Son
muchos años esperando la oportunidad para tener una vida juntas, a pesar de
vivir al otro lado del rellano de la escalera. Sólo queda un paso más. Basta
con decir a la familia que el amor de tu vida está ahí mismo y que Roma puede
ser un destino maravilloso para pasar la última recta de una pasión que se ha
vivido siempre a escondidas. Es posible que la incomprensión sea el pago, pero
hubiera merecido la pena ser sinceras por una vez y no esconderse del mundo
entre esos dos apartamentos. La vida, como siempre, sale al encuentro. Y lo que
debió decirse tropezará con una enorme barrera de silencio inválido.
Hay que imaginarse lo
que sería compartir tanto con alguien y, de la noche a la mañana, perderlo todo.
Ya no la puedes cuidar. Ya no la puedes hablar. Ya no puedes sentir las horas
de felicidad al lado de ella porque no te van a dejar verla. La medicación, una
cuidadora y tendrás que guardarte toda la preocupación que te sale de forma tan
natural, tan espontánea, tan verdadera. Ahora, además de la mentira y de lo
oculto, también estará el silencio y, aún así, a veces, las miradas son capaces
de decirlo todo y la poca movilidad que resta hará lo posible para hacerse
entender. Todo se vuelve en contra y no es fácil dinamitar un mundo que se
creía ordenado y convencional. El amor no se vivió como ellos piensan. No hubo
más que un heroico aguante para guardar la apariencia. Los sentimientos fueron
ahogados para que no se convirtieran en escándalo. Al fin y al cabo, la mujer
de la vida de otra mujer sólo es la vecina que vive al otro lado del rellano.
Puede que, en algún
momento, no se pueda entender alguna de las reacciones que se describen en esta
película, pero sí que se entrará en la motivación siempre que se sepa algo
sobre la irracionalidad del amor. Se mueve por impulsos, se traslada por
instantes, viaja a través de un rellano que simboliza la enorme distancia que
puede separar a dos almas gemelas que han cometido el simple pecado de amarse. Ambas
se conocen como nadie más ha podido hacerlo. Y cuando se pone la verdad por
delante a los más cercanos, no son capaces de asimilarlo. Al igual que no se
comprende el riesgo, la devoción, la cercanía del cuerpo que más se ama, la
eternidad de esa canción que siempre inundó el aire de magia sólo porque estaba
la otra persona allí. De alguna manera, el corazón trata de volver a esos
instantes de intensa sinceridad. Aunque no quede ningún sitio a dónde ir.
Barbara Sukowa y Martine Chevalier ponen vida a estas mujeres que han amado desde la clandestinidad y que la vida les depara un muro aún más insalvable que el de la incomprensión. Basta con decir las cosas por su nombre para que la verdad esté por encima de cualquier otra consideración. El mundo nunca será lo suficientemente azul si no vuelve a estar la otra delante. Y el amor entre dos jamás hará daño al resto. Simplemente hay que tener la oportunidad de vivirlo, de sentirlo, de degustarlo, de darse cuenta de que ahí está todo y que la nada, la violencia y la deshumanización quedará fuera de esos pies que giran sobre sí mismos para recrearse en los brazos de la otra. Entre ellas, ya no hay secretos, ni dobleces, ni medias tintas, ni frustraciones, sólo la certeza de que nacieron la una para la otra. Y ése es un destino que solamente del que podrán apropiarse regresando a esos momentos que las hicieron inmortales. Lo demás es sólo el mundo.
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