No es fácil ser un
científico y comenzar a trabajar de espía. Primero para encontrarse con una
antigua colega, refugiada en Suiza, que está trabajando en un proyecto secreto
que podría ser la competencia inmediata del Proyecto Manhattan. Más tarde, para
infiltrarse detrás de las líneas enemigas y sacar de las garras del ejército
nazi a un eminente investigador atómico italiano, verdadero cerebro del germen
de la bomba atómica para las fuerzas del Eje. Alvah Jesper se ofrece voluntario.
Y lo hace porque es parte del sistema, pero, también, porque sabe que la
escalada bélica en esa dirección es el certificado de muerte de la humanidad.
Por el camino se
encontrará a una mujer de verdad. Una de esas que está dispuesta a arriesgar el
pellejo por lo que cree, capaz de disparar y correr, de tomar decisiones
peliagudas y fingir lo que no está en el guión. Una de esas mujeres que están
hechas para sobrevivir a cualquier guerra y que, si aman, son capaces de
cualquier cosa. Así todo es mucho más fácil. El profesor Jesper no se esperaba
esta fórmula inesperada porque tiene una misión que cumplir y, tal vez, la paz
está por encima de cualquier otra consideración. Por eso, el amor es tan
difícil cuando el mundo se derrumba. La persecución será temible, implacable,
mortal y feroz y Jesper tiene los nervios templados porque sabe que su bando
tiene la razón. Mientras tanto, el ánimo se irá agotando, el cerco se irá
estrechando y el cansancio aparecerá para no irse nunca. Ni siquiera en esa
última mirada que es toda una declaración de amor. Ni siquiera en ese momento
en el que se sabe que la guerra se ha perdido.
Fritz Lang dirigió esta
apreciable película de acción con Gary Cooper y Lilli Palmer de protagonistas
con la pretensión de dejar sin aliento al espectador. El ritmo es trepidante a
pesar de su mensaje propagandístico. Y por delante de los ojos pasan muchas
imágenes de auténtico maestro que, con la excusa de la guerra, hace una
película de entretenimiento con altura y agonía. Toda una lección de cine que
se eleva por encima de muchas mediocridades a las que, sin duda, esta película
estaba destinada. El engaño está servido y el triunfo sólo puede venir de la
unión y Lang sabe que ése es el punto más débil de los alemanes. Por eso, con
un guión de dos miembros de los Diez de
Hollywood, Albert Maltz y Ring Lardner Jr., el maestro alemán se emplea a
fondo para ofrecer al público lo que quiere y, al mismo tiempo, destilar un
mensaje de lo que necesita el mundo. Sin aristas, con naturalidad. Incluso la
censura intervino y cortó un discurso antinuclear que se había deslizado con
cierta habilidad. No importa. La intención es evidente y es hora de que todos
seamos caballeros clandestinos de nuestras propias creencias.
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