El Sargento Gallagher
es uno de esos tipos que llevan el uniforme como una segunda piel. Su vida ha
sido el ejército y no quiere fallar a lo que ha sido su hogar durante tantos
años. En esta ocasión, la misión parece sencilla. Se trata de entregar un
paquete, un prisionero, desde Alemania a los Estados Unidos. Pan comido. Sin
embargo, el individuo consigue escapar y Gallagher irá tras él con toda la
sabiduría de su enorme experiencia. Lo más increíble de todo es que, con la
persecución, se irá descubriendo todo un complot para asesinar a alguien muy
importante.
Gallagher tiene la
mirada sabia y sabe muchos trucos. Sabe cómo piensa el fulano y no va a perder
ninguna oportunidad para acorralarle. Todo con tal de que no apriete el gatillo.
Porque Boyette, que así se llama el fugado, es un experto de altos vuelos
echando el ojo por la mirilla. Bala en la recámara, paciencia, respiración
calmada y ya está. Un objetivo menos. Un muerto más. Sin embargo, Gallagher
tiene muchos amigos e, incluso, recurrirá a su ex mujer para atrapar a Boyette.
No hay nada como volver a lucir los viejos galones en aquellos lugares donde
dejaron huella.
No cabe duda de que
esta película es una de esas grandes desconocidas dentro de la filmografía de
un actor de primerísima línea como Gene Hackman. Tuvo mala suerte en su
estreno. Se hizo antes de la caída del Muro y se estrenó después y, por
supuesto, ya no estaba de moda cualquier misterio que tuviese algo que ver con
la Guerra Fría. Aún así, la película está muy bien realizada por Andrew Davis,
que pocos años después triunfaría con El
fugitivo, y el suspense sobrevuela toda la trama, llena de trucos, engaños,
adelantamientos por la izquierda y jugadas audaces. Como oponente, Tommy Lee
Jones que, en la época, todavía no había dado ese salto de calidad con el que
nos ha deleitado en la segunda parte de su carrera y que aquí ya empieza a
dibujar la certeza de que era mejor actor de lo que parecía en su momento.
Joanna Cassidy completa el reparto con su habitual belleza y tranquilidad,
dando réplicas brillantes a Hackman y poniéndose a su altura.
Así que el
entretenimiento está asegurado en esta historia de cazadores y lobos que no se
arredran ante nada con tal de conseguir lo que se han propuesto. El tiempo será
vital y habrá que achicar los espacios rápidamente o la presa huirá con el
cañón caliente. El Sargento Johnny Gallagher también va a tener que correr
mucho porque la policía va tras sus talones. Debe restaurar la confianza que el
ejército puso en él. Y hará todo lo posible porque es un profesional de los
pies a la cabeza. Bien lo saben todos aquellos que han servido a su lado. La
lealtad es una de sus mayores virtudes y no le importa que le consideren
culpable mientras haya conseguido demostrar lo que vale. Ya no hay muchos
hombres así, incapaces de rendirse ante los blancos dientes del lobo rojo.
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