Las horas pasan y Frank
Bigelow está un instante más cerca de la muerte. Solo quiere averiguar quién le
ha asesinado. Su organismo es el enemigo invencible que le va devorando el
estómago poco a poco y hace de él un muñeco que recorre la ciudad arriba y
abajo intentando esclarecer su propio final. Una escritura legalizada de una
venta de iridio, una serie de personajes que, con toda naturalidad, mienten. El
amor está esperando una respuesta y él ya no tiene tiempo de contestar. Frank Bigelow
se muere y acude a una comisaría para denunciar un asesinato. La víctima es él
mismo.
Las horas pasan y Los
Ángeles parece un enorme ataúd que se va cerrando. El calor aprieta, el asfalto
grita y la rabia inunda los minutos que le quedan. Malditas vacaciones. Tal vez
si Frank hubiera sido más hombre habría permanecido al lado de quien realmente
le quiere. Pero no. Frank Bigelow tenía que irse a San Francisco a divertirse,
a echar una última cana al aire, a beber unas cuantas copas, a descansar de las
horas interminables en su despacho haciendo declaraciones de renta, legalizando
documentos y sumergido en la vorágine burocrática que ha hecho de él un hombre
gris con una vida aburrida. Demasiadas copas la primera noche. La luz se ha
hecho visible en su sangre y Frank está abrumado. Solo puede pensar en hallar
al culpable. Aunque corra, aunque reciba golpes en su punto más débil, ése que
se le está deshaciendo. Aunque al final no haya más recompensa que la justicia,
o la venganza, o la utilidad, o concluir con un acto honesto. Frank se muere.
Las horas pasan y Con las horas contadas resulta trepidante
de principio a fin, Edmond O´Brien da vida a Frank Bigelow con energía, con
intensidad, con rabia, intentando encontrar respuestas en una muerte absurda e inmerecida.
Las palabras resuenan en su cabeza intentando formar un sentido que no tiene y
su existencia va a terminar repentinamente. Todos los planes de futuro se
quedarán en nada del pasado. Sin más huella que haber dejado un par de besos
apasionados, un par de frases bonitas, un par de sentimientos que morirán con
él. Rudolph Maté bucea en la negrura de la serie B para regalar una obra
maestra del cine de acción que incide en la volatilidad de la vida, en la
brevedad de nuestros actos por muy eternos que nos lleguen a parecer y en el
empuje que cualquier ser humano puede tener cuando descubre que todo se va a
truncar de forma abrupta y repentina. Cuidado con esa copa…o con esa chica…o
con lo que se está a punto de descubrir. Es posible que no sea agradable y que
todo se reduzca a un acto inocente que se hizo mecánicamente porque mecánico
era su trabajo, mecánica era su vida y mecánica será su muerte.
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