Ser un escritor de
cierto éxito es toda una responsabilidad. Participar en un atraco, ya no
digamos. Conjugar las dos cosas, es insoportable. Y eso es lo que le pasa a
Nick Gardenia. Le obligan a ser parte contratante en el asalto a un banco. Como
buen fugitivo, huye. Es lo que tienen los escritores, que siempre eligen la
salida más fácil. Y no se le ocurre otra cosa que pedir refugio a su ex esposa
que, por aquellas cosas de la vida, resulta que se ha casado con el fiscal del
distrito que, muy aplicado él, va a ser el próximo Fiscal General de los
Estados Unidos. Ironías del destino. Claro, Nick no lo ha hecho a propósito,
pero se va a esconder en esa maravillosa cabañita que va a poseer el futuro
matrimonio en esa localidad encantadora del sur de California llamada Carmel.
Ni que decir tiene que la ex esposa también es una abogada competente y que,
comprometida con su labor y con la sociedad, no duda en emplear a ex convictos
para hacer tareas en la finca. Y la señora tiene un lío de sentimientos que no
se lame. Como en los viejos tiempos.
Todo se complica
ligeramente cuando, debido a las amistades de su marido, al cual le esconde el
enredo, aparecen por allí tropas enteras de personalidades de alto rango y
también puede que asomen la cabeza los malvados perpetradores del atraco que
obligaron a Nick a ser el testaferro del escalo. ¿A que es un follón de tres
pares de narices? Lo mejor de todo es que es tremendamente divertido.
Neil Simon escribió el
guion de esta película y contó con tres intérpretes dominadores de la comedia y
sus tiempos como Chevy Chase (por una vez muy competente), Goldie Hawn (sexy y
divertida) y Charles Grodin (maravilloso). Al fondo, ligeramente a la derecha
está la fuente de todo esto que no es más que la screwball comedy de los años cuarenta y, más concretamente, esa
estupenda película que interpretaron Ronald Colman, Cary Grant y Jean Arthur
con el título de El asunto del día.
El resultado es interesante, divertido, ligero, un gran rato.
Así que ya saben. Si se ven en apuros con la ley, trasládense a la casa de su antigua esposa. Posiblemente (ya les digo yo que sí), le irá mejor que a ustedes. Y, de paso, entre idas y venidas, mentiras sobre mentiras y escondites oportunos, lo mismo hasta pueden intentar recuperarla porque, donde hubo fuego, siempre arden ascuas. Ándense con cuidado, porque en el proceso también pueden echar el agua definitiva en las brasas. Eso sí, si por el camino se ríen a gusto, la faena puede merecer mucho la pena. Porque es una faena. Imagínenselo. Basta con que, si se dedican a esto de juntar letras, pueden tener material para hacer un par de obras de teatro, de esas de mucha puerta, de mucha risa, de mucha mala leche y de un par de golpes físicos tronchantes. No es moco de pavo para haber atracado un banco.
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