martes, 21 de enero de 2025

IN AND OUT (1997), de Frank Oz

 

El problema puede estar en intentar salir del armario sin tener conciencia de que se está dentro. Vistas las cosas así, se acabó cualquier otra consideración. No menees el trasero aunque la música te lo pida. No puede ser. Tú eres un tío, con pelo en el pecho y en otro sitio debajo del cinturón. No te muevas. La palabra clave es no. Negativa a saltar, a moverte con ritmo (todo el mundo sabe que los hombres no tienen ritmo), a dar rienda suelta a tu lado más loco, a ponerte los discos de Barbra Streisand a todas horas. No eres gay. Y punto. Y ya está. No hay más que hablar. Todo lo demás, sobra. No lo eres. No lo eres. No lo eres. Sí lo eres.

Y es que en una pequeña localidad saltan todas las alarmas cuando un chaval que nació y estudió allí gana un Premio de la Academia y en el discurso de agradecimiento no se olvida de nombrar a aquel profesor de arte dramático que le inició en las lides actorales y que, sin duda, es gay. Y el señor no se considera gay, aunque lo es. Diantre, si hasta está a punto de casarse. No, no puede ser. Esa figura considerada, respetada, venerada y reverenciada en todas las curvas del pueblo, no puede ser gay. De ningún modo. Es atildado y fino, con buen gusto, muy tranquilo, sin aspavientos, sin ser una loca mamarracha por las noches. Y, no obstante, sólo porque lo dice un mindundi que acaba de probar las mieles de Hollywood, todo el mundo empieza a pensar, o a presentir, o a asegurar que el señor Brackett es un usuario habitual de la acera de enfrente. Es un hombre sencillo, amante de las cosas buenas y de Barbra Streisand…ups, perdón…y se pone cintas para ganar en apostura de macho…Sin embargo, el señor Brackett guarda una virtud incógnita. Acabará por darse cuenta de que es igual que le consideren una cosa u otra, eso no cambia nada. Sigue siendo Howard Brackett, profesor, en una pequeña localidad en donde se ha desatado un pequeño terremoto porque se ha propagado a los cuatro vientos que él es gay…

Frank Oz dirige con arrebatadora gracia esta película sobre un hombre al que le cuesta darse cuenta de que está dentro del armario, pero que, al final, de forma irresistible, se decide a salir de él. De esa forma, se dará cuenta de quién está a su lado y de quién está en su contra y obligará a retratarse a todos sus vecinos. Y todo seguirá igual, porque, a pesar de los pesares, de los estúpidos pensamientos preconcebidos y de las demás zarandajas, no cambia nada salvo, quizá, su vida. Y su vida es algo que le concierne sola y exclusivamente a él.

Por supuesto, no puedo poner este punto final a tanta tontería sin destacar el maravilloso trabajo de Kevin Kline en la piel de ese profesor que decide no controlar su cuerpo al son de los Village People y que Oz, en esta ocasión, reúne a un espléndido plantel de secundarios que le dan una réplica muy divertida con los nombres de Joan Cusack, Tom Selleck, Matt Dillon, Debbie Reynolds o Wilford Brimley. Todos ellos acaban por ser el sustento de la identidad que todo hombre o mujer busca en su vida, sea del signo que sea y se ponga a bailar bajo las notas del cuero brillante o apretado. Ustedes deciden cómo quieren tomarse el rumbo que ha tomado el profesor Brackett. Yo lo tengo decidido. No voy a sentirme ni acosado, ni vilipendiado, ni ofendido. Él sabrá lo que hace.

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