Ivan Travalian tiene
unos cuantos problemas a los que debe hacer frente. Está con los ensayos de una
obra suya pero, como buen escritor, no está demasiado contento con ella y
quiere volver a escribirla. Su mujer le ha abandonado. Allá ella. Pero es que
le ha dejado con todos los hijos que ella tuvo de anteriores matrimonios más el
que tuvieron en común. Cuatro en total. Además, le está gustando horrores la
actriz principal de su obra, pero a la chica no le gustan los niños. Todo
parece que se le cae encima. Al fin y al cabo, ser un intelectual no te salva
de todas estas cosas. Habrá que ir con calma, despacito y con buena letra.
Nunca mejor dicho.
Sin embargo, algo le
dice a Ivan que lo más importante que tiene, aquello a lo que nunca renunciaría,
es a su familia. Será una fuente de problemas, de agobios, de correr de
Broadway a casa y vuelta a velocidad de máquina de escribir, pero es todo lo
que posee. Mucho más que el éxito de neón en la marquesina de un teatro y
mucho, mucho más que un tonteo con alguien que no respeta la vida que ha tenido
hasta ese momento. Y va a contar con una ayuda que no espera porque hay un
error muy común entre los adultos. Por lo general, siempre creemos que los
niños no se dan cuenta de lo que ocurre a su alrededor y nos olvidamos que son
como esponjas. Ellos lo interiorizan, lo transforman y dan salida a todas sus
inquietudes. En el fondo, Ivan, los niños son como un autor teatral ¿verdad?
En Ivan Travalian hay
algo cálido, íntimo y muy personal. Quizá por eso se siente indefenso cuando
debe ser tierno, una de las obligaciones ineludibles como padre. Y la nueva
situación será todo un camino de enseñanza que le forzará a dejar de creer en
sus propias obsesiones, en pensar que él es el ombligo de ese mundo falso en el
que se mueve y tendrá que moverse por la vida real. Lo que tiene muy claro es
que no va a abandonar a esos niños por nada. Ellos serán la inspiración para
todo lo que escriba después.
Y algo debe de estar
haciendo bien cuando alguno de esos niños regresa a su casa pidiendo asilo.
Saben, tienen la absoluta certeza, que, después de probar el mundo exterior, no
hay ningún lugar como aquel. Sólo allí pueden sentirse cómodos y respetados.
Ivan Travalian también lo sabe. Como intelectual y humanista debe predicar con
el ejemplo que ha intentado trasladar a sus obras durante toda su carrera. Y
nunca les dirá que no. Siempre encontrarán las puertas abiertas.
Estupenda y desconocida
película que coloca a Al Pacino en un inusual registro cómico y que salda con
sobresaliente. Su fracaso colocó al actor en el encasillamiento de sus
habituales papeles dramáticos y nunca más fue protagonista de una comedia
ligera, sin demasiadas pretensiones, amable y agradable. La sonrisa acompaña
todas y cada una de las vicisitudes de este autor que, por una vez, quiso
firmar el libreto de su propia vida. Y eso merece un rescate.
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