La única escapatoria es
vestirse de cura y comportarse como tal. Quizá solo así un hombre llega a
descubrir que la bondad está en su corazón. Aunque ni siquiera sea católico.
Aunque no tenga ninguna intención de abandonar su gusto por las mujeres. A
veces hay que rebuscar en los interiores de uno mismo para encontrar aquello
que hace que la nobleza habite en sus rincones. Puede que esté dormida. Puede
que, incluso, se halle herida porque también hay que echar mano de los peores sentimientos
para jugarse el futuro de las personas a los dados. Y como todo el mundo sabe,
Dios no juega a los dados. Por eso, cuando ese piloto ya ha tenido que confesar
la verdad, se va entre vítores porque, lo que realmente se está despidiendo, es
un hombre bueno.
Y no, no es fácil ser
un hombre bueno en medio de la turbulenta China asediada por los japoneses y
las guerras civiles. Y menos aún cuando se ha estado de prisionero de un señor
de la guerra y se le ha servido con cierta lealtad. Esa es una de las cosas que
hacen que se llegue a dudar de la auténtica naturaleza de uno mismo. Puede que,
en el fondo, la maldad también tenga algo atrayente y aconsejar a quien le
gusta derramar sangre ajena no sea la mejor manera de ganarse un sitio en el
cielo. Sin embargo, esas ropas, esa mujer que mira con amor todo lo que hace,
esa gente que necesita consuelo y que solo se fija en la altura de un
alzacuellos, consiguen que todo parezca fácil, que aunque no se esté demasiado
familiarizado con los ritos católicos, haya algo de verdad en todo ello, aunque
esa verdad parta del mismo hombre. Son los misterios de la fe y de la
inteligencia. Son los caminos de la redención, si es que eso realmente existe.
Humphrey Bogart camina
con paso seguro por las llanuras de la China roja esperando encontrar una razón
que le haga pensar que es alguien que merece seguir viviendo. Eso es algo
bastante inusual dentro de un personaje que ha hecho de todo para que la muerte
no sea la compañera en la próxima partida. Aunque solo sea por omisión. Ha
acompañado a la destrucción allí por donde ha pasado y es hora de encontrar al
destino, aún pasando por el hábito entre medias, aún pasando por la
imposibilidad de amar y de mostrarse tal cual es. Gene Tierney, al fin y al
cabo, bien merece un poco más de riesgo.
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