Por entre los muros de las
prisiones, como un rayo que recorre las alambradas que cercan las libertades,
corre la leyenda de Luke, un tipo que jamás se doblegó ante las imposiciones de
los guardianes, que fue incapaz de hincarse de rodillas por muchas
humillaciones que le hicieran, que llegó hasta más allá de la extenuación con
tal de no conceder que su espíritu fuera derrotado. Luke era orgulloso,
desafiante, rebelde, inconformista, vital. Tal vez, en algunos casos, llevara
las cosas demasiado lejos. No importaba. Él trataba de ser libre entre rejas y
su piel parecía curtida por el sol de verano y bañada por la cerveza fría. No
había trabajo que se le resistiese. Incluso una vez, con tal de ganar una
apuesta, engulló cincuenta huevos duros. Eso da una idea de hasta dónde podía
llegar su inhumana resistencia.
Sí, dicen que está allí donde se
pone el sol en los maizales del medio Oeste. Su sonrisa socarrona ilumina con
un rayo de esperanza a aquellos que visten de azul en paredes grises,
condenados por sus delitos y agarrados a su mala suerte. Luke también la tuvo
pero, como era el indomable, también luchó contra ella y no ganó. Eso no se
cuenta en la leyenda porque, al fin y al cabo, si los héroes no son perfectos…
¿de qué sirven?
Dicen que detrás de las gafas de
espejo de los malditos guardianes que no daban ni un ápice de libertad a los
presos, había siempre un ojo puesto en Luke. Y era un ojo medio cerrado porque
así se ahorraba tiempo a la hora de disparar. Era un tipo que merecía una bala
por la espalda pero era condenadamente hábil para que no se le alcanzara. Aún
no se le ha alcanzado porque su alma sigue siendo libre y el resto de presos no
son más que una panda de brutos que carecen de su voluntad. Si todos ellos
fueran Luke, no habría prisión capaz de albergarlos. Luke demostró que se podía
vivir con el dolor en los huesos, con los músculos agarrotados, con los nervios
rotos, con el ánimo arrasado. Bastaba con no dar a entender todo eso y
levantarse siempre por mucho que fuera empujado. Luke sí que sabía entender lo
que era la vida. Incluso la vida entre rejas. Incluso la vida sin vida.
Stuart Rosenberg dirigió su mejor
película sabiendo que Paul Newman no iba a fallar en ningún momento. Supo dar
la mejor luz a la encarnadura de Luke porque, cuando se encuentra a un
indomable, lo mejor es ponerse a distancia prudente y dejar que cuenten su
historia. George Kennedy estuvo por allí para comenzar a contar la leyenda de
ese hombre indomable que parecía no sentir cuando sentía más que nadie, que
parecía no vivir cuando vivía como el que más, que parecía no ir cuando siempre
estaba yendo. Así es cómo se fabrican las inyecciones que levantan la moral
cuando no hay fuerzas para alzarla. Es fácil. Basta con sentir la fría mano de
Luke diciendo que te levantes, que no le des el gustazo a los guardias de que
golpeen el catre para decir que ya es hora. Díselo tú a ellos. Seguro que, por
unos momentos, volverás a sentirte libre.
2 comentarios:
¡¡Qué película!!, yo la vi allá por lo 80 en la tele, antes ni sabía de ella, y con casi 20 añitos me impactó muchísimo. Mucho más rebelde y sin causa que James Dean y en mi opinión, mucho más creíble.
Lo de Newman aquí es de quitarse el sombrero, un personaje memorable a base de físico, de sonrisas y de miradas limpias. Alguna escena que intenta poner en situación, pero con poco éxito (el encuentro con la madre en el coche) pero magistrales desde el punto de vista interpretativo. lo de Kennedy también es de nota, un Oscar merecidísimo. Tristemente Paul no tuvo el mismo reconocimiento, aun no comprendo porqué se lo dieron a Steiger que tampoco creo que fuera el protagonista de "En el calor de la noche" y que pese a estar bien quedaba lejos tanto de Newman como de Beatty o Hoffman o el Tracy de "Adivina quien viene esta noche".
Curioso año de películas tan reivindicativas sobre el sistema y sus contradicciones o con personajes que se planteaban la lucha contra el status del momento: "Boney and Clyde", "El graduado", "La leyenda del indomable", incluso "Doce del patíbulo" o "A sangre fría" .
en fin, esos 50 huevos duros se convirtieron en un mito para mi grupo de amigos y Luke en un referente...al menos en cuanto a la idea de no dejarte doblegar por muchos palos que te dieran...claro que nuestra vida, afortunadamente, no tenía ni de lejos los castigos que sufrió aquel indomable.
Abrazos sonriendo
Yo la pillé,si no recuerdo mal,en uno de los primeros "Sábado noche" que presentaba Manuel Martín Ferrand y me quedé impresionadísimo. Y hasta recuerdo cómo el lunes siguiente comentamos la escena de los huevos en clase y estábamos todos impactados. Newman está enorme (no digo ninguna tontería si afirmo que es uno de los mejores papeles de su carrera),Kennedy también y aún me recorre un escalofrío por el espinazo recordando a uno de los "jefes" con sus enigmáticas gafas de espejo. En el fondo,es toda una lección de rebeldía de la que deberían aprender muchos supuestos rebeldes de hoy en día.
Abrazos,jefe.
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