Investigar un asesinato
en el 1600 de la Avenida Pennsylvania de Washington D.C., no tendría que ser
muy diferente a cualquier otro de no ser porque ésa es la dirección de la
residencia presidencial, la Casa Blanca. La víctima estaba a treinta y seis
metros de donde duerme el presidente con su familia, sólo que, esta vez,
estaban en Camp David pasando el fin de semana. El problema está en que la
policía, habilitada en su jurisdicción, tiene un cierto conflicto de
competencias con el Servicio Secreto del Presidente. No están muy interesados
en dar información sobre las treinta y una personas que, en ese momento,
estaban en el interior del palacio. Y, para colmo, se asigna a una agente de
enlace para que las narices del servicio de seguridad de la Casa Blanca se
sientan claramente debajo de la barbilla de la policía. Demasiadas dificultades
para el Inspector Regis, un honesto agente del orden que trata de dominar sus
nervios haciendo maquetas gigantescas. Cada uno con su manía. Unos tratan de
recrear en una mesa la batalla de Stonewall Jackson. Otros, dejan un reguero de
sangre a su paso con intenciones más que ocultas.
No cabe duda de que, en
cualquier caso, con Servicio Secreto o sin él, hay que andarse con pies de
plomo. La agente Nina Chance, enlace asignado, tiene que obedecer órdenes, pero
empieza a darse cuenta de que el trabajo de Regis es impecable y que merece
alguna que otra ayuda. Y ella es la mujer de dentro. Ella tiene acceso a
lugares y documentos que el Inspector Regis no podría ni soñar. Todo se
desencadena muy rápidamente porque hay fuerzas muy poderosas que se están
moviendo en el entorno del Presidente y los tambores de guerra parecen llamar
con fuerza. Pagar el precio de la vida de una simple secretaria a cambio de armarla
en Extremo Oriente no es tan caro.
Desde luego, no es una gran película. Sólo es una más de tantas que se deja ver con cierto agrado porque la premisa argumental no deja de ser atractiva. La película está razonablemente bien dirigida, sin alardes, con algún elemento original en la investigación plagada de dificultades, con las escenas de acción bien dosificadas y sin excesos y con una interpretación competente, sobre todo, por parte de Diane Lane en la piel de la agente Chance, valerosa e inteligente, campeona olímpica de tiro al blanco y dispuesta a llegar hasta el fondo en una investigación en la que ve demasiados espacios vacíos puestos adrede. Wesley Snipes cumple sin más, Alan Alda despacha con su habitual solvencia el papel de consejero de seguridad de la presidencia, y Ronny Cox encarna al máximo mandatario con tranquilidad y sin un gesto de exceso. El resultado de todo ello es una película muy entretenida, eficaz, que no va ningún paso más allá, pero tampoco se echa de menos, aunque, en algún momento, puede llegar a ser previsible. Aún así cumple con su objetivo con creces y desliza la idea de que ningún acontecimiento, por pequeño sea, en un entorno político y de poder ocurre por casualidad, producto del impulso irresistible. Todo obedece a un plan que, tal vez, no sea demasiada buena idea.
4 comentarios:
Feliz regreso de Semana Santa, espero que lo disfrutaras.
La película, como dices, es entretenida, efectiva, un poco previsible pero cumple adecuadamente con lo que pretende. Y no es poco. Siempre es un gusto ver a Diane Lane tan buena actriz y generalmente poco valorada más allá de su atractivo que mantiene siempre sin renunciar al paso del tiempo.
Como nota a propósito de que pasaba por aquí, creo que es el film es un fruto de su tiempo y que, en cierta forma, el cine ha creado una autoconfluencia con la realidad. Me explico.
A partir de Watergate, quizá antes con el asesinato de Kennedy, y en cine con "Todos los hombres del presidente" o "Los tres días del Cóndor" se puso de moda y aun se mantiene las teorías conspiranoicas (con mayor o menor sustento real) en el que se nos dice que todo lo que pasa está manejado en la sombra, por políticos, por grandes empresas, por oscuros interés privados. Y así hemos llegado a pensar que no hay ninguna buena intención en nada de lo que se nos lanza desde el poder, ninguna ley o acción busca mejorar algo a los ciudadanos sino que unos pocos saquen un provecho espurio engañando a la población. Todos los políticos son lo peor, todo sucede por algo, todo se hace en beneficio de alguien, todo lo malo que pasa estaba planeado, nada es verdad, vivimos en un Matrix y somos peleles del sistema.
Es obvio que hay razones reales para dudar de algunas cosas y que se destapan cada día tramas (mucho menores de lo que nos aparecen en las películas) que refrendan parte de esta "verdad" popular. Y así el cine se aprovecha de ese convencimiento general para contarnos nuevas historias que refuercen el "mito". Y así sucesivamente.
De ahí al descreimiento general y del descreimiento al populismo y del populismo a la ignorancia y de la ignorancia al descreimiento. Si mañana se aprueba una ley (la que sea en cualquier lugar, occidental al menos) es seguro que se leerán muchas cosas que retuerzan el contenido, que inventen falsas consecuencias, que pongan en duda el interés general, que señalen a algún beneficiario minoritario perjudicando a los demás. Muy pocos leerán realmente la ley aprobada y la analizaran con su propio criterio.
