El Capitán Achab llama
a todos para unirse a la navegación de muerte y perdición a lomos de la ballena
blanca. Su búsqueda es un insulto a Dios, que se encarna en las terribles
aletas que mueven la espuma del mar como si fueran nubes del cielo. El hombre
tatuado sabe que va al encuentro de la muerte e Ismael nos cuenta la historia
porque sabe que es mucho más que una simple aventura. Y el hombre partido por
la mitad por la ira de ese ser superior no cejará en su empeño, arrastrará a
toda su tripulación y, además, después de muerto, llamará a los vivos para que
la singladura deje de ser una obsesión, para que la ruta sea siempre hacia las
profundidades y para que el temor de Dios sea algo más que un simple sermón en
una iglesia con quilla.
“Llamadme
Ismael”, ordena el marinero. Y bajo ese nombre asiste a las
olas furiosas que va dejando la bestia, a las órdenes obcecadas que va dejando
el capitán, al destino desbocado que va dejando el que gobierna el timón de
todos y las velas se inflan con el soplo de ninguna parte. “¡Por allí resopla!”, grita el vigía. Y todos empuñan los arpones
aunque sea, en esta ocasión, un arma más indicada para la defensa. El
enconamiento se dirime en una persecución mortal, con la ballena abriendo su
boca y poniendo proa hacia el casco. E Ismael tendrá algo que quedará grabado
en sus ojos como un mensaje en una botella, a la deriva en las aguas de un
libro, surcado por sus costuras, ondeado por sus páginas, herido por sus
letras, eterno por sus semánticas.
Es cierto que no es
redonda la adaptación que John Huston realizó de la obra de Herman Melville con
guión de Ray Bradbury. Las maquetas del enorme cetáceo son risibles, la
interpretación de Gregory Peck como el Capitán Achab se queda meridianamente
corta y hay escenas que no terminan de convencer debido, probablemente, a los
enormes problemas de producción y rodaje. Sin embargo, ahí queda la maravillosa
secuencia de Orson Welles como el Padre Mapple, rodada por él mismo, también
hay algunas imágenes hipnóticas como la magnética aparición de Frederich
Ledebur en el papel del misterioso Queequeg y algunas escenas que se quedan
clavadas en la imaginación. Todo ello hace de Moby Dick una película grande, parcialmente fallida,
estrepitosamente fuerte y decepcionantemente increíble. Contradicciones que
parecen emerger del alma quebrada del Capitán Achab, incólume en el puente, con
su pata de palo marcando el ritmo de sus pasos y llamando a los tambores de
caza. El hombre busca a Dios, pero sólo para asesinarlo de una vez por todas.
Las aguas del océano parecen aún más oscuras porque por allí resopla la ballena blanca. Es la misma existencia que palidece ante el brillo de lo más inalcanzable, de lo más divino y de lo más terrorífico. Y no habrá suficiente ira como para llegar al corazón de la ballena y preguntarle el eterno por qué.
7 comentarios:
"Tiburón" es, de alguna manera, una reaparición de esta leyenda.
Ah ...y hay una escena parecida en FORRES GOME
Por supuesto que "Tiburón" rinde homenaje a "Moby Dick", especialmente a través del personaje de Robert Shaw. Hay muchas que beben de esta fuente primigenia. Ahí está, por ejemplo, una que seguro que no conoces demasiado como es "Estado de alarma (Incidente en el Bedford)", de James Harris, el colaborador más cercano de Stanley Kubrick, con Richard Widmark y Sidney Poitier y con el telón de la guerra fría de fondo.
En algún lugar leí que Gregory Peck compró los derechos de la película. Cuando Friedkin hizo Contacto en Francia, le pidió usar algunos cuadros, ya que para él la obsesión de Hackman, estaba inspirada en Moby Dick, Gregory Peck se negó porque estaba muy enojado con su actuación en la película.
Hay múltiples títulos que se inspiran, con las consabidas modificaciones, en "Moby Dick". Obviamente, se pueden ver rastros de ella en cualquier persecución hacia cualquier cosa o persona. Incluso "El silencio de los corderos" se puede ver como algo así. Y, efectivamente, Gregory Peck siempre renegó de su interpretación en esta película. Posiblemente sea uno de los mayores errores de "casting" que se hayan hecho nunca.
A mi siempre me gustó la interpretación de Peck, aunque no soy objetivo con él y es cierto que había actores más indicados para el papel. Siempre he pensado en Raymond Massey como el ideal para el papel de Ahab.
Probablemente Raymond Massey hubiese sido mucho más indicado aunque, también hay que reconocerlo, hubiera tenido mucho menos tirón que una estrella como Gregory Peck.
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