El oficio de
francotirador requiere paciencia, algunos cálculos matemáticos, tranquilidad y
un pulso de hierro. Eso lo sabe muy bien el Sargento Swagger. Ha estado en
muchos puestos de cobertura, acompañado siempre de su observador que, por
aquellas cosas de la vida, también es su mejor amigo. Swagger dispara con
frialdad, sin motivos personales. Simplemente hace su trabajo lo mejor que
puede porque, como él dice, el ejército se pasó mucho tiempo enseñándole a
matar, pero más aún a no morir. Y cuando las cosas se ponen feas, más vale
salir con ingenio e inteligencia porque son balas aún más letales que las que
salen de su fusil con mira telescópica. Aquello ya pasó. Su amigo murió y
Swagger siempre lleva su muerte en el pensamiento. Unas montañas, un perro,
olvidarse del resto del mundo y ya está. Es hora de dejar de pensar en cuánta
sangre se puede derramar.
Sin embargo, a Swagger
se le olvida un pequeño detalle. Es el mejor. Y, cuando las cosas pintan mal,
recurren a él. Un cebo de seguridad. Un intento de meterse en la hipotética
mente de un asesino. Algo muy tentador ¿verdad, Sargento? Lo cierto es que, de
repente, el cazador se convierte en cazado. Todo es un complot pensado hasta el
más mínimo detalle y hay que empezar a correr y a huir. Nada es lo que parece y
todo es lo que se presiente. Las balas corren igual para unos y para otros. La
política lo emponzoña todo y más vale esconderse, curarse, trazar un plan y
volver a disparar. Esta vez será otro el que tenga que sufrir.
Swagger sabe que el único
sitio al que puede huir está en los brazos de la chica de quien fue su mejor
amigo. Eso hará resurgir viejas sombras, como una bala disparada a mucha, mucha
distancia, sin apenas corrección por el aire. El riesgo se multiplica. Habrá
que dejarse atrapar para demostrar la inocencia y también, de paso, dejar al
descubierto a los francotiradores de la moral y de la conspiración para que
todo vuele por los aires. Swagger es un tirador y no va a permitir que nadie le
diga lo que tiene que hacer. Incluso viejas matanzas saldrán a la luz porque ha
habido otros como él que no tuvieron lo que hay que tener para rebelarse. El
viaje será apasionante, Sargento. Como el cálculo del más certero de los
disparos.
Antoine Fuqua de nuevo
dio muestras de que era capaz de armar una buena historia de acción con un
material que podría parecer demasiado corto. Con una dirección sobria y algunos
elementos de sobra conocidos, pero que funcionan con eficacia, Fuqua nos
describe detalladamente la preparación del disparo, la paciencia que hay que
ejercer, la impasibilidad de los músculos concentrando todo en ese índice
presto a apretar un gatillo y lo hace de una forma que, en algunos momentos,
llega a ser apasionante, con la colaboración de un Mark Whalberg que, por una
vez, da muestras de ser actor y con una espléndida retahíla de villanos con los
nombres de Danny Glover, Elias Koteas y Ned Beatty. No demasiado para empezar,
pero sí lo suficiente como para poner un punto final en medio del cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario