La audacia es lo
sencillo. Un plan con poco despliegue, pero mucha logística. Se trata de
inventarse todas las circunstancias que rodean a un hombre que no existe. Él es
el Mayor William Martin. Sólo es un cuerpo hallado en una playa con una serie
de documentos encima. Entre ellos, la carta de su novia. También un par de
entradas para el teatro. Es como si la muerte le hubiera sorprendido en algún
lugar del Atlántico y las aguas lo depositaran en la costa española porque no
le corresponde estar en el océano. Y, sin embargo, todo obedece a un plan
minuciosamente preparado por el Comandante Ewan Montagu, del Servicio Naval de
Inteligencia. Consiste en hacer creer a los nazis que los ingleses
desembarcarán en Grecia y no en Sicilia. Y no van a necesitar toda una red de
espías para filtrar esa falsa información. Sólo un cadáver. Nada más y nada
menos.
Así que, lo primero de
todo, es fabricar una vida. Hay que tratar al finado como si hubiera existido
realmente. Y así fue, pero nadie lo sabrá nunca. Más tarde, hay que mantener el
engaño. Incluirlo en la lista de bajas, hacer que todo parezca real. Un agente
secreto se presentará en Londres, intentando corroborar esos pequeños detalles
que hacen que una vida sea muy similar a la realidad aunque no siempre sea así.
Y habrá suspense, detalles, inquietudes, casualidades que nunca deben faltar en
cualquier misión, incluso cuando el encargado de llevarla a cabo sea un muerto.
Los nazis deben llegar hasta el final del engaño para tragárselo entero, sin
dejar ni una migaja. Y el Comandante Montagu hará todo lo posible para que así
sea.
Espléndidamente
interpretada por Clifton Webb en la piel del Comandante que inventa uno de los
planes más fantásticos de la Segunda Guerra Mundial, El hombre que nunca existió es una excelente película, que contiene
elementos de varios géneros y resuelve todos ellos de forma apasionante. Habrá
momentos de humor, de suspense, de intriga, de melodrama y de espionaje
mezclados con una fotografía maravillosa y la compañía de un reparto competente
empezando por el extraño e inusual papel que realiza Gloria Grahame o el
convincente retrato de Stephen Boyd que, con sólo miradas y gestos, hace del
espía nazi un personaje agresivo y odioso. Detrás de las cámaras, Ronald Neame
demuestra un estupendo dominio del ritmo, con secuencias en las que se detiene
con minuciosidad y otras en las que imprime velocidad a la historia sin
desequilibrar en ningún instante toda la película. Al fin y al cabo, es
apasionante comprobar cómo se engañó a todo un ejército con la ayuda de las
olas, de unos cuantos documentos hollados apropiadamente y con un cadáver.
Y es que, a veces, las guerras se ganan a través de ínfimos detalles que se hacen creíbles al enemigo. No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial, en materia de espionaje, estuvo repleta de señuelos llenos de astucia y sentido y que eso daría para toda una enciclopedia. En todo caso, el hombre que nunca existió es uno de sus más apasionantes episodios.
2 comentarios:
interesante película y reseña, de otras tantas que pondré en mi lista a revisar, un saludo: https://asaltovisual.blogspot.com/
Un saludo y gracias por tus palabras. Espero que disfrutes con la revisión.
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