miércoles, 18 de octubre de 2017

LA PARADA DE LOS MONSTRUOS (Freaks) (1931), de Tod Browning


No hay que burlarse de los que son diferentes. Ellos tienen sus propios códigos de conducta y sienten, aman y padecen igual que cualquier otro ser humano. No importa que un hombre solo tenga medio cuerpo y tenga que andar sobre sus manos, o que otro no tenga extremidades y actúe en un circo como el gusano humano, o que la mujer barbuda acabe de tener una niña que, por lo que apunta en su nacimiento, tendrá la barba de su madre. Ellos han decidido utilizar su diferencia para maravillar al público de un circo y humillar a uno de ellos, es humillarlos a todos. Y quien no sea capaz de tener un cierto respeto hacia ellos, experimentará la venganza de los diferentes. Una venganza terrible, realizada a base de frialdad, de navajas relucientes a la luz de la lluvia, de implacable odio por quien les ha herido, de deseo de cercenar la belleza de los que realmente son diferentes. Y habrá muchos que tengan que volver su rostro porque no aguanten el resultado.
El circo no es más que un lugar de sueños. Para los que van y para los que trabajan en él. Es hacer que lo diferente sea normal. Es conseguir que los animales yazcan en prados de hormigón y alberos de juego. Quizá porque no hay nada más importante que la mirada curiosa y maravillada de un niño acompañada de su sonrisa. Por allí van los trapecistas, por aquí van los caballos enanos comandados por una amazona de corta estatura, por aquel lado va el payaso que intenta que todo se desenvuelva con normalidad pues… ¿qué sería un circo sin payasos? Nada. Se trata de hacer que lo que tiene algo de sobrenatural sea aceptado por los estúpidos seres normales, mutilados morales sin escapatoria ética, deformes de mente y ambición, peores que el rastro que va dejando un animal.
Tod Browning dirigió esta maravillosa película de terror cotidiano con actores suprahumanos, que consiguen trasladar una sensación de inquietud y simpatía al mismo tiempo mientras se va construyendo una tragedia anunciada. Porque reírse de cualquier otro ser humano es una tragedia que se debería evitar apelando a nuestra condición, la misma que la de ellos. Más que nada porque es posible que seamos enanos mentales comparados con otros y nos puede tocar el turno de llenarnos de plumas y ser gallinas en un corral de odio y de desprecio. El mundo puede ser un lugar muy frío. Y personas que se dedican a hacer soñar y reír a los demás, no merecen la falta de cariño, de calor, de aplausos y de sinceridad. No son monstruos. Nunca lo serán.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Buenas,

Sí, señor. Una película maravillosa, grandiosa. Una auténtico festín narrativo y visual. De esas películas que hacen que te enamores del género y del cine en general.

Saludos.

César Bardés dijo...

Una película que permaneció durante muchos años en el olvido más absoluto y más injusto. Sin duda, una obra de arte que eleva al mismo cine.
Saludos.