lunes, 21 de noviembre de 2022

MÁS ALLÁ DEL SOL (1975), de Robert Parrish

 

Puede que haya un planeta Tierra al otro lado de esa esfera ardiente que nos calienta y nos alumbra. Y merece la pena ir a investigarlo. Sin embargo, la nave que va hacia allá sufre un accidente y los astronautas vuelven, sanos y salvos, al hogar… ¿o no? Quizá haya un interruptor en el lado contrario de donde solía estar, o las cosas no son exactamente iguales que antes. Puede que la hibernación a la que se han tenido que someter los tripulantes haya influido en su percepción del entorno. El futuro también ha cambiado muchas de las cosas que solían ser cotidianas y, cuando la desorientación se adueña de la razón, entonces es cuando comienza a entrar el pánico. Y, en esta ocasión, el miedo tiene su fundamento.

En el espacio se plantean temas que podrían ser bastante atípicos en este valle de lágrimas. El adulterio, la infertilidad, la corrupción… En el futuro, si realmente es un futuro, no deberían existir esos conceptos. El hombre ha evolucionado no sólo para conseguir una vida más cómoda, sino para superar vetustas limitaciones morales que deben formar parte del pasado. Esas pequeñas diferencias que van notando los astronautas construyen un halo de inquietud que se instala en algún lugar de la incomodidad. No es terror, es ciencia-ficción que causa una sensación de rechazo, de nerviosismo escondido, nunca latente. Tal vez, haya que creer en el absurdo para poder adaptarse de nuevo a un lugar en el que nunca se estuvo antes.

La sombra de 2001: Una odisea en el espacio se dibuja claramente al fondo de esta película, pero hay elementos que resultan interesantes en su concepción e intento de trascender. La tragedia forma parte del destino del ser humano y en el universo hay múltiples posibilidades para ello. Roy Thinnes, un actor que nunca destacó demasiado, realiza un excelente trabajo como ese hombre desorientado, que busca sin encontrar del todo, que camina por el abismo sin saberlo. Robert Parrish da cuenta de su sabiduría tras una cámara, soltando información al espectador en muy pequeñas dosis para que el rompecabezas encaje con la tristeza. Y el juego de simetrías resulta apasionante, como en un espejo con la imagen separada por toda una galaxia. Puede que, incluso, haya una especie de anticipación de un cineasta como M. Night Shyamalan en esta historia.

Y es que también es posible que el espacio no esté en el exterior y que la visión de las cosas sólo sea un reflejo de la propia imaginación. También hay un universo que descubrir en el interior, sondeando las profundidades del pensamiento y de los sueños. O no. La realidad también es pura fascinación mientras el hombre rompe fronteras con sus descubrimientos y sus deseos de ir un poco más allá, un poco más lejos, un poco más cerca del infinito. Ese mismo que se abre en un viaje que no termina nunca aunque no haya más días. Se llama vida. Y debemos ser conscientes de que siempre existe un chiste entre nosotros y nosotros mismos.

2 comentarios:

Alí Reyes dijo...

Esto es fascinante...FASCINANTE

César Bardés dijo...

Me alegro de que te lo parezca. Échale un vistazo.