y la palabra frente a la violencia (aunque quien soluciona el conflicto es Doniphon con su rifle), sobre la educación, sobre el amor...
Y todo ello envuelto en el aire elegíaco de desengaño, descreimiento y tristeza que presentan al final de la película los personajes de Stoddart, Hallie, Pompey, Appleyard (pese a su simpleza), y que te hacen pensar que Ford cree que cualquier tiempo pasado fue mejor.

César Bardés dijo...

Es todo eso y es algo más. Quizá sea la película que mejor habla sobre el intercambio de destinos, sobre algo que estaba predestinado a suceder y ocurre justamente lo contrario. Tom Doniphon en un héroe atemporal, que podría estar ubicado en cualquier época y aún así no parecer trasnochado. Ramson Stoddard es la nueva forma de pensar, la política, que se aprovecha de su propia leyenda para medrar creyendo realmente que es lo justo, cuando es lo más injusto.
Es la certeza de que las buenas personas no siempre hacen lo mejor.
Gracias por tus palabras.