La suerte ha caído
justo en mitad de la Isla de Man. Y, claro, entre tan pocos vecinos, las
posibilidades de saber quién ha sido el afortunado, se reducen
considerablemente. Así que hay que partir a la busca del poseedor del boleto de
la Lotería Primitiva. Y Jackie O´Shea está dispuesto a ganarse la confianza del
tipo en cuestión porque, al fin y al cabo, los vecinos y los amigos también
tienen derecho a disfrutar de un pellizco. Jackie incluso organiza una fiesta
con el afamado pollo de su mujer, Annie, para interrogar a los potenciales
ganadores y así tener una noticia fiable sobre el ganador. Sin embargo, no está
allí. Sobra un trozo de pollo y esa es la prueba definitiva. El que no ha ido
es el suertudo. Y ése es Ned. Pero Ned no está. Ned está muerto. Y está en su
casa, enfrente del televisor, con el boleto en la mano, con una sonrisa en la
cara y el cuerpo bien frío. Así que hay que reclamar el premio con otro Ned
porque, antes de morir, se había asegurado de escribir su nombre en el justificante
y, por supuesto, el propietario tiene que estar vivo. Los acontecimientos se
suceden. Ned es Ned, pero no es Ned, es Michael. El supervisor de loterías se
desplaza hasta la isla y trata de establecer la identidad del ganador, pero
avisa de que va a preguntar en el pueblo. Así que Jackie, que, en el fondo, es
una excelente persona, también hace partícipe al pueblo. Entre todos, se
repartirán el premio. Y ya está el lío montado. Habrá que ir desnudo como una
manzana sobre la moto para llegar a tiempo. Habrá que acallar a la bruja que
desea más la venganza que el dinero. Habrá que hacerse pasar por Ned incluso en
su funeral, porque, en la idea más brillante de Jackie, el muerto va a ser
Michael. Y todo en ese entorno en que el mar lame las rocas, el verde inunda
los ojos y la bondad se extiende entre la gente que realmente se aprecia.
Con excelentes trabajos
de Ian Bannen, David Kelly y Fionnula Flannagan, no cabe duda de que Despertando a Ned es una película
divertida, relajada, tierna y agradable. La dirección de Kirk Jones es medida
en la comedia y justa en la sensibilidad y, de alguna manera, convierte al
espectador en un habitante más de ese pueblo llamado Tellymore, irlandés hasta
la médula y paradisíaco hasta en la lluvia. Por detrás de todo el entramado,
que, en realidad, trata sobre quedarse un premio que no pertenece a nadie, está
la seguridad de que la gente buena existe, de que no hay ninguna mala intención
salvo la de traer algo más de felicidad a unas personas que no piden demasiado
a la vida y que Ned, en el fondo, con su sonrisa pétrea, le hubiera gustado
compartir ese dinero con sus amigos de toda la vida.
Así que hay que comprobar bien los números y tomarse las cosas con calma. La suerte siempre se detiene en quien menos la espera y, en realidad, Ned estaba solo en la vida… ¿o no? Da igual. En Tellymore se sabrá todo, se repartirá todo, se reirá mucho y el sabor a cerveza negra será lo habitual mientras se comprueba que Ned es Ned…aunque, a lo mejor, no lo sea.
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