Puede que haya un
planeta Tierra al otro lado de esa esfera ardiente que nos calienta y nos
alumbra. Y merece la pena ir a investigarlo. Sin embargo, la nave que va hacia
allá sufre un accidente y los astronautas vuelven, sanos y salvos, al hogar… ¿o
no? Quizá haya un interruptor en el lado contrario de donde solía estar, o las
cosas no son exactamente iguales que antes. Puede que la hibernación a la que
se han tenido que someter los tripulantes haya influido en su percepción del
entorno. El futuro también ha cambiado muchas de las cosas que solían ser
cotidianas y, cuando la desorientación se adueña de la razón, entonces es
cuando comienza a entrar el pánico. Y, en esta ocasión, el miedo tiene su
fundamento.
En el espacio se
plantean temas que podrían ser bastante atípicos en este valle de lágrimas. El
adulterio, la infertilidad, la corrupción… En el futuro, si realmente es un
futuro, no deberían existir esos conceptos. El hombre ha evolucionado no sólo
para conseguir una vida más cómoda, sino para superar vetustas limitaciones
morales que deben formar parte del pasado. Esas pequeñas diferencias que van
notando los astronautas construyen un halo de inquietud que se instala en algún
lugar de la incomodidad. No es terror, es ciencia-ficción que causa una
sensación de rechazo, de nerviosismo escondido, nunca latente. Tal vez, haya
que creer en el absurdo para poder adaptarse de nuevo a un lugar en el que
nunca se estuvo antes.
La sombra de 2001: Una odisea en el espacio se dibuja
claramente al fondo de esta película, pero hay elementos que resultan
interesantes en su concepción e intento de trascender. La tragedia forma parte
del destino del ser humano y en el universo hay múltiples posibilidades para
ello. Roy Thinnes, un actor que nunca destacó demasiado, realiza un excelente
trabajo como ese hombre desorientado, que busca sin encontrar del todo, que
camina por el abismo sin saberlo. Robert Parrish da cuenta de su sabiduría tras
una cámara, soltando información al espectador en muy pequeñas dosis para que
el rompecabezas encaje con la tristeza. Y el juego de simetrías resulta
apasionante, como en un espejo con la imagen separada por toda una galaxia.
Puede que, incluso, haya una especie de anticipación de un cineasta como M.
Night Shyamalan en esta historia.
Y es que también es posible que el espacio no esté en el exterior y que la visión de las cosas sólo sea un reflejo de la propia imaginación. También hay un universo que descubrir en el interior, sondeando las profundidades del pensamiento y de los sueños. O no. La realidad también es pura fascinación mientras el hombre rompe fronteras con sus descubrimientos y sus deseos de ir un poco más allá, un poco más lejos, un poco más cerca del infinito. Ese mismo que se abre en un viaje que no termina nunca aunque no haya más días. Se llama vida. Y debemos ser conscientes de que siempre existe un chiste entre nosotros y nosotros mismos.
2 comentarios:
Esto es fascinante...FASCINANTE
Me alegro de que te lo parezca. Échale un vistazo.
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