viernes, 18 de noviembre de 2022

SEÑORA DOUBTFIRE (1993), de Chris Columbus

 

Mucho se habla del coraje de las mujeres, pero los hombres también tienen su porción de empuje. Quizá un padre cualquiera, algo atolondrado y bohemio, se disponga a hacer lo que sea con tal de seguir viendo a sus hijos. Al fin y al cabo, es lo mejor que ha hecho en su vida y no va a dejar que se escapen así como así para verlos una vez cada quince días en horario pactado. Puede que lo mejor sea actuar como una madre. Sí. Es actor y puede darse unos retoques aquí y allá, ponerse una peluca, fabricarse una máscara de látex, agenciarse unos pechos redondos y grandes de abuela y un buen trasero, unos tacones, algo de ropa de mujer…y ya está. Es la niñera perfecta. Sus hijos no tendrán ninguna mejor. Él mismo se contrataría a sí mismo. Claro que se va a tropezar con unos cuantos problemas más. Su ex mujer también quiere rehacer su vida y el guapo de turno se va a cruzar por el camino. Los niños crecen y se van dando cuenta de algunas cosas. Cocinar es pasar un apuro. Y lo último es que él y ella, que son el mismo, tienen que coincidir en el mismo lugar y en el mismo momento. Agotador. Imposible.

Así que la Señora Doubtfire, una amable dama inglesa, de educación exquisita y paciencia interminable, se hará un hueco en un hogar del que fue echada no hace demasiado tiempo. Lo hará con enorme cariño y, de paso, también aprenderá un par de lecciones de por qué aquello no funcionó, qué es lo que falló, dónde se encontraban sus debilidades como hombre y, desde luego, dónde se escondían sus fortalezas como mujer. En situaciones de necesidad, sin duda, los hombres tienen su coraje. Algo especial. Algo escondido. Algo tímido. Pero coraje, al fin y al cabo.

Robin Williams realiza un esfuerzo extraordinario en una película que, sin duda, recorre mucho de los tópicos de cualquier historia que toca cómicamente el travestismo. Es notable su tendencia a la improvisación y cómo Chris Columbus, el director, le da una cierta carta blanca para expandirla a su gusto y conveniencia. Los mejores momentos de la película están a su cargo, con unos diálogos agudos, ingeniosos, en los que el doble sentido se pone el delantal y trabaja con ahínco entre fogones y deberes. La película se deja ver muy bien, es amable y entretenida y, sin duda, guarda un par de carcajadas para quien se atreva a acercarse.

Así que no dejen de contratar a una señora Doubtfire en sus casas. Ella nunca tiene una sílaba más alta que la otra. Siempre con la palabra justa y el gesto suave. Se ofrece como confidente, como niñera, como mujer para todo porque tratará a sus hijos como si fueran propios. Lo mismo lo son. Estarán encantados con ella para pasar un gran rato de apuros, tensiones, risas, ridiculeces y tópicos que siempre funcionan. No cabe duda de que el torturador que inventó los tacones altos tendrá que pasar por la guillotina, pero eso es apenas un detalle entre tanto cariño y tanto deseo de estar con quien más se quiere. Y tenemos muy pocas oportunidades.

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