martes, 5 de enero de 2021

LA ÚLTIMA GRAN ESTAFA (2020), de George Gallo

 

Ya se sabe que en Hollywood no es oro todo lo que reluce. Aún habría que ir más lejos y decir que es un lugar bastante siniestro en donde se suceden negocios bastante sucios, conspiraciones algo alucinógenas y lo peor de todo. Estrenos intragables. Acogidos a la trampa de seguros, producciones dudosas y estrellas en declive consumado, circulan películas que ni en nuestra más calenturienta imaginación podríamos creer. A veces, el truco funciona. En otras, el desastre acaba con más de un cadáver con un agujero en la sien.

Así que unos de esos productores avispados, de los que creen sinceramente que la mejor película es la próxima que van a hacer, se halla en uno de esos apuros. Pidió dinero a quien no debía e hizo una cinta que no van a ver ni los caballos en estado psicopatológicamente narcótico. El callejón parece que se estrecha definitivamente cuando se le ocurre una brillante idea. Sólo necesita un guión peligroso y una estrella dispuesta a morir. El resto es morralla que se moverá dentro de los parámetros de la serie B. No importa finalizar la historia. Lo único que mueve al mundo es el dinero y no hay nada como la experiencia para darse cuenta de que el tipo ése, el John Wayne de pacotilla que ha perdido todo su cabalgar, no durará demasiado. Millones…allá voy.

El problema está en burlar esa máxima que siempre impera dentro del mundo del espectáculo y es que todo suele salir bien. Y, claro, no sólo el protagonista se resiste a morir sino que el productor se da cuenta de que está haciendo la mejor película de su vida. Ya se ve subiendo la escalinata y dando las gracias con el calvo de oro en la mano. El dilema parece interesante porque es matar o morir. Matar de fracaso o morir de éxito. Maldita sea. No hay nada como el buen cine. En eso tiene mucha razón.

El caso es que George Gallo versiona una película de serie B que se ya se hizo en los setenta bajo la dirección de Harry Hurwitz y le sale una película de serie B que tiene su gracia, pero de serie B. No cabe de duda de que conserva tres balas en el cargador con los nombres grabados de Robert de Niro, Tommy Lee Jones y Morgan Freeman y los tres juegan bien su pólvora, pero no es suficiente. A la película le falta fuerza, contiene dos o tres situaciones prometedoras y algún que otro momento lírico que le da sentido a todo. Ni siquiera cuando se quiere poner vitriólico con lo políticamente correcto y con esa especie de mazazo final al cine de verdad Gallo consigue impactar lo bastante. Se le nota que ha querido contenerse cuando, en realidad, le hubiera gustado pisar el acelerador y ponerse muy, muy gamberro. Sí, en el cine, como en muchos otros campos, existe el mafioso, existe el productor listorro, existe el ingenuo, existe el actor en pleno proceso de ruina y existe el camino del éxito por el atajo más corto. Basta con tener suerte y que se produzca eso que se llama magia.

Así que esta película, si tiene algún valor además de por tres balas en el cargador, es porque podría hacernos pensar si, de verdad, aún existe lo épico, aquello que nos hacía recorrer un escalofrío por la piel y nos transportaba a lomos de un hermoso caballo al lado de cualquier protagonista de gestos imposibles y miradas como flechas. O si existe ese deseo de querer contar historias y gustar o sólo es una estratagema para sacarnos el dinero del bolsillo y hacer otra película más que se olvidará a los diez minutos de salir de la sala. Quizá el cine, en sí mismo, es una leyenda a la que la gente empieza a dar igual. Y sólo tendremos eso…algunas balas que, a poco que hagan, nos proporcionan algún gesto que nadie más podrá reproducir. 

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