Ojo, no digo que eso sea culpa del cine, ni mucho menos, sino que el cine aprovecha ese clima histórico contemporáneo y a su vez le da su ración de alimento. Es lo que tiene ser producto de su tiempo.
Abrazos desde el despacho oval
Bueno, estoy sólo de acuerdo en parte con lo que dices y me explico.
Creo que ese sentimiento exacerbado de que todo es conspiración, de que todo está manejado por una serie de poderes oscuros, parte en su día de la prensa, muy dada a difundir lo que apenas eran rumores y que, efectivamente, parece que surgen a partir del asesinato de Kennedy.
Sin embargo, hoy en día, no es por el cine. Es por las redes sociales que amplifican todo hasta la náusea y que hace que se vean conspiraciones en todas partes, forjando legiones de escépticos que no creen en nada porque creen que todo está podrido y blablabla. Yo siempre he creído que ni tanto ni tan calvo.
En cuanto lo de las leyes...bueno, creo que es una ingenuidad pretender que nadie se lea nada de una ley. ¿Hacemos una encuesta? ¿Cuántos se han leído la Constitución? Verás que nadie. Por cierto, antes de que me lo preguntes, yo sí. E, incluso, la he estudiado un poco.
Me has recordado a Fernando Savater con la concatenación de consecuencias "del descreimiento al populismo, del populismo a la ignorancia y de la ignorancia al descreimiento". Eso mismo lo dijo no hace mucho el propio Savater...¿adivinas a cuento de qué?
El cine es, o suele (o mejor, solía ser) un reflejo de la realidad. Incluso si nos ponemos un poco tontainas podríamos decir que "Todo a la vez en todas partes" es un reflejo de la realidad. Refleja la frustración de la mujer media a los cuarenta y tantos y, en su forma, quiere ganar al público tiktokero para el cine. Yo creo que es un camino totalmente erróneo, pero allá ellos. Se cargarán el negocio que ha sido uno de los mayores fenómenos de masas de la historia.
Abrazos desde la batalla de Gettysburg
Bueno, para ser más exactos yo no quería acusar solo al cine de la conspiranoifilia (que me acabo de inventar el palabro porque yo lo valgo) que tanto abunda ahora, mas bien aprovechaba la circunstancia para decir que en este mundo actual, el juego realidad ficción se retroalimenta y el cine está aprovechando la situación y devolviendo un poco de carnaza. Economia circular se llama.
Efectivamente las redes sociales se comen el mundo y amplifican, distorsionan y retuercen la realidad (para ser justos las redes no son mas que el instrumento, son personas las que están detrás). Y así nos encontramos con una especie de profecía autocumplida. Señalo y denuncio conspiraciones que buscan engañar al mundo, cuando desde un ordenador estoy engañando al mundo hablando de conspiraciones que hay que denunciar aunque no existan. Estamos un poco locos todos.
Y mira lo de las leyes...claro que no se leen, ¿para qué? si en Internet tengo al alcance opiniones "amigas" que me dicen todo lo bueno o lo malo que incluyen. Yo también leí la Constitución, que uno ha hecho oposiciones de joven y era obligatorio. Y a fuer de ser sincero creo que antaño nos fiábamos más de la prensa, de algunos pensadores y opinadores que quizá tampoco eran limpios de manipulaciones pero que al menos disimulaban mucho mejor sus querencias y sus odios. Y cuando decían o publicaban algo eran (o nos parecían) bastante más creíbles y objetivos.
Savater es un copión, sin duda. Una vez yo escribí un libro llamado "El tic de Amador" sobre los gestos que Raimundo Amador hace al tocar la guitarra y Fernando me lo plagió casi hasta en el título, "Ética para Amador" le puso y se forró.
No se han de cargar el negocio si da dinero, siempre habrá una mano negra que solucionará la cosa.
Abrazos en la sombra
Bueno, con esta ulterior aclaración estoy más de acuerdo. Precisamente, el auge de las redes sociales ha hecho que el columnismo que, antiguamente, era sinónimo de buen periodismo y de firma de prestigio, haya caído en el ostracismo. Esos señores que opinan en los periódicos no tienen ni idea, los que sí tienen idea son las personas que ni siquiera conozco y a las que leo multitud de gilipolleces al cabo del día. Bien es verdad que ahí entra otro factor y es la devaluación de la propia profesión periodísticas con multitud de supuestos analistas yendo de un plató de televisión a otro para opinar de todo lo que se nos puede ocurrir aunque no tengan ni idea y hay ejemplos de todas las ideologías y de todas las tendencias. Yo no sé cuándo se nos ha olvidado que la gente no puede saber de todo a todas horas. He oído opiniones supuestamente doctas de tertulianos televisivos sobre temas que uno domina que eran de auténtico escándalo y las decían sin movérseles el tupé ni un milímetro y con una convicción que te llegan a sembrar la sombra de una duda.
Savater...qué cabrón...mira que quitarte la idea y disfrazarla con una simple pirueta lingüistica...no hay derecho.
Eso espero. Que haya una conspiración para salvar lo que realmente merece la pena.
Abrazos desde el servicio de secretarias (precursos de las redes sociales), por supuesto, al igual que el servicio de secretarios o asistentes.
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