miércoles, 19 de abril de 2023

REPULSIÓN (1965), de Roman Polanski

 

Las paredes parece que se estrechan a la vez que los rayos de sol asoman, con su brillo tardío, a través de las persianas de la casa. La sensación ahoga y oprime y el horrible tacto de los dedos de los hombres que se convierten en monstruos que salen de la pared con su pensamiento de siempre en busca de carne blanda, se vuelve lija, puro rechazo, dentera sobre la piel. El color se ha ido en busca de nuevos horizontes y el blanco y negro se ha aposentado cómodamente en todas las estancias de la casa. Es como si ella quisiera desaparecer, como si quisiera que esas paredes acuciantes se estrecharan aún más, como si buscara un refugio en el que el mundo exterior pudiera olvidarla por el inmenso asco que siente cuando un hombre está cerca. Repulsión, repulsión, sólo repulsión. Volver la cabeza, estrangular las sensaciones, negarse el placer de una relación, sin ninguna solución. Sólo transformándose en una víctima de un naufragio en su propia casa. Con un espejo que siempre devuelve la imagen y que se divierte reflejando figuras de hombre que no existen. El terror cotidiano. Tal vez la muerte. La sangre también será negra. El horror a acercarse a alguien que quema, que araña, que hace daño, que da asco. Frigidez. No. Es aún peor que eso. Es pura androginia.

El ambiente de pesadilla persigue a Carole, extraña en una ciudad extraña, extranjera en su propio dormitorio, fugitiva del sentir. Y está tan atrapada en sus aversiones que no sabe cómo salir al mundo real. Ignora los procedimientos para volver a ser una persona normal. La locura espera. Y el miedo hará que el asesinato sea algo que quisiera esconder debajo de una alfombra. Su casa será un campo de batalla. La contrincante será la propia Carole.

Roman Polanski rodó esta parábola sexual con envoltura de terror y cargando la narración de detalles atmosféricos que hacen que la película sea todo un experimento de angustia y rechazo. Con tanta sabiduría que, en algún momento, se puede creer que lo que se está viendo no es completamente real y con la colaboración extraordinaria de Catherine Deneuve en uno de los mejores papeles de su carrera, la película es extraordinaria, única, una rara avis que no ha tenido imitadoras realizadas con la misma clase e idéntica claridad de ideas. Merece mucho la pena adentrarse en el piso de Carole, compartir sus terribles miedos porque, en el fondo, hay algo, un rincón que casi nunca se usa de nosotros mismos, que nos permite identificarnos con lo que ella siente, con lo que ella sufre y con lo que ella rechaza.

Y es que, quizá, no todas las personas están creadas para vivir en sociedad, aceptando con normalidad  las relaciones sexuales, las insinuaciones, los coqueteos, las amistades o las contribuciones particulares de cada uno. Es posible que todo se vea a través de esa tabla rasa de percepciones y sentimientos que poseen que les impiden salir al exterior y darse cuenta de que la vida, en el fondo, también es algo que no deja de querer relaciones con cualquiera que pise la calle. Y, a veces, dentro de casa. 

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