Big Eddie piensa que la
ciudad es demasiado pequeña para dos jefes, así que es el momento de plantear
una lucha a muerte para que el tío Frank se largue de una puñetera vez y deje
el espacio libre para una ciudad que tampoco merece mucho la pena, pero que es
lo único que tienen. El tío Frank, por su parte, y debido a que conoce muy bien
los planes de Big Eddie, decide llamar a un viejo conocido suyo, Harry Crown,
para que elimine a su oponente. Por su parte, el oponente se opone, naturalmente,
y también llama a un especialista en estas lides, un tal Zuckerman, sádico y
demente. Para rizar el rizo, Crown y Zuckerman también tienen cuentas
pendientes y a alguno se le fue la mano. Harry aprovechará su visita a la
ciudad para buscar compañía con una maestra y el asistente que el tío Frank le
ha asignado, un jovenzuelo que no pasa de aprendiz y que se llama Tony, también
se lía con una chica ingenua, pero muy hábil en el arte del timo rápido y
carrera. Mal hecho. Todo el mundo sabe que si andas con mala gente, no debes
iniciar ningún romance con chicas que no tienen ninguna culpa. Así que
Zuckerman, que se le suele ir la mano, decide secuestrar los principales
intereses de Harry y Tony. Lo que empezó siendo una guerra de jefes, acaba
siendo una guerra de sicarios.
Una guerra entre
clanes, por lo general, nadie la puede ganar. Y John Frankenheimer realizó esta
película en la peor época de su pesadilla con el alcohol. Quizá no tenía las
ideas muy claras, pero, en el fondo de sus brumas, sí veía una historia con
posibilidades. Por eso, cuando se ve una película como ésta, se tiene la
sensación de que hay momentos en que se pierde la dirección y el sentido y que,
incluso, el tono es confuso, pero que, sin duda, hay una buena historia sobre
venganzas nunca satisfechas y guerras sin cuartel. Los títulos de crédito de
Saul Bass son absurdamente buenos y el reparto es muy competente con Richard
Harris como Harry Crown, Bradford Dillman como Big Eddie, Edmond O´Brien como
el tío Frank y Chuck Connors como Zuckerman. Hay negrura en la trama con Roy
Lichtenstein de fondo. Originalidades para tener muy en cuenta, pero el
conjunto no funciona y sólo queda la sensación de que ésta es una de esas
películas que hubiera merecido mejor suerte si la vida se hubiese estado más
quieta con sus creadores. No merece verse, pero sí merece una segunda versión.
Así pues es el momento de mirar desafiante y sumergirse en un lago lleno de cocodrilos. Y sin olvidar en ningún momento que Harry Crown es un tipo que todo el mundo quiere conocer. Están muriéndose por hacerlo. Y él sabe que deberá jugar duro si quiere ganar dentro de ese conflicto de intereses estúpido entre dos jefecillos que luchan por una ciudad muerta. Son los misterios del bolsillo que, a menudo, van cargados con balas del 45.
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