No basta pronunciar la
palabra “amigo” para que haya una verdadera amistad. Mucho cuidado, porque
sociópatas hay en todas partes y, quizá, en un local de copas alguien finge
defenderte y lo que hace es invadir tu espacio vital. Y comienza la caída a un
pozo sin fondo de dobles sentidos, triples intenciones y cuádruples maldades.
Las malas influencias pueden ser decisivas. No sólo en el ámbito privado, sino
también en cualquier otro aspecto de la vida. La elegancia y sentirse a gusto
no lo es todo. Se trata de no perder la conciencia de que las personas debemos
convivir unas con otras de la mejor manera posible. Y el que no lo asimile,
tiene un problema.
El amigo tóxico
encontrará el mejor lugar en aquel otro que delate sus inseguridades. Se
aprovechará de ellas al máximo y tratará de modificar cualquier comportamiento
que impida llegar a sus objetivos. En todo ello, puede que haya un implícito
deseo de llevar la vida de mal chico deseado por todas las miradas. O, incluso,
una cierta atracción por esa tensión soterrada que siempre se intuye y nunca se
manifiesta. Las relaciones entre hombres siempre son complicadas y más si se
trata de parecer el más conquistador de la fiesta. Nada como ser natural. Eso
desarma a cualquiera. Y es el arma más fuerte contra los devoradores de la
personalidad. Háganme caso. Hay muchos sueltos.
Curtis Hanson dirigió
con soltura esta estupenda película de suspense con dos actores que dan lo
mejor de sí mismos como James Spader y Rob Lowe. Quizá, la simple mención de
este último sea suficiente como para echar para atrás cualquier intención de
verla, pero está realmente bien en la piel de ese sociópata que tarda mucho en
descubrir su juego y que se hace irremediablemente atractivo para cualquiera
que tenga una personalidad con fisuras. Hay situaciones realmente buenas, en
las que las intenciones soterradas guardan una importancia fundamental y en las
que también se halla una parte de las sobrevaloradas apariencias que cualquier
joven con ínfulas de éxito desea ofrecer. Por supuesto, el crimen hace su
aparición y ya es demasiado tarde para todo. Sólo cabe enfrentarse al demonio y
esa decisión no es fácil para quien se ha dejado comer el interior.
No basta con abrir los
ojos para poner fin a las pesadillas. Tal vez porque, demasiado a menudo, uno
se encuentra con la maldad sin motivo, aquella que sólo está porque se disfruta
y es muy difícil apartarla de la vista. La ansiedad del hombre moderno es el
mejor campo para sembrar dudas y la amistad, aunque a veces se crea lo contrario,
es muy inestable porque se fija en aquellos puntos a los que nadie más presta
atención. Por supuesto, el sexo ayuda en los momentos más estratégicos. Y la
intrínseca condición humana no puede dejar de disfrutar cuando alguien que
acaricia el éxito se hunde sin remedio. El cuento moral se dibuja en el fondo
de un vaso de algo fuerte. Y las amistades peligrosas están ahí mismo, a la
espera, con un codo apoyado en la barra de algún antro acostado en plena noche.
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