martes, 14 de enero de 2025

ULTIMÁTUM A LA TIERRA (1951), de Robert Wise

 

Me llamo Klaatu. He venido a poner fin a todas esas reyertas estúpidas que los humanos tienen entre sí. Hasta ahora, desde mi planeta, no nos había preocupado demasiado, pero hemos decidido tomar cartas en el asunto. Si ustedes no son capaces de vivir en paz y conservar su hogar, nosotros vendremos y desataremos todas las iras que la tecnología nos ha guardado. Y no se imaginan la potencia que podemos emplear. Los policías estelares son unos robots, unos autómatas especiales a los que llamamos Gort. Son impresionantes, y, de momento, nos obedecen, pero cuando alguno de sus algoritmos se vea alterado por la acción insensata e irresponsable del hombre, intervendrán. Son máquinas de destrucción masiva e implacable. Pueden otorgar la vida, pero pueden arrebatar la muerte.

Mientras tanto, me he camuflado entre los humanos y he sido testigo de su ingenuidad, de la certeza de que, en el fondo de su corazón, son buenos y fáciles de engañar. También he experimentado una extraña atracción por una mujer. Tiene clase, sabe lo que quiere y es decidida. Mi nombre entre la ciudadanía es el de Carpenter. Ese nombre daría que pensar a cualquiera. Dicen que miles de años atrás, un carpintero también puso al mundo al borde de la verdad. Yo he venido para lo mismo. Seré escuchado. Seré perseguido. La Tierra es un lugar inhóspito. Es una especie de jungla en la que los árboles han sido sustituidos por los edificios y la maleza por asfalto. No saben ni siquiera resolver un sencillo problema matemático que nuestros niños aprenden en la escuela infantil. Son una raza extraña. Son una raza extrema.

Tal vez, en medio del blanco y negro de una época fría, un cineasta y un guionista se pongan de acuerdo para llevar mi historia al cine. Lo harán con pocos medios y será una aventura, pero lo harán bien, porque conservarán la esencia de mi mensaje. Cogerán a un actor como Michael Rennie para interpretarme y a una actriz maravillosa como Patricia Neal para dar vida a la chica que me demuestra la parte más importante de la Humanidad. Y todo será un cuento que llegue a millones. Puede que, incluso, esa forma de comunicación sea mucho más efectiva que  la que yo he tratado de poner en práctica, llamando a los que mandan primero y, luego, a la comunidad científica. Una comunidad sabia, pero bastante inoperante. Si los humanos caen, buscarán por sí mismos su propia destrucción. Es una especie que se mueve peligrosamente entre lo sublime y lo siniestro, digna de estudio. Mientras tanto, intentaré que les llegue mi ultimátum. Es un ultimátum bondadoso, sin presión. Ellos son dueños de su destino. Y deben decidir lo que van a hacer con el que es, posiblemente, uno de los planetas más bellos que giran en el universo. Es necesario que capten el mensaje. Es imperativo. Son como niños jugando con fuego y hay que avisarles de que se pueden quemar. Les dejo. Tengo que subir a mi nave espacial y susurrarle al oído de mi Gort esas palabras mágicas: Klaatu barada nykto. ¿Ustedes saben qué significan?

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