viernes, 20 de octubre de 2017

VIVE COMO QUIERAS (1937), de Frank Capra

¿Por qué en la vida tenemos que fingir que nos gusta lo que detestamos? ¿Por qué tenemos que guardar unas absurdas apariencias cuando somos de una manera y nos comportamos de otra totalmente diferente? ¿Es ése el camino para lograr la felicidad? ¿Será que sacrificamos la felicidad por la seguridad? ¿O es que somos unos seres demasiado cobardes como para afrontar la verdad de nuestra genuina forma de actuar? Si a usted le gusta bailar, baile. Si le gusta fabricar conejitos que salen con una musiquilla de una chistera y luego se esconden, hágalo. Abandone su aburrido trabajo en un banco y viva con más estrecheces, pero haciendo lo que realmente le gusta. Si le gusta tocar la armónica para que la alegría y el buen ambiente salten por toda la casa… ¿qué mal hay en ello? Ah, claro, de esa forma no podrá librarse de los irritantes adoradores de lo material que trataran de arrebatar esa parcelita de felicidad que ha ido usted labrando poco a poco, con tanto cariño como descuido y, eso sí, sin molestar a nadie. Hasta que usted molesta al especulador, claro. Entonces ahí ya entramos en territorio hostil y ya no se puede hacer lo que se quiera.
El amor te lleva en volandas hasta la casa de tus enemigos. Sí, porque el amor es muy listo y, a veces, también trabaja para los malos. Pero una vez que se ha probado un entorno feliz, es muy difícil salir de él. Y no digamos si se trata de una traición. Al final, el infiltrado se vuelve contra su patrón. Y así, poco a poco, sin que apenas se dé cuenta, se va sembrando un camino hacia la bondad. Tal vez ¿quién sabe? Todo se reduzca al encuentro de una complicidad que se creía olvidada, a una canción que recuerda lo jóvenes y alegres que hemos sido en otra época, a una sonrisa soltada en el momento justo. Viva usted como quiera, señor. Y si no quiere vender su propiedad, no lo haga. Aguante las presiones porque usted, realmente, las aguantará mucho mejor que su acosador inmobiliario. Él vive permanentemente bajo el umbral de lo vitalmente aceptable. Usted lo sobrepasa con creces.

La mejor película de Frank Capra constituye un acto de libertad y de confianza en el ser humano, por mucho que nuestra parte más racional nos diga que ése es un cuento de hadas. Sabemos que el ser humano recibe lo que da. Si regala bondad, será apreciado. Si regala felicidad, será querido. Si regala renuncias para que los demás puedan vivir en paz, será amado. Es tan sencillo como eso. Tan simple como tocar en la armónica una melodía que traiga viejos recuerdos llenos de carcajadas y buenos ratos. Como esa casa llena de locos dispuestos a bailar cuando no se sabe, levantar la casa a base de fuegos artificiales o sembrar alegría incluso en los momentos en los que la tristeza viene de visita. Ahí es nada.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Es una película que vi, hace un millón de años, tal vez más. Y sin embargo...aun no recordando bien ninguna escena, ningún momento, ningún dialogo se me quedó grabada para siempre. He intentado muchas veces reencontrarla, volver a ver aquella película que me hizo feliz y que me hizo sentir que se podía ser feliz con poco, pero disfrutarlo al máximo. No recuerdo los detalles, pero me caló el mensaje.

Quizá sea mejor así, revisarla ahora a mis ojos de adulto me permitiría ver que el cuento era sólo un cuento y que la realidad puede con todo, hasta con lo más ilusionarte. Pero mientras tanto, disfruto en el recuerdo de aquella película que tanto me hizo gozar.

Siempre que pienso en Capra pienso en esta película, dices que es la mejor y no lo dudo. he visto y disfrutado muchas otras obras suyas con más asiduidad, pero el optimismo del recuerdo de está está muy por encima de todas las demás.

El otro día escuché que el optimismo está demodé, que lo de hoy es el pensamiento negro, el pesimismo y la nostalgia de tiempos pasados como mejores...Sin embargo daban cifras imbatibles sobre mejorías en pobreza, mortalidad infantil, acceso a la educación, calidad de vida en definitiva en todo el mundo. Tendrá qe volver un Frank Capra para que nos lo creamos.

Alegrías las hay siempre, hoy una al encontrarme aquí un post sobre la película más disfrutada en mi niñez.

Gracias lobo. Qué maravilloso regalo.

Abrazos contentos

César Bardés dijo...

Yo la vi con unos catorce o quince años, por recomendación, cómo no, de mi padre. Y tienes razón de que es una película que te cala en el corazón. Es cierto, sería tonto por mi parte, que la realidad se empeña en deshacer todos los cuentos y todos los sueños pero yo creo, quizá con cierta ingenuidad, que el cine está para eso. Para mandarnos mensajes al corazón y que, aunque no recuerdes muy bien la película, ni la historia, ni los diálogos, ni las escenas, ese mensaje sí lo recuerdas, está ahí, bien guardado, en lo más íntimo de tu ser. Y aún me voy a arriesgar con otra ingenuidad. Mientras ese mensaje esté ahí, incrustado en el corazón, la realidad no podrá vencer. Y no se trata de vivir soñando, ni de ilusiones, ni nada de eso. Se trata de mantener tu esencia intacta, tu verdadero ser, tu auténtica verdad, esa que nada, ni nadie te puede arrebatar por muy mal dadas que vengan las cartas. Es ése trozo del corazón que tantos y tantos otros olvidan por una realidad que no gusta a nadie. El cine consigue lo que ningún otro arte consigue (quizá la literatura también).
Si el pesimismo es lo que se lleva, estoy en la onda y aún así, sigo teniendo esta película en mi corazón y en mi alma, diciéndome que las cosas no tienen que ser necesariamente así y, aunque sea en un metro cuadrado alrededor mío, puedo hacer algo para que sean un poquito, aunque solo sea un poquito, mejores. Si lo consigo, entonces sabré para qué vine a este feo mundo que no deja tocar la armónica, ni hacer conejitos saliendo de la chistera, ni bailar aunque no se tenga talento, ni, por tanto, escribir aunque se esté en la cola de los escritores...
Gracias a vosotros.
Abrazos como quieras.

Javier Esteban dijo...

Todos deberíamos tocar la armónica, aunque fuera de vez en cuando.

César Bardés dijo...

No sólo por nuestro bien, sino que seguro que el mundo iría mucho mejor.