viernes, 10 de octubre de 2025

BLACK AND BLUE (2019), de Deon Taylor

 

Después de probar el sabor de la sangre en Afganistán, tal vez sea bueno regresar a Nueva Orléans y hacer algo realmente útil para aquellos que fueron tus vecinos. Sin embargo, no todo va a ser tan fácil. La degradación del barrio de tu juventud es terrible. Ya sólo caminan las drogas, los edificios abandonados y casi desmantelados para que las múltiples pandillas controladas por dos o tres señores de la calle realicen sus sucios negocios y ofrezcan un muro donde la gente pueda consumir tranquilamente. La policía, realmente, ya no atiende las llamadas en ese barrio a no ser que uno de los suyos tenga problemas. Y vas a ser tú la que los tenga. Porque ves lo que no tienes que ver. Grabas lo que es imposible. Y te vas a convertir en una presa que debe moverse con presteza en esa jungla de cemento roto y corazones partidos. Nadie va a confiar en ti porque eres policía. El color de tu piel no es ningún salvoconducto, porque allí odian a la autoridad porque, con cierta razón, creen que está al servicio de los blancos. Y el propio cuerpo de seguridad te va a perseguir con saña. No puedes divulgar lo que has visto. Para mantener la prohibición, harán cualquier cosa. Incluso ponerte en contra a los pandilleros. Eres policía y, por tanto, eres el enemigo. Lo malo es que no tienes ningún amigo. Ni siquiera el que debería serlo siempre.

Notable película de tensión y violencia, bebiendo de fuentes cercanas a Training day, de Antoine Fuqua, y que pone en juego toda una conspiración urdida en torno a una agente de policía novata, pero no por ello ingenua, que está absolutamente sola en medio de la destrucción y que debe superar todos los impresionantes obstáculos que se le ponen por delante para sobrevivir. Es cierto que, quizá, la tecnología sea el mayor enemigo de esta película porque se pueden ocurrir diferentes salidas al problema que tiene, pero aún así, está bien mantenida la tensión en ese ambiente sucio y degenerado, de gente que ya no tiene más esperanza que morir de una sobredosis o de una paliza. El trabajo de Naomie Harris en la piel de esta agente de policía es muy bueno y descubre que Moneypenny en las últimas entregas de Bond es algo más que una chica atractiva. Su altura dramática es lo mejor y la principal razón para ver esta película que habla, a partes iguales, del misterio, del racismo, de la sinrazón y de la corrupción. Con todo ello, el director Deon Taylor articula una historia de alto voltaje, con momentos realmente trepidantes, ambientada en los peores barrios de Nueva Orléans y con referencias a la degradación sobrevenida a la ciudad como consecuencia del huracán Katrina, que dejó algunas zonas de la ciudad, prácticamente, en ruinas. El resultado, en algunos pasajes, es vibrante, algo cansino, con el peligro permanentemente pendiendo de la cabeza de la protagonista y moviéndose con soltura en los terrenos del cine de acción con sus gotas bien dosificadas de denuncia. Una película que no ha tenido el eco que merecía y que, sin ser ninguna obra maestra, debería haber disfrutado de mejor suerte.

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