Debido a las festividades de lunes y martes, retomaremos la actividad habitual el miércoles día 3. Mientras tanto, id al cine. Es acero. Es azul. Y es aprendizaje.
La vida de una policía
está llena de sorpresas cuando un tipo, aparentemente normal, con una profesión
que le permite una holgada independencia, esconde el arma de ella en pleno
atraco a un supermercado. A la policía se le cae y, luego, misteriosamente,
desaparece. El fulano siente una cierta fascinación por el arma. Y también por
la agente Megan Turner. Tal vez, después de pelearse por cientos de valores que
cotizan en Bolsa en el parquet, experimenta una sensación de descarga
utilizando la pistola y culpando a la chica de los crímenes. Es la tensión
acumulada después de tantos gritos durante horas en plena sesión del mercado de
valores mobiliarios. Ella, en realidad, es una novata. No comprende que pueda
haber gente así. No sabe qué ocurrió con su pistola. No tiene ni idea de que,
por las calles, deambula un individuo que quiere probar el sabor del cañón en
su boca. Y, lo que es peor, le encantaría apretar el gatillo.
En la comisaría, la
agente Turner no es tomada demasiada en serio. En la primera ocasión que ha
tenido, ha extraviado su arma y eso no describe, precisamente, a una policía
muy profesional. Sólo Nick Mann, un compañero inspector, intenta ver en ella
algún resto de querer hacer las cosas bien y comienza a creer que,
efectivamente, de alguna manera insospechada, está sufriendo un acoso. Velado.
Imperceptible. Presente. Actual. Continuo. Es la forma de proceder por parte de
un pirado que cierra tratos de mucho dinero y que ha olvidado el lugar donde
dejó sus escrúpulos. La ciudad será un campo de caza. Ahora sólo falta
dilucidar quién es el cazador y quién la presa.
Kathryn Bigelow dirigió
una de sus mejores películas con Acero
azul. Dejando de lado algunos de sus habituales nerviosismos, la historia
es sobria, acertada, creíble y obsesiva y cuenta con una excelente
interpretación de Jamie Lee Curtis encarnando a la agente e inspectora Megan
Turner. En frente, seguramente al otro lado de la calle, Ron Silver asume un
papel no demasiado habitual en su filmografía, como el trastornado Eugene Hunt
que está en todas partes, no está en ninguna y, sin embargo, deja siempre un
dedo acusador en dirección de Megan. Con agresividad en algunos instantes y, en
otros, con una calculada ambigüedad, Silver compone un personaje al que se
comprende en su locura, aunque no se experimente ninguna piedad por él. El
resultado es una película tensa, estupenda, con un ritmo muy apropiado porque
no dejan de pasar cosas en todo momento. Es el miedo, agente. La placa no
asegura que no se meta hasta el último rincón de tu interior.
Así que mucho cuidado
con disparar. En una bala están inscritas todas las palabras y se puede tomar
por el lado que se quiera si la que dispara es una advenediza que, para
rematarlo todo, también ha perdido su instrumento fundamental de trabajo y
coacción. La chica no sabe por dónde se anda. Y un respetable bróker no va a perder el tiempo con ella
en ningún sentido. ¿O sí?
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