La mente humana es algo
tan difícil de desentrañar que, cuando se esconde bajo una seductora cabellera
rubia, resulta imposible resolver los misterios. La fascinación se esconde en
la ambigüedad y en el deseo y el paciente de un psiquiatra es asesinado. El
asunto no pasaría de la macabra anécdota si no fuera porque el médico no está
demasiado centrado. Acaba de pasar por un divorcio traumático y se ha
trasladado a un apartamento que aún está sin las huellas de su estancia.
Estanterías vacías, una solitaria mesa de despacho, la cocina tan ordenada que
parece que no guarda sartenes…Una vida vacía que se ve incapaz de llenar. Y
ahora, de improviso, un crimen cuya respuesta tiene que estar en la mente de su
paciente, de la víctima. Repasa obsesivamente lo que le dijo en la consulta. Y
siempre, al final de cada párrafo, hay un nombre de mujer. Alguien que sorbió
sus comportamientos y condicionó sus intenciones. Tal vez porque esa misma
mujer tiene algo que esconder. Tiene misterio, tiene encanto, no lo dice todo y
en sus ojos hay una cierta sensación de desamparo. El psiquiatra no sabe hacia
dónde encaminar sus pasos. Ni siquiera sabe cómo reconstruir su propia vida.
Los acontecimientos son
una subasta que se venden al mejor postor. Un extraño sueco con cajas verdes,
niñas diabólicas y miedos extraídos resulta ser la llave de muchas cosas aunque
todo sea difuso, ilógico y, por supuesto, no deseado. Más que nada porque, en
plena desorientación, el médico se enamora de esa mujer que ocupó los
pensamientos de la víctima. Ve en ella una salida para su rumbo cercado. No
quiere que ella sea la culpable aunque todo apunta a que sí, a que lo es. Y él
no puede creerlo. No desea creerlo. Por eso, intenta profundizar en ella,
descubrir lo que esconde, adivinar la verdad, besar sus labios llenos de
tentaciones y ser lo único que vea en sus ojos huidizos. Ella está bajo
sospecha y la muerte ronda en los alrededores de la noche.
Robert Benton dirigió
este olvidado intento de homenaje a Alfred Hitchcock con Roy Scheider y Meryl
Streep de protagonistas. En la película, aparecen muchas de las constantes del
viejo maestro. Las alturas, las madres, las rubias, las apariencias, el falso
culpable, los cuchillos, las subastas de arte e, incluso, una casa en Long
Island, en Glen Cove, allí donde la muerte pisa los talones. El resultado es
una obra con menos tensión, pero muy interesante, donde se da cita el equívoco
y la naturalidad al narrar una historia sin aires impostados, sin forzar
tuercas con tal de parecerse a Hitchcock. Benton hace su propia película de
suspense sin poner demasiado énfasis. Y quizás eso hace que todo sea muy
inquietante. Puede que el asesinato, al fin y al cabo, sea algo tan ordinario
como una cena a la luz de las velas.
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